Capítulo IX

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Daemon golpeo la copa de vino contra la mesa. El príncipe Daemon podía sentir su irá encadenada, incluso ya de haber pasado una luna. Por largos años se había propuesto a cuidar de sus hijos y ahora, se encontraba en un campo de guerra. Y todo era por culpa de dos hombres especiales.

Cerró los ojos e inhaló con profundidad. Las palabras de su hijo y hermano aún resonaban en su cabeza calando agujeros en su piel.

"—Bueno, hoy estás de mejor humor". Rhaenyra se acercó a la mesa y se sirvió del vino.

Él entrecerró los ojos frustrado.

"—Carajo." Siseó en voz baja.

"—¿Al menos podrías soportar unos días más, mi amor?" preguntó, de forma cariñosa, pero no fue suficiente para apaciguar el enojo de su esposo.

Él sonrió con incredulidad. "—No puedo seguir soportando el hecho de que una de nuestros hijos anda revolcándose con un…" Daemon detuvo sus palabras a la mirada severa de Rhaenyra. "—…Stark, con un Stark —dijo Daemon—. Y lo peor es que me entero sintiendo el olor del lobo, no por mi hijo, si no por el hedor de los Stark".

Ella negó bebiendo de su copa.

"—Le estás poniendo mucha atención a este asunto, mi amor".

Él la miró con los ojos en blanco.

"—Sabes amor —empezó ansioso—, quiero entender por qué no quieres darle importancia a este asunto. —Daemon sonrió seco— Al parecer Lucerys quiso seguir los pasos de sus padres no se por qué me sorprende, después de todo es un Targaryen". Dijo de forma irónica como si Rhaenyra no entendiera la gravedad del problema.

Sabía bien que la situación estaba realmente mal; se sentía dolida al haberse enterado de otra forma en vez de que su hijo le fuera sincero con ella. Pero por otra, se encontraba feliz. Su hijo por fin había encontrado su destinado después de largos años de espera, solo ella podía entender el deseo de sentirse amado, deseado. Y más que todo el dolor de estar solo.

"—Lucerys tiene un límite de tiempo, tiene un contrato con nosotros que debe cumplir —le recordó—. Y ninguno de los dos estamos para sus decisiones poco inteligentes, decisiones que le costarán caro". Dijo tenso.

«Gracias por recordármelo, esposo». Pensó.

Ella definitivamente no necesitaba ese recordatorio.

Rhaenyra respiró profundamente.

"—Lucerys ya no es un niño que crees que sigue siendo, Rhaenyra, y entiendo sus necesidades yo también las tuve pero a diferencia de mí, el tiene que demostrar que es un Targaryen". Dijo severo.

Rhaenyra golpeó la copa de vino contra la mesa. Su enojo había aumentado, a pesar de querer mantenerse en control el recordatorio de su esposo la enfado.

¿Como era posible que su hijo pasará lo mismo que ella paso en su juventud?

La mala suerte de elegir con quién saciar los deseos fluían entre la familia. La insolencia aún pertenecía a los Targaryen. Aunque ella haya escondido los recuerdos muy en el fondo de su mente no le fue imposible recordar el tiempo que pasó en Winterfell; el rostro del Stark llegó a su memoria que por mucho que quiso, no se mantuvo oculto por los rincones de sus recuerdos. Su rostro se contrajo ante el recuerdo que estaba palpitando en su mente.

"—No sabemos si está pasando nuevamente" Murmuró, con la cabeza agachada.

"—¡Ah, por favor, Rhaenyra!" Exclamó crispado, levantándose y acercándose a su esposa. "—Lucerys nunca tuvo el interés en encontrar a su Alfa y mucho menos poner los ojos en un Stark, odia King's Landing por los sucesos del pasado y, ahora de pronto cambia de parecer. Además, sabes lo que pasaría si ese lobo adolescente se encariña de más y ambos lleguen a cometer el mismo error que tú y Cregan".

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