Capítulo 7

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A la mañana siguiente, Tortuga estaba casi normal. Un poco nervioso, pero podría haber sido la emoción de estar tan cerca de encontrar su winglet de nuevo.

Sus amigos... y entonces probablemente me abandonará, se dio cuenta Peligro. Supuso que los demás no estarían muy contentos de que ella viniera. Especialmente ese Ala Helada, si es que todavía estaba vivo y por ahí.

Bueno, si tenía que encontrar a Escarlata por su cuenta, eso era probablemente mejor de todos modos.

Se sentó en la roca donde había dormido, observando a Tortuga chapotear después de su desayuno. Llevaba una pequeña bolsa impermeable alrededor del cuello, que esta mañana parecía más pesada de lo habitual. Por la forma en que golpeaba contra su pecho, Peligro adivinó que había metido allí una de las piedras del río.

Su único accesorio era un brazalete de oro con tres piedras negras brillantes engarzadas en él, además de tres agujeros donde parecía que debían estar otras piedras. Peligro se había dado cuenta de que jugueteaba con cuando estaba nervioso, metiendo las garras en los agujeros y tirando del brazalete hacia arriba y hacia abajo.

—¿Por qué me estás mirando mal? —preguntó Tortuga.

—No te estoy MIRANDO MAL —dijo Peligro. —Esta es mi CARA—.

—Tu cara parece que me odia hoy —observó Tortuga. —¿Puedes recordarle que en realidad soy bastante agradable?—

Peligro se concentró en su expresión por un momento, pero pudo sentir que su ceño se fruncía cada vez más. —Muy bien, ahora te estoy mirando mal —dijo. —¿Podemos seguir con este molesto día ya?—

—¿Estás nerviosa por ir a Posibilidad? —dijo Tortuga con astucia. —No tendremos que estar allí mucho tiempo. Tal vez nadie se dé cuenta de tu presencia—.

—Realmente no tienes ni idea de lo que es ser yo —dijo Peligro, arqueando el cuello y abriendo las alas. El sol naciente se estrelló contra sus escamas y se dispersó en reflejos anaranjados brillantes en el agua debajo de ella. —NUNCA he dejado de llamar la atención. Eso no es una opción para mí. Imagina que mi vida es literalmente lo contrario a la tuya—.

No respondió. Peligro entornó los ojos y se dio cuenta de que estaba mirando un punto de la fangosa orilla del río.

—¿Qué? —preguntó ella. —¿Qué es tan fascinante?—

—Supongo que estas huellas de garras no son tuyas —dijo.

Peligro saltó al río y chapoteó hacia él, levantando nubes de vapor a su alrededor. Tortuga no se agitó en pánico como lo harían la mayoría de los dragones. Se acercó en silencio para que ella pudiera ver el barro, donde había un conjunto de huellas claramente incrustadas, junto con el barrido de una cola a su alrededor.

Alguien había estado de pie aquí, y luego sentado aquí, muy recientemente. Alguien más grande que Peligro, de cara al río... de cara a la roca donde había estado durmiendo.

—¿HOLA? —gritó Peligro, haciendo saltar a Tortuga. —Si nos estás espiando, ¡sal de una vez!—

Tortuga se frotó las orejas. —Así que el sigilo tampoco es tu fuerte, ya veo—.

—Lo siento —dijo Peligro sin arrepentirse. —Sé que es tu único fuerte. SEAS QUIEN SEAS, SAL Y DI LO QUE TENGAS QUE DECIR—.

No hubo respuesta. Las hojas de los árboles susurraban en silencio, como si cotillearan sobre la loca dragona de cobre que gritaba a la nada.

Peligro se encogió de hombros. —Supongo que se fue. Tal vez sólo querían echar un vistazo a un monstruo de fuego. O tal vez pensó que yo era Escarlata y luego se dio cuenta de quién soy y huyó aterrorizado. Podría ser eso—.

Alas de Fuego #8: Escapando del peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora