Capítulo 12

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Capítulo XII: Flores, dildos y sobresaltos.
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Alicent gimió sobre la boca de Rhaenyra, aferrada con brazos y piernas al cuerpo de la Alfa, disfrutando de las embestidas erráticas que estaba recibiendo, extasiada por lo bien que le estaba cumpliendo su alfa en aplacar su período de celo. La peliplata parecía desesperada en enterrarse una y otra vez en su omega, la cuál ya ni siquiera podía hilar palabras coherentes, solo balbuceos cargados de éxtasis salían de sus labios y lágrimas de placer surcaban su rostro. Alicent se vió obligada a usar un collar omega luego de que Rhaenyra intentara encajar sus dientes en su cuello en más de una ocasión, tratando de borrar la marca que Viserys hizo hace muchos años.

Tres días llevaba Alicent de esa forma. Tres días estaba durando su celo,y por consecuencia también el de Aegon. Tres días yendo y viniendo de Dragonpit hasta su habitación, de su habitación a Dragonpit.
Las mañanas eran para acompañar a Aegon y las noches eran para unirse a Rhaenyra. Aunque ahora bien podía ver el sol asomarse en todo su esplendor a través de la ventana, pero aquello era la excepción, el tercer día siempre era el más fuerte para los Omegas con marca. Era el último día de su período para quedar preñada, el último llamado desesperado a engendrar.

Se sentía mal por dejar a sus otros hijos sin cuidado, pero por lo que Rhaenyra le comentaba entre los descansos que el nudo hinchado les permitía, sus niños se habían vuelto cercanos a Daemon. Aquello no podía significar otra cosa que problemas. Su agobiado corazón de madre latía preocupado por la cercanía y admiración que Aemond estaba experimentando por el Alfa que cargaba a Dark Sister. También se encontraba horrorizada por la insistencia que mostraba Daemon en adoptar a su pequeño Daeron y sin duda se sentía muy confundida por lo impresionado que parecía aquel alfa Targaryen en los “sueños de dragón” que experimentaba su dulce Helaena, sea lo que sea que significaba eso.

Los sentimientos de Alicent eran una mezcla confusa de emociones y reflexiones, muy cohibida por todo lo que estaba pasando. Además Rhaenyra algo ocultaba, nada podía ser positivo si Rhaenyra estaba callada y la besaba con tanta necesidad.
Rhaenyra en el sexo era una mujer vocal, supremamente eufusiva y algo entusiasta en el hecho de dar y recibir placer. Ahora parecía intranquila, necesitada de abrazarla y marcarla a como diera lugar, impregnando su olor de forma posesiva y se quedaba callada en los momentos que usualmente solían usarlos para darse tiernas palabras de amor, cargadas con promesas de un futuro juntas.

Alicent estaba muy cansada para siquiera pensar en otra cosa que no fuera unirse a Rhaenyra, para luego bañarse concienzuda, en un vago intento de quitar el aroma ajeno, para finalmente ir a esa fosa llena de dragones y así abrazar y hablar un par de horas con su hijo, quién estaba llevando bastante bien su celo.

Alicent, muy a su pesar y enojo, dejó pasar el hecho de que el maldito canalla de Daemon Targaryen se escabulló a Dragonpit para lanzarle un falo de mármol y otro de madera a Aegon, el maldito hombre tuvo que correr despavorido luego de que Vermax, el dragón de Jacaerys, lo persiguiera una cantidad prudente de tiempo, llegando incluso a lanzarle fuego.

Luego ese mismo hombre tuvo que enfrentarse a la furia de la espada de madera que portaba Aemond, ya que a su hijo le pareció una ofensa terrible que Daemon intentara entrar a Dragonpit cuando su hermano estaba pasando su celo allí. Daemon no se disculpó, pero sí dejó que Aemond ganara esa batalla, intentando de esa forma aplacar el enojo del malhumorado Aemond.

Alicent aún no sabe si el hombre hizo aquello en un afán de burla, o por que en serio se preocupaba por Aegon.
También, para su propia sanidad mental, dejaría pasar el hecho de que era más que evidente que Aegon ocupó, en más de una ocasión, el regalo que Daemon le hizo.

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