Capitulo 10. 🔞

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Un toquido.

Los dos jugadores seguían frente a frente, sin pronunciar palabra.

Dos toquidos.

Lionel deseaba que, quién sea que estuviera del otro lado de la puerta, se fuera de una buena vez.

— ¿Memo? – Ochoa pudo identificar la voz de su compañero del otro lado. — Sé que Messi está acá contigo, sólo quiero ayudar, ábreme porfa.

La mirada en los ojos del guardameta indicaba que no tenía ni la más mínima intención de atender.

— Che, Leo, ¿todo bien? – La voz de Agüero sacó a Messi de su propio trance.

Si habían dado con su paradero y la habitación de Memo, era claro que aquellos jugadores no iban simplemente a retirarse.

Juntando todo el autocontrol que le quedaba, Messi hizo a un lado al mexicano, y abrió la puerta, apenas unos centímetros, para no exponer por completo la situación en la que se encontraban.

— Todo bien chicos, por las dudas, me voy a quedar un rato más acá, gracias por preocuparse.
— Pero boludo, ¿cómo que te quedás un rato más acá? ¿no tenés que tomarte los cosos esos de las feromonas? Mirá que todo está bien allá, nadie se enteró, vámonos nomás. – Di María, que tenía una mejor vista de la cara de Leo, intentaba hacerle gestos a Agüero para que parara de insistir.
— Además no puedes quedarte con Memo, él es Alfa, puede ser… peligroso, y lo sabes – esta vez fue Kevin quien habló.
— Yo sé lo que hago, confíen en mí.

Los tres jugadores miraban sorprendidos al delantero, era obvio que no le harían cambiar de opinión.

— Ok, pero ten – Kevin le extendió la mano para entregarle la caja de bloqueadores. — en caso de que, ya sabes, se salga de control…
— Yo les digo a todos que estás bien, y que volvés más tarde.

Di María le sonrió una última vez y se llevó a empujones y jalones a los otros dos jugadores que no terminaban de leer el ambiente.

Messi cerró esa puerta al fin y retomó su caminó una vez más hacia el mexicano. Memo se encontraba de pie observando al argentino, estático, como trabado, y con una mirada distinta.

Leo sintió como una electricidad recorría por completo su cuerpo.

Los músculos del mexicano se marcaban, y sus venas eran visibles debido a la fuerza que estaba empleando para controlarse. Fue entonces cuando Lionel notó que aquel color violeta en los ojos del guardameta se había disipado para abrirle paso a un dorado intenso.

Messi tragó saliva al imaginar todo tipo de escenarios junto a Ochoa. Decidido se acercó por completo al mexicano y, valiéndose de su diferencia de altura, comenzó a besarle el pecho, mientras dejaba caer la caja que llevaba en sus manos.

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Las siguientes dos horas fueron un vaivén de caderas, saliva y sudor, donde ambos jugadores apenas y hablaban, su comunicación era física casi por completo. No había necesidad de muchas palabras, sus cuerpos se movían con armonía y química imposibles para una primera vez.

Lionel arqueaba la espalda en un reflejo involuntario al placer que estaba experimentando, tiraba de los mechones rizados del mexicano, y se preguntaba porqué se había privado toda su vida de esa sensación.

Con el mexicano dentro se sentía lleno, sus pensamientos no tenían orden o coherencia, y sólo podía repetir; más, más, ¡más!

Ochoa, desbocado, daba todo de sí para satisfacer al argentino. Con sus piernas sobre los hombros, entraba y salía con fuerza mientras se deleitaba con la expresión extasiada del más joven.

A la par de sus movimientos, Memo iba dejando besos y pequeños mordiscos en las piernas de Lionel, quería dejar su marca en él.

Ochoa detuvo aquel baile para cambiar la posición en la que se encontraban, quedando ahora el argentino sobre él.

Aunque falto de experiencia, Messi sabía que hacer en aquel momento y comenzó a moverse de arriba abajo sobre el mexicano, mientras éste le propiciaba placer con su mano.

La pasión del primer celo del omega, y la intensidad del alfa en rut, lograron fundirse en un éxtasis de placer mutuo, y finalmente cayeron dormidos uno junto al otro.

El mejor del mundo [ MESSI x OCHOA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora