Capítulo 9: Dos pájaros de un tiro... Y un navajazo

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Mietvan, enero de 1970

-Base, he establecido contacto visual con el enemigo.

-Aquí base, le recibimos. Suerte soldado.

Joder. Vaya manera de probar la gema nueva. Dos minutos de vuelo de prueba y entro en combate con cazas enemigos de última generación.

Por lo poco que pude ver de la fuerza aérea cuando estaba en entrenamiento, los cazas de este mundo están mucho más desarrollados que en el mio. Antes necesitaban aspas y no pasaban de 500 km/h y tenías que forzarlos. Ahora pasan de 1000 km/h sin siquiera forzar el motor.

En pocos segundos conseguí entrar en rango de combate, disparando una ráfaga con mi fusil al avión de la derecha. Los cazas rompieron la formación, así que decidí perseguir al que había disparado.

Conseguí ponerme en su cola, y, gracias a la gema nueva, pude seguirle el ritmo. El otro caza se colocó a mis 6 y me disparó un misil. Lancé varios hechizos de bengala para desviar el misil, y cuando éste explotó, a una distancia prudencial, saqué el cuchillo de combate, invoqué una hoja mágica y frené en seco mientras daba una voltereta hacia atrás, con la hoja en lo alto, y cuando el avión pasó justo por debajo de mi, le corté el ala izquierda, haciendo que este perdiera el control y entrara en barrena. Pude ver como el piloto se eyectaba y cómo, luego de esto, se abría el paracaídas. El piloto me miró, yo le hice un saludo militar y me dirigí hacia su compañero.

Su compañero de ala había dado la vuelta y veía como se acercaba, directo hacia mí, a las 12. El M1G 12 abrió fuego de ametralladora, pero nada que un escudo pasivo no pueda repeler. Agarré el fusil y disparé, una sola bala con un hechizo explosivo.

El proyectil impactó en la toma de aire del motor, haciendo del aeroplano una bola de fuego que se precipitó hacia el suelo, esta vez sin eyección ni paracaídas visible. Hice un saludo militar hacia los restos del avión, que ahora ardían en el suelo, en muestra de respeto, y me dirigí hacia el otro piloto, que aún seguía cayendo en paracaídas. El piloto, al ver que me acercaba, sacó una pistola y comenzó a dispararme frenéticamente, mientras su rostro dejaba ver una expresión de terror. Saqué mi cuchillo y, de nuevo con mi hoja mágica, corté la pistola por la mitad, inutilizándola, pero dejando ileso al piloto, más allá de las heridas que se pudo hacer al eyectarse. Corté su paracaídas, mientras lo sujetaba del arnés con una mano y con la otra le apuntaba con el fusil.

Al llegar a la base, mis compañeros se aglomeraban en la zona de aterrizaje, celebrando y vitoreando. Al aterrizar, aparecieron dos miembros de la policía militar que se llevaron al piloto capturado y me dejaron con la celebración popular.

-Dos cazas derribados, un piloto capturado y otro muerto. Nada mal para una novata.

De vuelta en el despacho de mi madre, tuve que dar el parte de misión.

-¿Me das un segundo la gema? -Preguntó Tanya, alargando la mano.

-¿Ya me la vas a quitar? Esperaba tenerla un tiempo más -Dije, mientras le entregaba la gema a su anterior dueña.

-Para ser mi hija eres muy poco perspicaz. Voy a revisar los archivos para ver la grabación del combate.

-¿Esas cosas graban? -Pregunté, atónita

-Claro, ¿No te lo dijeron en la academia?

-No que yo recuerde, aunque puede que estuviera despistada.

-Claro que si. Seguramente estarías flirteando con la soldado Castle.

-¡MAMÁ! -Solté un grito de fastidio mientras veía a Tanya reírse en su silla.

Finalmente abrió los archivos de memoria de la gema y vió el combate.

-Nada mal para ser una Degurechaff. De hecho, creo que estás a la par con Glantz en cuanto a control del maná.

-¿Con quien?

-Nah, un viejo compañero del batallón 203. No lo conoces. Vive en el imperio. Creo que se retiró del ejército. Hace mucho que no hablo con él. Des de que... Bueno. No es hora de batallitas. Seguimos con la conversación. Tu "invitado" ha cantado como un gorrión. Nos acaba de decir la ubicación exacta de la base aérea desde donde despegaron los cazas. Su misión, al parecer, era patrullar la zona, pero se desviaron y, bueno, el resto ya lo sabes.

-Y ahora qué. -Pregunté yo. -¿Cogemos las armas, nos plantamos en su base y los desahuciamos?

La sonrisa diabólica de mi madre hablaba por sí sola.

-Para qué coño hablo -Me lamenté.

La hija de ArgentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora