CAPÍTULO 4

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Sus amigos. Absolutamente todos estaban destrozados. Ninguno sabía qué decir. Solo querían recordarla en vida, tal y como era. Sencilla, alegre, muy feliz, empática... En fin; ni todos los adjetivos bonitos del mundo servirían para describir a Alicia. Aitana, su mejor amiga, estaba rota. Se conocían desde pequeñas, y aunque una viviera en Burgos y la otra en Valencia, se lo contaban absolutamente todo. Pero en realidad, el que peor estaba, era Gabriel. Había compartido con ella toda su vida, aunque habían llegado a ser algo más durante dos meses el año anterior. No podía creer que Alicia ya no estuviera. Al igual que sus familiares, él tampoco podría imaginarse una vida ya sin ella. Le había demostrado el aprecio que sentían mutuamente, y ahora que ella ya no estaba, le resultaba difícil continuar, aunque se había convencido de que debía seguir, pies eso era lo que Alicia querría.

Ese día, se decidió a ir a visitar a la familia de la que fue su novia. Cuando llegó a la casa de aquella familia, Gabriel no sabía cómo actuar; pensó en salir corriendo, pero ya era tarde, porque mientras pensaba, no sabía cómo, había llamado al timbre. Le abrió la abuela materna de Alicia, Claudia. En cuanto lo vio, se fundieron en un inmenso abrazo. No hicieron falta las palabras para consolarse. Ambos se echaron a llorar:

-Cariño-dijo ella entre sollozos.

-Clau-Dijo él, visiblemente emocionado.

-Anda, cielo, pasa.

Una vez más, se sentó en uno de los sillones de aquella sala de estar que tan familiar le resultaba. Allí, se encontraban también Verónica y Alberto. Tras la charla del día anterior, se encontraban mucho más unidos que nunca. Saludaron:

- Hola, Vero.

-Hola, Gabri, cariño...-Y se fundieron en un largo abrazo.

-Hola- Saludó Alberto.-Tú debes de ser Gabriel. Me han hablado mucho y muy bien de ti-Dijo, señalando a su ex-mujer.

-Em... Sí, así es-dijo Gabriel, con un cierto tono de vergüenza-Bueno, yo fui el novio de su hija. Yo quería decírselo a usted cuanto antes, pero Alicia insistió en que ya se lo contaríamos cuando ya fuera más oficial. Por cierto, encantado de conocerle.-Se dieron un apretón de manos.

-Encantado, lo mismo digo, chico.

Pasaron un rato más hablando y conociéndose. Claudia le preguntó a Gabriel si quería quedarse a cenar. Al principio, éste se resistió, pero decidió quedarse, pues algo le decía que debía hacerlo. Cenaron una buena tortilla de patatas, tal y como le gustaba a Alicia en ocasiones especiales. Y es que recordarla, siempre iba a ser ocasión especial.

                                                                    ALICIAWhere stories live. Discover now