Todo era normal de nuevo, de un tono gris, como sus ojos. No los olvidaba desde esa extraña y placentera noche.
Mis compañeros seguían añorando su antigua vida, sus mujeres e hijos, que probablemente no volverían a ver. ¿Qué?, solamente soy realista.
Habíamos tenido varios entrenamientos, pero no había forjado ninguna amistad con estos energúmenos, tal y como había supuesto al marchar.
Mientras comía volvía a pensar en él, en su precioso mundo negro, en el que me quería perder; Y no, no lo he vuelto a ver, tampoco lo creo necesario, solo siento atracción por ese misterio que le rodea, no soy la típica salvadora de hombres heridos, y mucho menos inseguros. Me encanta imaginar como se hizo esas pequeñas y grandes cicatrices en su cuerpo.
Harrington debería de saber quien es, pero no se si soy apta de tener esa clase de información que supongo es confidencial, ya que no es un tío que se pasee por las habitaciones y mucho menos los pasillos, su lugar favorito son las duchas, lo que me lleva a pensar que tal vez es gay, pero frustrado, ya que soy la única mujer que ha pasado por aquí en años.
- Eh, tú, tienes entrenamiento, andando - Un tipo que ni conocía se hizo presente. No se parecía a él y mucho menos a Harrington, tenía esos aires de tipo duro e inalcanzable pero estoy segura que si una tía se le cruzaba se arrodillaría ante ella. No media más de 1,80; Sin duda no era él.
El día proseguía en su total calma, no quería pensar, me tiré en la cama.