Capítulo 5

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Nicolas horrorizado veía como su pobre madre era agarrada por dos de las cazadoras de su tía Artemisa, el las conocía Poephe y Zoe la sujetaban al menos sin rudeza, se veía el conflicto en ellas. Claramente no disfrutaban de lo que estaban haciendo, Epimoní había sido amiga suya desde hace siglos. Tieara por el contrario sonrió, desde hacia siglos odiaba a la diosa por juntarse con un macho y esta era la prueba.


Por primera vez vio a su padre Claus, pero era todo lo contrario a lo que le contó su madre, frío, con un brillo que lo asustó y feroz, agarró a su madre del mentón sin delicadeza.


Antheia se apresuró a agarrarlo antes de que el pequeño fuera en ayuda de su madre mientras le tapaba la boca con la mano para que no se percataran.


—¡¡¡Maldita!!!¡te di mi confianza y mi amor! ¿¡y así me pagas!?—la voz de Claus estaba llena de odio y dolor.


La gracia no sentía compasión por el, debería creer a su esposa después de todos esos años.


—¡Claus escúchame no lo hice!—Epimoní le suplicaba.


Pero el dios no la escuchó y la empujó.


—Nos traicionaste pero descuida allí donde vas recibirás lo que te mereces—


Epimoní lo miró con horror.


—Claus por favor...


—¡¡¡NO VOY A ESCUCHARTE MÁS PERRA!!!—


Un agujero se abrió a los pies de la diosa y con un grito desapareció.


Nicolas llorando sin parar dio un grito silencioso mientras la gracia a su vez lloraba con él por el destino de su amiga.



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Nicolas intentó encontrar el modo de llegar al Tártaro para encontrar a su madre pero fue inútil, estaba fuertemente custodiado y solo unos pocos dioses del Olimpo podían acceder y el resto de deidades y espíritus de la casa de Nix no lo ayudarían.


El joven inmortal fue creciendo y aunque todavía conservaba parte de su alegría ya no era lo mismo, sólo se mantenía para no desilusionar a los pequeños que esperaban con ansias sus obsequios.


Nunca se presentó a su padre y al resto de inmortales, no después de lo sucedido a su madre, Claus además había cambiado se volvió más frío, cruel y pensaba que el amor era para tontos.

Apartaba a todos y solo mostraba un lado más suave con su madre y hermanos trillizos.


Además tenía innumerables amantes de una noche que después desechaba, iba a fiestas y le daba igual lo que pensaran de él, Nicolas estaba disgustado y furioso con su comportamiento sobre todo hacia su madre.

Con el pasar de los años creció para ser un hombre con ojos centelleantes, pelo blanco plateado y robusto su amigo el Ceryneian Hind, el no era de su propiedad y era libre, no como su tía afirmaba que era suyo, vagaba libre y venía a verlo cuando quisiera.


Con el paso de los años Nicolas rescato a una especie parecida a los ciervos pero estos eran de tierras lejanas y se llamaban renos admitió que le copió a Artemisa su medio de transporte pero sentía afinidad por ellos.


Los días que le tocaba repartir los regalos seguían, pero ahora el ciervo dorado lo ayudaba junto con los renos que imbuidos por la magia de Nicolas volaban. Pero ya no daba obsequios, no a su padre y tíos y los Olímpicos, que estuvieron a favor de castigar de forma injusta a su madre, tampoco.

Todos los días Nicolas rogaba al Caos o a las Parcas que liberaran a su madre de su encierro o intentaba encontrar una forma de liberarla.

El origen de Santa Claus y KrampusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora