8. Los amigos del chico misterio

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Solté algo más parecido a un bufido que a un suspiro cuando me encontré enfrente de la casa de Aidan.

Nunca había tenido tantas ganas de matar a Kacey como está mañana cuando inventó la excusa más barata en la historia de las excusas para no venir hoy a terminar la presentación para el proyecto del martes, en el que Aidan ella y yo formamos equipo. Según ella, su abuela "la excéntrica millonaria" llegaba de Montecarlo y tenía que pasar tiempo con ella. Sonrió como boba cuando la juzgué con la mirada, sabía muy bien que su abuela jamás vendría a un tonto pueblo de sus largas e intensas vacaciones en Europa, solo para ver a su nieta. «Mi Nana si viene» fue lo que me dijo cuando notó que ya la había descubierto en su artimaña.

El caso es que Kacey logró zafarse como lo tenía previsto porque Aidan la entendió a la perfección, y le aseguró que entre él y yo podíamos terminar el proyecto. Así, Kacey obtuvo lo que quería: lograr que Aidan y yo termináramos el proyecto, solos, para que al final terminara por agradarme Aidan y logremos ser amigos. Es tan predecible esta amiga mía. Además, desde que conoció a Adam ayer, esa mujer ha estado actuando muy extraño.

Toque el timbre pensando en qué sonrisa pondría al ver al hermano de Aidan. Quería estar preparada. La verdad es muy amable. Escuché un «Voy» fuerte desde adentro de lo que parecía ser la voz de Aidan y unos feroces ladridos furiosos de lo que parecía ser un enorme monstruo.

Aidan abrió la puerta con dificultad y dejó entre ver a un gigante San Bernardo intentando cruzar su pierna para llegar hasta mí.

—Hola, Raven —Aidan sonrió, evitando con sus piernas, y también sus brazos, que él perro me saltará encima. Apenas me vió el animal, no dejó de ladrar. Pero, en vez de ser ladridos de amenazas, como pensé en un principio, parecían ladridos de emoción. Me quedé estática—. Pasa Raven.

Al momento en que vi su rostro recordé lo que pasó ayer en este lugar. Lo que había entendido fue algo un poco difícil de asimilar para mí. Que él siempre había estado ahí, que lo que tanto buscaba estaba frente a mis narices, solo que lo había perdido de vista por muchos años.

Aidan, era las respuestas a todas mis preguntas de niña. Había llegado a mi después de 10 años sin recordarlo. Cuando me enteré de que era probable que se hubiera mudado, dejé de buscarlo y de preguntarme por él, de inmiscuirme en su vida y de tratar de adivinar qué le ocurría en ese entonces. Pero ahora que ha estado tan cerca de mí se me ha hecho más fácil conocerlo, y pensar que quizás estuve equivocada tanto tiempo, quizás lo que había vivido era algo normal o algo que no le causó mayor problema.

Sé que era ilógico pensar así después de lo que había visto en su casa cuando lo conocí, pero tal vez debería dejar a un lado el pasado y darme cuenta de la realidad del hoy.

De nuevo había venido por el proyecto, ayer tan solo teníamos un adelanto increíble, pero aún faltaban ciertos detalles.

Me percaté de esa sonrisa tímida que Aidan tenía y  me sentí un poco apenada. Él era muy lindo, debía admitirlo, y estar sola con él y sin Kacey me ponía nerviosa, no podía entender por qué, supongo era porque no teníamos mucha confianza.

—Hola, Aidan —dije, y pude sentir que dejé mostrar una sonrisa pequeña.

Lo miré unos minutos. Su cabello lucía un poco desordenado, sus ojos me hacían creer que recién se levantaba de una larga siesta. Vestía una camisa blanca y un mono color verde agua, sin duda sabía que vendría pero en esta ocasión no le molestó el arreglarse demasiado, con todo y eso, se seguía viendo igual de bien que siempre.

—Pasa —repitió abriendo un poco más la puerta para que no me estorbara.

Di pasos adelante y el me señaló un sofá para que tomara asiento allí.

Dulce pero Psicópata © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora