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— Adentro. —es la demanda de la mayor cuando la empuja hacia el cubículo más cercano, cayendo Winter sobre la tapa. Karina la mira desde arriba, superior y sensual, cuando se saca la chaqueta y la deja caer al suelo.

— ¿Qué haces?

— Cállate. — Karina no tiene vergüenza en que la contrario se de cuenta de la reacción de su cuerpo, incluso un poco orgullosa Winter de haber provocado esa reacción en la contraria, obteniendo el comienzo de la propia al sentarse Karina sobre sus piernas.

Se besan, tanto y tan fuerte, tan húmedo y prohibido que el pensar en lo que hacen les sube el lívido por los cielos, chocando sus labios, sus caderas buscando la fricción ajena y gimen, sin freno ni pudor. Karina le besa el cuello, le pasa las manos por el pecho y la espalda, le araña la piel y le muerde las clavículas, marcando a su gusto la nívea piel de la menor, quien echa la cabeza hacia atrás, presa del placer y lleva sus dedos al pantalón de la mayor.

Karina se pone de pie, sus pantalones a mitad de sus glúteos y la firme y húmeda erección aprisionada bajo la tela blanca, reclamando atención al ser liberada, la rosada punta bañada del preseminal, Karina ondeando sus caderas hacia adelante y atrás rodeando su miembro. Winter traga saliva, se levanta apenas lo suficiente y baja con cuidado el elástico, ante la mirada fija de Karina en sus movimientos. De pronto demasiado cohibido, se detiene antes de bajarlo por completo.

— No es un buen momento, Kim. — Karina no detiene el suave vaivén sobre su cuerpo.

— Lo sé, es sólo que... Nunca, yo...

— Entiendo. — Karina se acerca, con cuidado y sus ojos fijos en los ajenos, brillantes. Rodea la cadera de la menor con sus piernas, erguido sobre su pecho mientras libera de a poco los pechos de Winter. — Yo tampoco.

Winter gime al sentir la mano de Yoo acariciar sus pechos mientras acariciaba su miembro, un dulce y caliente toque que las embriaga y sabe tan bien, se siente tan bien. Es la mayor quien se mueve primero, empujando hacia arriba, rozando deliciosamente contra Winter quien le muerde los labios y afianza de los costados del cubículo. Cuando la mayor de ambas le sujeta el cabello desde atrás, es el delirio, el infierno mismo revestido de ardiente tentación, nuevas sensaciones abrumadoras que lo atascan por completo nublando sus sentidos.

Pero no todo podía ser tan bueno.

— ¿Winter? — llama alguien desde el otro lado de la puerta, dando toquesitos insistentes que le disparan la migraña a una frustrada Karina. La peli morada suelta un quejido ronco, levantándose de golpe y dejando a Winter sinceramente descolocada y todavía en el limbo. — ¿Está todo bien ahí?

— Arriba. — Karina se sube a tirones la bragueta, acomodándo la blusa a cuadros abierta sobre sus hombros que ha recogido del suelo, lleva en el antebrazo la chaqueta de cuero. Winter no le responde. — ¡Que te muevas! Llegó tu mami a buscarte.

Con una patada abre el cubículo, frustrada, molesta y claramente harta de toda la mierda que lleva y que recientemente pudo aceptar (de alguna forma bizarra) en voz alta, para que llegara esa tal Ryujin a cagarle el palo. Literalmente.

Winter se revuelve con hastío el cabello, poniéndose de pie, se agacha torpemente y recoge su blusa estampada, antes de ponérsela a tirones, abrumada, y salir, visiblemente consternada del cubiculo.

— Escucháme, Kim. — Karina le da la espalda, encendiendo un cigarrillo entre sus labios. Después de una honda primera calada, abre el grifo, metiendo las manos y mitigando también el sonido de su voz.— Mañana, en tu casa. Quiero ese maldito reporte listo y para un cien limpio.— El cigarrillo le cuelga de un costado cuando habla. — Inventale un cuento chino a tu noviesita.

rude girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora