Capítulo 9-

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Ando por las calles perdido, sin rumbo. Cómo un pájaro cuando solo va a descubrir nuevos mundos, nuevas aventuras. Busco la manera de reflexionar y saber quién soy realmente y como actúo. Actúo mal, ¿no está claro? ¿Estoy loco? Puede. Que más me da. Casi violo a la que se hace llamar mi hermanastra, ¿Para qué? ¿Por qué? No me controlo. Ups, una piedra.

De repente caí directo hacia el suelo, haciendo chocar mi mandíbula a una gran fiesta de piedras enormes, de colores grises y tonos brillantes. Me levanté y pude ver correr la sangre por una de mis rodillas, mis manos ensangrentadas y mi mandíbula más o menos de manera similar. Mi cuello se bañaba en sangre como cuando un río va cuesta abajo con una corriente muy fuerte.

Me daba igual. Lo único que encontré más a manos era las hojas de los árboles. Las cogí y me la llevé a la rodilla. Hice una mueca de dolor pero me aguanté. Se quedaron pegadas a mis rodillas, y luego me puse otra en la mandíbula sujetándola con la mano. Caminé sin saber de nuevo a donde ir.

-¿Sigues sin probar cacho?

-Cállate.

Rió.

-Vamos, sabes perfectamente que eres un puto inútil.

-Cállate –repetí.

-No seas necio. Mátala.

-¿Qué dices?

-Mata a James, a Megan, a todos.

-Olvídame.

-Hazme caso.

-Ni siquiera sé si existes.

-Me puedes ver, ¿verdad?

Narra Megan-

Llegué un poco tarde de lo imprevisto. Mi padre debería de estar echando humos. Al fin y al cabo, me daba igual.

El desayuno con Brandon no fue tan mal del todo. Me reí mucho y además es demasiado cariñoso, jjj. Pero, ¿Por qué rio como una tonta? Que psicópata soy. Cogí mi móvil y mis cascos y comencé a escuchar Metallica. De repente ni me percaté de que llegaba a mi casa, así que paré la música y me adentré.

Mi padre no estaba, por lo tanto fue un alivio. Tenía un skype. Era de Brandon.

-¿Llegaste bien?

Ay, este chico tan madre. Sonreí de nuevo. En fin. A lo que iba, a zampar.

¿En serio? ¿Yo? ¿A zampar? No me lo creía. Acababa de desayunar, bueno ya hace unas horas. Pero yo nunca tenía hambre. Así que cogí pan de molde y le eché una especie de paté. De bocado en bocado, pensé en Paul. Así que me dirigí hacia su habitación.

Entré, tenía las paredes en un verde limón, colgado tenía un póster de Marilyn Manson, más a la derecha otro de algún juego. Un ordenador en la mesa de escribir, por encima tenía estanterías con libros, y algún que otro discos de música, solo podía notar el polvo en el primer cd que sobresalía que parecía ser de Iron Maiden.

Rebusqué por todos los cajones, debajo de la cama, en el armario, incluso en el pc, pero me pedía una contraseña. Intenté buscar algún portapapeles que pusiera la contraseña como hacía casi todos los seres de este planeta. No encontré nada. No había nada raro. Confusa me fui a la ducha.

Me deshice de la ropa y me puse a escuchar a Ed Sheeran, ya que amaba por completo la canción que ponían en los créditos finales del Hobbit. Estaba feliz. No sabía por qué.

Paul, por fin pudo encontrar su casa. Se fue a echarse agua y escuchó una musiquita y agua cayendo del baño de arriba. Sonrió.

-¿Megan? –No lo oyó.

Así que entró. Se quitó la ropa. Y entró con Megan.

Ésta ruborizada gritó, tapándose con las cortinas y le tiró un bote de Gel de baño a la cabeza.

-¿Qué HACEEES MALDITOOOOO?

Éste reía como un idiota intentando sujetarla y la abrazó. La abrazó con todas sus fuerzas, a pesar de las cortinas que separaban de los dos.

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