ᴠɪ

93 10 23
                                    

« Alessia, cuando vi por primera vez tus ojos tristes, mi corazón se partió en dos  »

* ੈ✩‧₊˚




—Toma.

Le tendí una taza con agua de manzanilla, esperando que surgiera efecto y que al beberlo lograra tranquilizarla. Sus ojos estaban hinchados y rojos, lucía triste y apagada. Me sentía mal por no poder hacer mucho más por ella.

Sorbeó su nariz y tomó la taza con gratitud—Gracias—Su voz volvió a crebrarse y me senté junto a ella en el sillón.

—¿Quieres hablar?

Su mirada se perdió en la taza azul y se quedó en silencio por unos segundos.

—Sé que no es sencillo, pero guardarte las cosas tampoco te traerá nada positivo.

Me miró por fin y sus cejas se arquearon. Sentí una espina en mi corazón y noté el mensaje que quiso dar, por supuesto que no era fácil, incluso yo mismo omitía mis cosas por la misma razón.

Relamió sus labios, ansiosa.

Suspiré sin poder evitarlo—Mmh... está bien, ¿qué tal si te cuento algo yo primero?—Le sonreí para que el ambiente se relajara y pudiese olvidar un poco sus penas.

Asintió lentamente.

—¿Recuerdas que hoy me quedé en blanco cuando pobré tu omelette?

Sus ojos pardo se abrieron de sobremanera.

—Sabía que no eran rollos míos.

—Y acertaste—Me reí levemente—, te pido disculpas también, no quería que lo malinterpretaras como que no me había gustado, más bien fue lo contrario.

—¿Cómo así?—Preguntó en un susurro apenas audible.

Me pasé las palmas de mis manos por mis pantalones, me costaba hablar de aquello.

Tomé aire.

—Me recordó al omelette que me preparaba mi abuela cuando chico—Confesé nervioso—, tu desayuno me hizo devolver en el tiempo.

Soltó un sollozo y se llevó un pañuelo a la nariz.

—Perdón—Lloriqueó.

Ladee la cabeza sin entender.

—Oh pero no llores, no fue nada malo. Incluso te agradezco, reviviste un recuerdo que creí perdido en el tiempo. Fue incluso especial, Alessia—Intenté tranquilizarla, acercando mi mano a su hombro.

—¿En serio?—Consultó inocente.

—Tu omelette fue maravilloso—Aseguré  feliz de elogiarla.

Su boca se abrió en forma de "o" y su cara enrojeció apenas oyó aquello.

—No fue para tanto—Volvió a echarse abajo.

Fruncí el ceño.

—¿Cómo que no?

Negó y me dedicó una débil sonrisa—Disculpa, no estoy acostumbrada a que me digan cosas lindas, por eso.

Esta vez el sorprendido fui yo, en blanco ante sus palabras, mirándola bobo sin poder creerme lo que había oído.

Ahora entendía muchas cosas.

Sentí que mi mirada también se apagaba, las piezas comenzaban a encajar y no me gustaba el camino que estaban emprendiendo.

—Acostúmbrate, porque de mí oirás muchas—Acaricié su nuca, dulce y no quise ondear mucho más, a menos que ella decidiera contarme. No la presionaría.

Pasarela de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora