I.-LOS PROBLEMAS

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Rhaenyra miró con lástima hacia donde se encontraba su amada amiga de la juventud, Alicent Hightower. Ahí, sobre la mesa de su último descanso; cerca del cuerpo estaba su padre, el rey, mirando hacia la nada, ignorando las lágrimas de sus hijos, formados frente a su abuelo Otto, la mano del rey. Miró con desprecio como el hombre parecía no inmutarse por la muerte de su hija y nieto, olía la poca tristeza de Otto en el ambiente.

La pobre reina había muerto tratando de dar a luz a su cuarto hijo, dejando atrás a tres de estos y aun culpable rey. Se sentía como un deja vú.

"—No dejes que lo hagan Rhaenyra, ¡No permitas que me dejen ir así!"

El recuerdo de la voz de aquella mujer, dulce en su juventud, le hizo temblar las manos.

Cuando la opción de aquel procedimiento que su padre había elegido para con su difunta madre fue puesto también para Alicent, cuando esta última había podido escuchar aquello, luchó como pudo para que lo evitaran, Casi podía escuchar aun las súplicas de la voz que en algún momento llegó a calmarla en los peores días. La chica había muerto tratando de luchar por ella y por su hijo, hasta el final.

—Creo que es hora de que los príncipes vayan a dormir. — dijo la mano, su padre no dijo absolutamente nada.— Su alteza, princesa. —Se despidió Otto, mientras era ayudado por algunas sirvientas para llevarse a unos niños destrozados por el dolor.

Rhaenyra se agacho con los niños cuando los vio pasar. Era imposible no sentir ese instinto maternal cuando los tuvo de frente. Acababa de tener a su primogénito Jacaerys, poco más de unos meses. Ver a estos niños así, solo le recordaba que tenía que ser más fuerte. Abrazo a cada uno de ellos: Aemond era el más pequeño, con dos añitos, pronto a cumplir los tres, el pobre parecía receloso, con miedo pero tratando de ser fuerte, le beso la frente con cariño y le prometió ir a sus habitaciones antes de dormir; Helaena, sus ojos perdido a la nada (muy parecido a los ojos de su padre en ese momento), por sus mejillas surcaba un rio de lagrimas, sin ningún sonido que saliera de sus labios, le limpio con amor sus mejillas y besos sus ojos dulcemente; por último Aegon, quien se veía más afectado de los tres, llorando descontroladamente, este se abalanzo hacia ella, con la mirada de desaprobación de Otto tras de sí, la princesa heredera lo abrazó con fuerza.

Conocía realmente porque le molestaba a Otto las muestras tan naturales de Aegon a sus sentimientos. Estaba casi segura de que su hermano pequeño sería un omega, las feromonas y las revisiones con los maestres se lo decían, en unos años presentaría su casta y la mano se preocupaba que ninguno pudiera pelear la corona por ser Rhaenyra una Alfa Rovaja.

—¡Ella nos dejó! ¡Nos dejó solos!— grito contra su pecho Aegon.

—No pienses eso cachorro, no fue su culpa, no fue culpa de nadie...

A la princesa heredera se le rompió el corazón.

*/*/*

—¡No lejo', no lejo'!

Fue lo primero que escuchó de la boca de su hermano más pequeño, mientras lo veía correr a sus piernas y abrazarla fuertemente. Era increíble la fiereza y ansiedad en Aemond, su olor picaba un poco sus fosas nasales, hasta para ella era notorio. Sin duda le daría una sorpresa en el futuro, una sorpresa que no dejaría a manos de Otto Hightower.

—¿Qué va a pasar ahora? ¿Quién nos cuidara?— La voz de Aegon se escuchó como un susurro.

—Yo los cuidare desde ahora, ¿acaso no soy su hermana mayor favorita?

—Eres nuestra única hermana mayor 'Nyra. — le contestó Helaena mientras se acercaba a ella.

En ese momento, camino al nido que había hecho para ellos, sabía que mezclando los olores de Alicent y los de su padre, relajaría a los cachorros aunque no estuvieran aquí presentes. Con cuidado los hizo acostarse todos juntos, bien cubiertos y cómodos.

LA FAMILIA DEL DRAGÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora