III.-CONOCIMIENTO

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Rhaenyra sonrió con cariño mientras Aemond le mostraba un caballito de mar que le había hecho Laenor la otra noche. El infante le intentaba describir una historia que había inventado con sus dragones y su nuevo juguete, ella le sonreía en los momentos oportunos intentando entender lo que a veces le decía.

—¿Puedes hacerme una trenza, hermana? —Su hermana pequeña le preguntó.

Helaena entró con cepillo en mano, y se sentó junto a ella. Aemond hizo un puchero, un poco enojado porque le quitaban la atención sobre su grandioso cuento. Rhaenyra le dijo que le continuará contando mientras peinaba a su hermana. Era increíble la forma en la que los cachorros se pudieron acoplar a ella, tal vez algo imposible si Alicent no hubiera muerto. Ese pensamiento la entristeció, pues al final, era sangre de su sangre y realmente quería seguir con el reinado pacífico de su padre, una guerra con sus hermanos le rompería el corazón. Sus pensamientos tristes fueron interrumpidos por el guardia que custodiaba su puerta.

—El príncipe Daemon acaba de llegar a desembarco, princesa, su padre pide su presencia para la comida de recibimiento.

Rhaenyra suspiro mientras se levantaba con la mirada de sus hermanitos atenta a ella. Con una sonrisa los mando para que una niñera los alistara para la cena, mientras ella se preparaba también. Tenía mucho que no veía a su tío, siempre era... una experiencia volver a verlo. Por lo que supo de su padre, venía con Laena, quien estaba a punto de dar a luz a sus cachorros. Ese pensamiento la hizo atormentarse, si hubiera sido más fuerte... si tan solo hubiera peleado más. Quito ese pensamiento de la mente, tenía que centrarse en lo que pasaba ahora, no en el pasado que no podía cambiar.

*/*/*

—¡No, no lo está haciendo bien príncipe! Tiene que agarrar firmemente la espada.

—¡Es que me duele! No me gusta...

En el patio de entrenamiento se encontraba Aegon, quien era entrenado por Criston Cole. Desde hace unos meses habían agregado las clases de pelea en su itinerario, y no le gustaban para nada. Antes de que tuviera ese pendiente con la espada, pasaba sus tardes con Jacaerys en el patio del jardín de la reina Aemma, ahí disfrutaba su tiempo con la risa del bebe y descansando después de sus clases de historia.

—No le tiene que gustar su alteza, es para que pueda defenderse a usted mismo y al reino.

—¡No necesito eso, mi hermana y mi caballero lo hacen! No necesito preocuparme por nada...

La respiración del niño se detuvo cuando Sir Criston se dejó caer con todo el peso con la espada al suelo a un lado de él. El niño abrió los ojos en shock y sus manos comenzaron a temblar mientras caía al suelo de la impresión.

—En algún momento tendrá que defenderse, de cualquiera que quiera lastimarlo, ¿solo piensa llorar porque le duele sostener una espada?

—Tal vez es porque le estás dando la equivocada. —Una voz interrumpió la práctica.

Cole reconocía esa molesta voz. Era la de Daemon Targaryen, ese loco desquiciado... COn desprecio, presento su respeto con una inclinación. 

—No se necesita una monstruosa espada para hacer daño... —Siguió hablando el príncipe canalla mientras sacaba a Dark Sister. — Manden a hacer una espada para el príncipe Aegon, que sea ligera pero letal, que sea perfecta. — le dijo al armero que se encontraba cerca, mientras le daba vueltas a su espada. —Yo mismo le mandaré los planos para la empuñadura...un regalo de mi parte. —Daemon le guiñó el ojo a Aegon, cómplice del regalo.

Seguramente su hermano se enojaría por consentir así a su sobrino, pero era imposible que se quedara con los brazos cruzados ante lo abusivo que resultaba ser Criston Cole, el olor de ese omega le parecía repugnante, algo así como a naranjas agrias.

LA FAMILIA DEL DRAGÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora