Capítulo 4

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Capítulo IV: Decisiones, discusiones  y besos
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— Ser Harwin dijo que tenías que llevar una alimentación adecuada para tener huesos fuertes, debes comer leche y queso, para fortalecer tus huesos, también alimentos como el pescado, sobre todo el salmón. Además dijo que sirve mucho el jugo de naranja y que la exposición solar ayudará a levantar tu ánimo — soltó Jacaerys, echado en la cama junto a Aegon, orgulloso de haber memorizado cada una de las recomendaciones que le dió el Ser después del entrenamiento.

— ¿Y cómo por qué Ser Harwin sabe todo eso? — pregunta extrañado rubio, subiendo y bajando su pierna enyesada, bastante distraído de la conversación, ya que, como sólo su talón estaba roto, podía mover sin problemas su pierna, así que su nueva entretención consistía en subir y bajar su pierna todo el día. 

— ¿No sabías que a Ser Harwin lo llaman el quebrantahuesos? — preguntó de vuelta Jace, levantándose con sus codos, en un intento de llamar la atención de su tío.

— Pero los rompe, no los repara — contesta igual de distraído, sin dejar de mirar su yeso que subía y bajaba

— Pero cuando un oponente era digno, Ser Harwin le ayudaba a curar sus huesos — específico Jace, recostandose más cerca de su tío 

— ah... — "tan divino" pensó sin dejar de subir y bajar su pierna, sonrojándose ante la idea de que Ser Harwin se preocupara de él.

— Pareces retrasado mental subiendo y bajando tu pierna todo el día — Bufó Aemond sentado en una silla cercana a la cama de Aegon, llevando sus dedos al puente de la nariz, apretándola e intentando menguar las ganas de gritarle a su hermano que fuera una persona normal de una vez por todas.

— Para tu información, palurdo inculto, los Maestres me recomendaron elevar la pierna para reducir la inflamación y también que moviera continuamente los dedos — contesta  Aegon, intentando sonar maduro, pero sin dejar de mover su pierna enyesada —. Además, cuando estás acostado todo el día en una cama la mente se empieza a divertir con las cosas más mínimas, por ejemplo, ayer me pareció lo más interesante del mundo que Helaena me enseñara su colección de bichos, y no grité cuando una araña me saltó en la cara

— No, no gritaste, lloraste y casi te measte, que es diferente.

— Fuera de aquí — exigió muy ofendido Aegon, dejando de agitar su pierna y apuntando la puerta con su brazo enyesado

— No es como si estuviera aquí por gusto, madre me obligó — contesta refunfuñando, cruzando sus brazos sobre su pecho —, lo cuál encuentro supremamente injusto dado que estás aquí por tu propia estupidez. Ni compañía de la servidumbre deberías tener.

— ¿Entiendes porque te quiero más a ti que a mí propio hermano, Jace?— pregunta Aegon, dirigiendo su vista al único castaño de la habitación.

— No te preocupes, Egg, tu sabes que yo te vendría a ver todo el día si así se me permitiera — contesta sonriendo

— Buen chico — sonríe de vuelta Aegon, desordenando con su mano buena el cabello de Jace

— ¿Desde cuándo decidiste ser el perro faldero de mi hermano, Jacaerys? Que actuar tan indigno para un príncipe — comenta burlón Aemond, disfrutando como el ceño de Jace se frunció en un claro gestos de disgusto

— ¡Que te vayas! — rugió Aegon, lanzando una almohada en dirección a su hermano, fallando en el intento y gimiendo de dolor recargarse en su brazo roto.

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