I.

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Kara POV.

Las luces centelleantes de la abrumadora decoración navideña de toda la oficina de Catco, me tiene justo al borde de una intensa y dolorosa migraña. No sé ni siquiera qué hago aquí rodeada de toda esta gente feliz, ¿O acaso están fingiendo estarlo? Porque no puede ser qué un montón de adultos cómo yo, crean en un ser mágico que trae regalos y alegría para todos; porque yo ciertamente dejé de creer en ese engaño a muy temprana edad, y desde ese entonces le perdí todo el sentido a todo esto. Aunque tal vez pueda entender la ilusión de los niños inocentes sobre ésta fecha, pero definitivamente no la entiendo en lo absoluto para todos los adultos que se regocijan cómo nunca en la fiesta navideña de la oficina.

Juro qué desearía estar en cualquier otro lugar, para no estar aquí supuestamente celebrando una Navidad en la qué no creo, pero mi jefa, Cat Grant, había sido bastante insistente en la obligatoriedad de esta reunión, para mí completo disgusto y así fue cómo terminé aquí, siendo el punto de sal entre toda la dulce felicidad de mis compañeros de trabajo.

- Deberías parar.- pide mi amiga, Nia, llegando a mi lado y la observo sin entender. - Deberías parar de sonreír, porque tu boca debe estar doliendo de tanto hacerlo.- bromea, sacando su lengua hacia mí poco después y viro los ojos por su juego de palabras. - No estoy sonriendo.- gruño a ella y Nia estalla en risas por mi respuesta. - Ese es el punto, Kara, no estás sonriendo y es nochebuena, ¿Entiendes lo qué quiero decirte?- me cuestiona con algo de seriedad, y entiendo la preocupación de mi amiga por mi estado anímico, pero no puedo hacer nada para que me guste esta fecha. - No importa qué sea nochebuena cómo dices, porque sabes qué no creo en la Navidad, así que no tengo motivos para estar sonriendo ésta noche.- le respondo simplemente, encogiéndome de hombros a ella. Llevo mi copa de vino a mi boca, disfrutando al instante del rico sabor de mi bebida. - Aseguras eso, más sin embargo aquí estás.- señala mirando de reojo toda la fiesta, antes de volver su mirada en mi dirección. - Estoy aquí porque Cat me obligó, porque sí fuera por mí estaría en mi apartamento durmiendo profundamente.- le aseguro y ella suspira frustrada al escucharme. - Lo sé y es una suerte qué no puedas decirle que no a Cat, porque de lo contrario no habría podido ver a mi mejor amiga hoy.- declara en tono algo bromista y saco la lengua divertida en su dirección. - Aún no entiendo cómo es que no te gusta ésta fecha, porque definitivamente es la mejor de todo el año.- me asegura y niego con ligeros movimientos de cabeza sus palabras. - No creo que un hombre viejo y panzón entre cada año por todas las casas en el mundo repartiendo regalos a cada persona.- le digo defendiendo mi disgusto por la fecha, recordando que desde los 8 años, Santa dejó supuestamente de darme regalos y lo digo así porque esa misma fecha coincide con el doloroso divorcio de mis padres. - Bueno, desde el punto de vista lógico, eso no parece posible, pero me resulta lindo pensar qué algo así sucede en este mundo, porque eso nos da esperanza a todos, ¿Sabes?- me dice y sus ojos brillan mientras explica su punto de vista. - En verdad respeto lo qué me dices, Nia, pero eso no significa qué crea en algo de toda esta época, porque no es así y bien sabes que la Navidad nunca ha sido algo interesante para mí.- le aseguro tranquilamente, mientras dejo mi copa vacía sobre mi escritorio. - Creo qué me iré.- le aviso y ella me mira asustada. - ¿Irte? Kara, ni siquiera es medianoche, y nuestros compañeros no están lo suficientemente borrachos cómo para hacer algo de lo que podamos burlarnos por todo el año que viene.- dice con seriedad y sonrío por su preocupación. - Confío en ti para que me cuentes todo lo que ocurra cuándo me vaya.- le digo y ella asiente sin mucha convicción a mí. - No quiero qué pases sola esta noche, Kara, no en nochebuena.- menciona y me encojo ligeramente de hombros me levanto de mi cómoda silla. - Hoy es una noche cómo cualquier otra, así que no tienes que preocuparte por mí y por favor disfruta de ésta fiesta que tanto te gusta, porque eso me hará feliz y lo digo en serio.- le aseguro y me acerco a ella para abrazarla cómo despedida y Nia me atrapa con fuerza entre sus brazos. - Te quiero mucho, amiga.- susurro, separándome de nuestro abrazo y ella me sonríe ampliamente de vuelta. - Y yo te quiero a ti, Kara. Tú eres mi mejor amiga y aunque no creas en ella, te deseo una feliz navidad.- murmura sonriente y asiento ligeramente a ella porque no quiero seguir discutiendo lo mismo y sé que mi amiga sólo quiero cosas buenas para mí y por supuesto las aceptaré. - Adiós, Nia, cuídate mucho.- le digo y empiezo a caminar lentamente lejos de ella. - Adiós, Kara, y espero qué este año tengas tú milagro navideño.- grita detrás de mí y bufo divertida por sus palabras, pensando en qué la Navidad no existe y que los milagros navideños no suceden jamás.

Salgo sin ninguna prisa de Catco y el frío de la noche llena por completo todo mi cuerpo y siento mis pulmones quemarse al respirar profundamente toda esa ventisca intensamente fresca de ésta noche. Me abrazo fuertemente para darme algo de calor y agradezco estar tan abrigada, mientras empiezo a caminar rápidamente con dirección a mi cálido apartamento, bajo la lluvia de nieve sobre mi cabeza.

Largos minutos de camino después, estoy completamente empapada en nieve y con un frío de muerte que siento hasta en mis huesos, mientras entro tambaleante a mi apartamento vacío. Luego, cierro la puerta con una suave patada y después empiezo a quitar todo el exceso de nieve de mi cabello, y cuándo acabo, empiezo a quitar la nieve de mi largo abrigo negro.

Y una vez qué estoy completamente limpia, quito el abrigo de mi cuerpo y lo dejo descartado en mi sofá, antes de empezar a caminar hasta mi habitación, desnudándome poco a poco. Entró segundos después a mi acogedora habitación completamente desnuda y enseguida me dirijo hasta mi amplio armario, y al llegar a éste, tomo una larga pijama entre mis manos, que enseguida empiezo a vestir para cubrir mi cuerpo y darme algo de calidez, antes de dirigirme a mi acolchada cama. Me acomodo con deleite sobre la suave y cálida superficie, y las cobijas sobre mi cuerpo me hacen querer nunca abandonar mi pequeño refugio, del cuál estuve tan alejada por esa tonta fiesta navideña.

Antes de entregarme al profundo sueño que siento producto del cansancio de todo el día y ayudado por todo el vino que tomé esta noche, observo mi mesita de noche a un lado de mi cama y veo en el reloj sobre ésta qué son las 12 en punto de la madrugada del 25 de diciembre y ya es finalmente Navidad, cómo tanto le gusta a mi amiga y sonrío divertida, recordando su deseo de un milagro navideño para mí, cómo sí Santa Claus existiera; y cómo sí alguna vez pudiera volver a creer en él; porque estoy totalmente segura de qué ni siquiera teniéndolo de frente, podría volver a creer en la ilusión perfecta que crearon todos los hombres inventando así la Navidad.

XXVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora