Me paré frente al altar apretando las Sagradas Escrituras en mis manos, escuchando por lo bajo los murmullos de los invitados, varios felices por esta magnífica unión entre la hija del Rey Lir IV y el primo del cardenal Seagrave.
Canciller, me corrijo.
Esta es mi primera aparición oficial como cardenal y estoy odiando cada segundo.
Benedict Sonnet, el rey Lir IV, me observó en la primera fila y asintió dándome a entender que ya debería estar comenzando la ceremonia y tuve que guardar todas mis emociones con respecto a esto.
Mi desacuerdo que le manifesté a él y lo que le pedí en su momento.
Odiaba este matrimonio que lo maldeciría sin importarme el sacrilegio que cometo con mis pensamientos al insultar la ceremonia.
En ese momento entró Franco Seagrave, el maldito hijo de perra, para posicionarse frente a mí en la tarima. Se rascó la barba que contenía algunas canas, y de inmediato tengo ganas de lanzar un puñetazo en su rostro hasta dejarlo irreconocible y posiblemente muerto.
La llama de resentimiento y cólera se sentó de golpe en mi estómago, observándolo. Tuvo la osadía de no mirarme, indiferente ante todo lo que estaba sucediendo y el cambio que tendrá en su vida. Solo que él no lo valoraba como merecía.
Apreté el libro con fuerza.
El cambio de la música nupcial fue susceptible a los invitados, quienes voltearon el rostro hacia la entrada de la Santa Iglesia dentro del palacio real.
Entraron los padrinos tanto del novio como de la novia en una cuadrilla, entre ellos el hijo mayor de Sonnet, Ludovico. En medio de la línea de personas, viene Romane Sonnet, la novia del momento e hija de Benedict.
Mi pecho empezó a dar golpes furiosos y un anhelo se asentó en mi estómago, viéndola caminar hacia el altar donde determinará su estado social como mujer casada.
Romane tenía puesto un vestido blanco marfil, largo y ajustado a la cintura y caía en forma campana, decorado en montones de tul en un diseño del siglo XVII. Una princesa. Deja sus hombros descubiertos y de los brazos caen tul, el escote decorado en encaje con algunos diseños de flores.
Sentí el peso de su mirada y tragó en seco, seguramente de los nervios. Pero en todo momento me miró a mí y no a su prometido mientras caminó por el largo pasillo.
Se ve preciosa, quería decirle.
El anhelo volvió con fuerza y la picazón de mis dedos llamaban con tocar su rostro y cabello oscuro espeso.
Subió al altar, al lado del novio, y capté el aroma a manzanas frescas bajo el desagradable perfume dulce que le regalaron y no es el mío. Franco recogió su mano y tomó todo de mi para no apartarlo y cortarle la mano por tocarla.
Sonnet carraspeó, llamándome la atención.
Todos esperaban a que hablara.
—Estamos reunidos aquí para la unión de Romane Sonnet y Franco Seagrave... —pronuncié, sonando indiferente, pero las palabras me sabían a vinagre rancio —, en sagrado matrimonio.
Ella se está casando con otro y no puedo hacer nada porque es orden de Sonnet, su padre, para asegurarse en el trono y la amenaza que se está presentando contra todos. Sin embargo, en el fondo, también lo hace por aprobación por el dichoso rumor que circula de su hija.
El rumor que fue un escándalo en la corte, porque hubo testigos de que la vieron.
Nos vieron juntos, semidesnudos.
Apreté los dientes mientras oficiaba el matrimonio a regañadientes.
Romane esbozaba una leve sonrisa hacia Franco, quien no le correspondió. Y mi pecho se hundió.
Él no la querrá como yo la quiero, no la cuidará como lo hago yo, no le dará el mundo como quiero hacerlo.
—Los declaro marido y mujer.
Finalicé, tragándome la amargura.
Acabo de perder algo que quería más que nada en el mundo y, a no ser que lo mate con mis manos, no puedo hacer nada si quiero seguir teniendo de mi lado a Sonnet, el rey de Corentine.
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CORRUPTO
Romance|+18| ❝No hay inocencia más dulce que su gentil pecado❞ Sinopsis completa adentro (actualizaciones lentas)