Epílogo.

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Cuándo le pregunté a Lena sí quería ser mi esposa y ella me concedió ese gran honor, dándole esa nueva etapa a nuestro profundo amor, creí qué la vida no podía ser mejor qué en ese instante y por varios días sólo disfrutamos asimilando nuestro compromiso, estando encerradas en su cabaña lejos de todo el mundo en el precioso Polo Norte y confirmé qué estaba viviendo todo lo que siempre quise de la mano de la mujer qué amo y eso es más qué suficiente para mí.

Pero luego llegaron los momentos de empezar a organizar cada detalle de nuestro matrimonio, y con cada pequeña cosa que elegíamos, la alegría en mi pecho sólo crecía y crecía por estar definiendo todo para nuestra fecha especial y aunque sabía qué Lena podía sólo chasquear sus dedos y organizar todo en un instante, ambas decidimos hacer caso omiso a esa pequeña verdad y por varios meses planeamos, creamos y dispusimos cada pequeña cosa para qué el día de nuestra boda todo fuera más qué perfecto, aunque cada latido de mi corazón me decía que ya todo estaba en orden desde el momento en qué conocí a mi ojiverde.

Y entonces me dí cuenta de qué la vida podía ser aún mejor de lo qué ya estaba siendo conmigo, cuándo después de tanto esperar y planificar, el día de nuestra boda finalmente llegó en medio de una felicidad inagotable a pesar del esfuerzo diario de nuestros trabajos y los problemas qué nunca faltan en cada día; y mientras mi familia y todos nuestros amigos nos acompañaban cómo testigos de nuestra unión en una fresca tarde de otoño, con las hojas cayendo sobre nuestras cabezas hasta el suelo decorando todo el jardín de la amplia mansión Luthor y la naturaleza qué tanto amo sirvió cómo el más hermoso fondo en el día más esperado de nuestras vidas y justamente al lado de la única mujer qué he amado; qué se veía más hermosa qué de costumbre vistiendo su vestido de novia pulcramente blanco qué resaltaba cada una de sus abundantes curvas y juro qué me robaba todo el aliento de mis pulmones en cada segundo qué mis ojos se posaban en ella.

Esa preciosa tarde lloré de felicidad y las lágrimas caían sin prisas de mis ojos mientras juraba mi amor eterno a Lena, mi preciosa Santa Claus; y ella no estaba mucho mejor qué yo tan llenas de sentimientos, así que ambas fuimos abrigadas por los brazos y palabras cariñosas de nuestros invitados hasta, qué poco a poco volvimos a estar en control de nuestras emociones y entonces pudimos disfrutar lo que quedaba de nuestro día y de toda la fiesta qué con tanto esmero planeamos para nuestro día en compañía de todos nuestros invitados; y cuándo la noche llegó y el día acabó poco después, fue el Polo Norte el lugar qué escogimos para consumar nuestra eterna unión entre besos ardientes, fervientes caricias, así cómo todos nuestros cuerpos tan desnudos y tan unidos en el fuego de nuestra pasión alentada por nuestro amor, qué nos consumió hasta qué el sol de la mañana iluminó todo nuestro hogar; antes de viajar en un rápido chasquido de sus dedos hasta una paradisíaca playa en el Caribe para nuestra extensa luna de miel, autorizada a durar mucho tiempo por la mismísima Cat Grant, porque mi jefa por supuesto estaba encantada con la idea de qué una de sus reporteras se hubiera casado con una de las empresarias más importantes del país y por supuesto tomé toda la ventaja qué eso me dió, sólo para estar mucho tiempo libre con mi hermosa esposa; y cuándo Cat exigiera detalles de nuestra luna de miel o cualquier persona me preguntara sobre nuestra vida matrimonial, la única respuesta qué darán mis labios, será qué tengo la mejor vida junto a la mejor mujer qué ha pisado la Tierra, y qué ella tiene el corazón más bondadoso del mundo y se lo entrega a todos por igual por causa de ese amor; y yo soy la más orgullosa por todo lo qué es, tanto en su vida humana cómo Santa Claus y cada día me hago a la idea de todo lo que ella es y mejor aún de todo lo que somos juntas.

Es nostálgico pensar en todo lo que tengo y cómo empezó la mejor etapa de mi vida, y jamás me cansaré de agradecer a la vida permitirme todo esto y a Nia por pedir un milagro navideño qué llevó a Lena benditamente conmigo; porque ese sin duda fue el primer paso para enamorarnos, para unir nuestras vidas separadas en una sola, creciendo, rompiéndonos y haciéndonos más fuertes qué nunca día tras día; y ahora después de tantos años juntas, es tan acogedor y enternecedor estar en el lugar dónde cuándo apenas era una niña renegué de la idea de Santa Claus y dónde años después ella me pidió ser su novia, justo dónde la hice totalmente mía por primera vez y ella me hizo tan suya cómo sé qué estábamos destinadas; y eso sólo fue posible por el amoroso corazón de mi madre, qué cómo regalo de bodas y llena de emoción por nuestra felicidad, nos entregó las escrituras de mi hogar de infancia qué tanto significaba para nosotras y qué ahora es nuestro hogar para vivir lo mejor de nuestras vidas.

Y no me imaginaba pidiéndole nada más a la vida o a Lena, porque en mi mente y en mi corazón estaba totalmente agradecida por todas las bendiciones recibidas y no me faltaba nada más; pero entonces una prueba de embarazo positiva entre mis temblorosas manos, me demostró cuánto me faltaba por disfrutar y ser feliz, porque una nueva vida estaba creciendo dentro de mi vientre, una pequeña parte de Lena y mía unidas para siempre y qué extendería el amor en nuestra creciente familia.

Mes con mes mi vientre se abultaba con nuestro pequeño creciendo fuerte, haciéndonos sumamente feliz a sus mamis. Es increíblemente maravilloso qué el único deseo qué Lena ha pedido para sí misma, nos dé el regalo más hermoso a más dos, y me encanta imaginar a nuestro bebé creciendo y viviendo las mismas experiencias qué yo misma disfruté mientras crecía, porque sin duda Midvale es el mejor lugar para crecer.

Y cuándo llegó el momento de traer a nuestro hijo al mundo, entre quejidos de dolor y luego de una larga noche de trabajo de parto con mi amada esposa entre mis piernas ayudándome a traer a nuestro mayor regalo con nosotras, Noel Luthor Danvers, nuestro pequeño pedazo de amor nos dió a conocer su vida y toda su fuerza con un estruendoso llanto en medio de la acogedora sala de nuestra casa en la madrugada de un 31 de Diciembre, irónicamente el mismo día qué Lena y yo cumplimos un aniversario más de noviazgo y el nacimiento de nuestro precioso retoño fue la mejor celebración y regalo para ambas, a pesar de todo el dolor insoportable qué sentía en todo mi cuerpo luego de pujar incansablemente toda la noche, pero nuestro hijo valía todo eso y más porque es lo más hermoso del mundo porque Noel es totalmente nuestro, sangre de nuestra sangre, uniéndonos a Lena y a mí para siempre de una divina y angélica forma. Él nació con unos cortos cabellos negros idénticos a los de su madre, con su piel tan blanca cómo el Polo Norte y con una sonrisa desdentada preciosa y qué me recordó a mi forma alegre de sonreír, y qué nos mostró cuándo Lena lo trajo en sus brazos hasta los míos y al instante nuestro pequeño Noel sonrío con calma y tan ampliamente qué arrugó tiernamente su sonrojado rostro, matándonos de amor a mi esposa y a mí porque definitivamente nuestro hijo es lo mejor de nosotras y lo ha sido desde el instante en qué felizmente confirmé qué lo estaba esperando.

Y ahora ocho años después del día más hermoso de mi vida, sigo aquí en el hogar qué tanto anhelé tener junto a mi amada esposa, con una amplia carrera en el periodismo y con un premio Pulitzer recién entregado a mi por mi dedicación y fui la más feliz teniendo a Lena y a Noel conmigo, mis dos amores en una importante ocasión para mi vida profesional, pero sin dudas mi mayor logro ha sido mi familia. Y es que junto a Lena hemos sido amigas, compañeras, apasionadas amantes, unas comprensivas esposas, hicimos mamás juntas y formamos la familia amorosa qué tanto deseamos. Y tal cómo ella prometió hace tantos años, Lena empezó a envejecer junto conmigo porque ya tenemos con nosotras a nuestro hijo qué lleva en sus venas el don y el querer de hacer el bien en cada año al igual qué su mami; y mientras sigo viendo jugar a mi pequeño ojiazul con sus cabellos tan negros revoloteando con el fresco viento en medio del patio trasero de nuestro hogar, lleno de sonrisas en sus labios mientras juega con su perro, Krypto, el último regalo de su madre por Navidad, y con Lena sosteniéndome con cariño entre sus brazos cuidando ambas a Noel desde muy cerca, no puedo dejar de pensar qué en algunos años nuestro bebé será todo un hombre, con la gran responsabilidad qué pesa todavía sobre los hombros de mi esposa y sólo puedo querer cómo toda madre con sus hijos, qué le vaya bien y qué entienda la importancia de su trabajo porque aunque antes no lo quería aceptar y lo rechazaba, cómo la señora Claus qué soy desde hace años y por todo el amor qué siento por mi esposa, no puedo dejar de pedir porque ese legado de amor de Santa Claus continúe con nuestro amado hijo, Noel.

Y después de toda una vida junto al amor de mi vida y nuestra pequeña familia juntas, sólo puedo decir qué los milagros sí existen y qué suceden cuándo menos los esperamos y sobre todo cuándo más los necesitamos; y sí sabemos esperar, nuestra vida será extraordinaria cuándo tengamos eso qué nunca nos atrevimos a pedir por nosotros mismos, pero qué la vida nos dió cómo tanto merecemos, así cómo sucedió con mi Lena y nuestro hijo, Noel, y al igual que ha sucedido desde el principio de la historia y continuará mucho después de qué dejemos esta Tierra, porque sin lugar a dudas, el amor es la fuerza más grande de todas; y yo vivo esa preciosa verdad cada día con mis dos amores por y para siempre.

                                                                FIN.



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