« Aiden, gracias por devolverme mis sueños »
* ੈ✩‧₊˚
—Serían mil pesos—Me indicó la señora Rita observándome por sobre sus lentes. Asentí y de mi billetera negra saqué el monto que me había dicho por las cinco marraquetas que había comprado. En mi casa tomaríamos once, pero no quedaba pan, por lo que el enojo se volvió a colar en el ambiente, produciendo que ni dudara en salir a comprar.
Cuando salí de mi departamento no me encontré a ese tal Aiden, tampoco a mi vecina, lo sabía porque los había buscado con la mirada.
Me despedí de la señora Rita quién apenas me miró y salí del negocio, percibiendo el rico viento fresco chocar contra mi cara. Sonreí sin mostrar los dientes, disfrutaba tanto la sensación del viento en el rostro, de esas pequeñas cosas de la vida que te llenaban por completo, por más simple que fuera.
Golpee sin mucha fuerza con mi zapatilla una piedrecita que se había cruzado en mi camino. No quería volver..., no quería seguir escuchándolo, no quería.
Miré el cielo con la esperanza de algún día poder cambiar mi rumbo, y salir de la monotonía en la que me había visto envuelta sin siquiera darme cuenta.
¿Por qué mi mamá me había dejado con él?
—Miau—Escuché tras de mí. Me voltee bruscamente por el susto repentino que se había colado en mí y al bajar la vista me encontré con unos hermosos ojos verdes. Abrí mi boca por la sorpresa y me agaché ante la criatura de pelaje negro que estaba frente a mí.
—Hola bonito—Acerqué mi mano con intenciones de que se acercara y notara que no tenía malas intenciones. Me olió y luego se restregó buscando que le hiciera cariño—¿Estás solito?—Indagué y busqué por lo alrededores, pero no había nadie cerca, la calle estaba casi vacía. Debía ser callejero.
Volvió a ronronear y se paseó de un lado a otro junto a mí.
Sonreí.
—¿Tienes hambre?—Pregunté.
Me miró con atención y levantó su cola.
Jamás había tenido mascotas ya que a mi papá no le gustaban y no me dejó nunca tener una pese a mis súplicas, pero me gustaban mucho, encontraba a los animales seres tan nobles, mucho mejores que los humanos, por cierto.
Le acaricié bajo su barbilla, por lo que terminó por relajarse y cerró sus ojitos.
Me quedé viendo el negocio de la señora Rita, iría a comprarle comida, quizás hace cuánto que no comía.
—Espérame aquí, ¿bueno?—Le indiqué—, no me demoraré, gatito. Voy y vuelvo—Le avisé y salí corriendo nuevamente al negocio.
Pedí un poco de comida para gato y a los tres minutos ya estaba nuevamente fuera del negocio, sin embargo mi pequeño amigo ya no estaba. Me quedé viendo la calle vacía con decepción y tragué saliva.
Qué rápido me encariñaba...
Traté de ignorar el peso de mi pecho y retomé mi rumbo, aún con la esperanza de encontrarme al gatito, pero no volví a verlo, lo cual me dejó con un mal sabor de boca, quizás no debí dejarlo solo.
Suspiré y me adentré en el edificio, quizás ese mino llamado Aiden era la señal para dejar mi casa, o quizás el gatito con el que me encontré recién.
O quizás yo trataba de buscar señales donde no las había netamente para escapar de la jaula en la que me encontraba atrapada hacía años.
Negué con la cabeza y tomé las escaleras hasta llegar al segundo piso, caminé por el pasillo y escuché un fuerte estruendo, seguido de bullicios y fuertes gritos. Enarqué mis cejas, no era muy común escuchar esa clase de ruidos en el edificio.
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Pasarela de amor
Teen FictionEl Aiden se desvive por su maquina de coser, conservando el anhelo de algún día ser un reconocido diseñador de modas, mientras que la Alessia ya no cree en los sueños.