Harrignton
esa fue la primera cara que vi al despertarme, o mejor dicho, cabeza.
Si, su cabeza estaba colgada en la litera que había encima de mi y era yo la única que tenía la vista plena y directa de él.
Todos estaban a mi alrededor como si fuera una obra de arte, joder, estaba buena, pero tampoco para tanto. En el momento en que grité todos fuera apareció Jack con cara de... ¿asustado?, no lo sé, Jack no deja que su mente traspase sus emociones a su rostro.
¿Debería parecer aterrorizada para que pensaran que no me lo había cargado yo? No, nunca rompería esa coraza y menos para desmontar teorías de gilipollas descerebrados.
Al levantarme de la cama, después de estar un rato sentada; me percaté de que estaba acostada encima de un GRAN charco de sangre y que por supuesto mis manos y resto de mi cuerpo también estaba manchado de ese líquido viscoso con sabor a hierro.
¿Qué has hecho?
Fue la primera frase que me pasó por la cabeza y no dejé que estuviera presente más de unos segundos, unos largos segundos.
-¿Sé puede saber que cojones has hecho?- Y sí, ese era Jack, culpándome de algo tan obsceno que parecía hecho por mí. Si yo misma he dudado de mí ¿Por qué él no lo iba a hacer?
-Joder Jack, parece mentira, pero soy la menos involucrada en esto- Saqué mi niña interior que había estado muchos años encerrada y que solo con Jack podía sacar sin que se diese cuenta de que lo que expulsaba por la boca, no lo sentía y mucho menos lo padecía; Intentaba parecer a su amada Guilia, una niña indefensa, llorica y con necesidad de mantener relaciones para sentirse segura. Eso era lo que a Jack le gustaba más que una de mis mamadas, que lo necesitara.
-Dios T/N, tranquila, conmigo estas a salvo- Y ahí estaba el caballero apunto de rescatar a la dama del desastre que ni ella ni él habían cometido, un desastre que se quedaría y moriría en ese maldito campamento de bastardos e inútiles. Con Jack como mandamás no había nada que temer, yo por lo menos, no lo tenía.
