Capítulo 15

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En el silencio que se produjo, el único sonido fue el de Rubí inhalando bruscamente.

—Es un hechizo —dijo —¿Qué le has hecho? —Se giró hacia Escarlata.

Detrás de ella, en el grupo de guardias Alas Celestes que ahora aleteaban y susurraban entre ellos, Peligro vio a dos de ellos deslizarse hacia el cielo y girar para volar hacia el sur. Si estaban tramando algo, no podía imaginarse qué podía ser, así que decidió que no era necesario señalárselo a la reina, que en cualquier caso estaba bastante ocupada poniendo a Rubí una expresión exageradamente sorprendida.

—¡No he hecho nada en absoluto! —protestó Escarlata, agitando las alas. —Peligro es mi súbdita más leal, como siempre lo ha sido. Por eso es mi campeona y tú vas a morir pronto.

—Peligro nunca se olvidaría de Cieno —dijo Rubí. —¿Cómo lo borraste de su cerebro? ¿Qué clase de horrible objeto tocado por un animus te hizo poner tus garras?—

—Oye, no estoy bajo un hechizo —intervino Peligro. —Es que no sé de quién estás hablando. No tengo una gran memoria. No hace falta que te pongas hasta arriba de humo y te molestes.

Al otro lado de la Reina Escarlata, unas escamas anaranjadas se movieron, y Peligro recordó que su padre estaba allí, escuchando.

Su padre...

—Cieno es el dragón que te cambió —dijo Rubí. —Al menos, según tú. Es uno de los dragonets de la profecía que acabó con la guerra. ¿Recuerdas? Os conocisteis en la arena. Le salvaste la vida en el Reino de Arena cuando le mordió una Víbora Mordisca de Dragón. Él es... —Se detuvo y miró sus garras. —Es el único dragón que estuvo dispuesto a darte una segunda oportunidad.

—Bueno, ahí estoy yo —dijo Escarlata con suavidad. —La dragona que te dio tu primera oportunidad y nunca requirió una segunda. Eso es todo lo que necesitas recordar. Yo soy la que se preocupa por ti.

Eso parecía cierto.

Y no es cierto.

—Espera. Está Tortuga —soltó Peligro. Era el único dragón en el que podía pensar que había sido amable con ella. Se reía de sus bromas, incluso de las que Peligro no había hecho a propósito. Se acordó de eso.

Y espera, ¿por qué iba a ser Tortuga su amigo si realmente era el arma peligrosa de Escarlata?

Le gustaba con mis escamas de fuego. Pero sin mi reina.

—¿Quién es Tortuga? —dijo su padre tenso. Miró a la Reina Escarlata. —Nunca mencionaste a nadie llamado Tortuga.

—De todos modos —dijo Escarlata. —Estábamos en medio de una maravillosa y pacífica transferencia de poder. Rubí, querida, como obviamente ya no puedo confiar en ti, voy a tener que encerrarte hasta que se me ocurra qué hacer contigo. Me estoy imaginando algún tipo de gran ejecución ceremonial, tal vez para celebrar que mi arena vuelve a ser una arena, como se supone que debe ser.

—Pero Acantilado... —empezó Rubí.

—Estará bien —dijo Escarlata. —A salvo con su querida abuela. Por ahora. Al menos hasta que todo este malentendido se aclare del todo y el equilibrio de poder vuelva a estar donde debe estar. Guardias —añadió con tono de mando —llevad a Rubí a la prisión del Gran Salón, aquella en la que teníamos a Rapaz. Encerradla y luego notificar a todos los cobardes de este palacio que es hora de salir y jurar su lealtad a mí.

Hubo una larga y terrible pausa que se sintió como si alguien tomara un ala de dragón y la estirara... la estirara justo... más allá de... su extensión...

Alas de Fuego #8: Escapando del peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora