VIII

920 96 10
                                    

En lo profundo del sueño, Yuuji logró escuchar unas voces a lo lejos. Gritos o, más bien, maldiciones que poco a poco se hacían más claras para su mente. Abrió los ojos al sentir unas manos heladas sobre sus tibias mejillas.

Se quejó cuando trato de sentarse, el dolor intenso de su cadera hizo que su mente se aclarar por completo, viendo con atención su alrededor. Satoru no estaba por ningún lado solo Junpei agitando los brazos, furioso por alguna razón.

- ¡Ese animal ni siquiera se contuvo contigo!

Yuuji frunció el ceño, sorprendido.

- ¿Junpei?

- ¡Mira tu cuerpo! -gritó enardecido-. ¡Estás todo marcado por esa bestia!

- Cálmate, Junpei.

- ¡¿Cómo me voy a calmar?! ¡¿Cómo?!

- Fue todo consensuado -explicó-. Yo accedí a esto.

Yuuji pudo ver la ira en los rojos ojos de su amigo, detuvo los bruscos movimientos de sus brazos y se quedo quieto mientras los observaba.

- ¿Qué dijiste?

- ¿...Junpei?

- Así que fue consensuado.

- Si... quiero decir que Satoru no me obligó -trato de explicar con más calma.

- ¡Yuuji, mírate! -gritó-. Lo único que tienes son marcas que seguramente deben doler y pareces un zombie.

- No duelen, solo son marcas, solo eso.

- ¡Pues luces como un muerto!

- Eso no lo discuto. Estoy cansado y necesito dormir más, mi cabeza me esta matando y mis piernas no dejan de temblar.

- ¡Maldito bastardo!

- Junpei, por favor -rogó con voz rasposa-. Solo necesito descansar.

- Muy bien. Te daré tiempo para arreglarte y nos iremos.

Yuuji miró hacia la puerta tratando de escuchar a Satoru.

- ¿Dónde está?

Lo vio fruncir el ceño.

- Él se fue.

- ¿A dónde?

- Por qué lo sabría -preguntó indiferente-. Él solo me llamo para que viniera por ti.

- ¿No estaba cuando llegaste?

- No.

- ¿Sabes en dónde está?

- ¿Por qué te importa? -preguntó con dureza-. Todo acabó, él ya no te molestara. Además, te dejo este pequeño regalo.

Yuuji tomó los papeles que Junpei le estaba entregando junto a un sobre amarillo de donde los había sacado. Ahí estaba lo tanto había deseado, los documentos firmados del divorcio dejándole absolutamente todo, la casa, el auto que le regalo y abandonó cuando se fue a vivir con su amigo más el auto que le pertenecía a él y una segunda propiedad ubicadas en las montañas que usaban cuando tenían vacaciones.

- Un hombre considerado -murmuró Junpei con la mirada desviada. No quería aceptar por nada que Gojo había sido bastante generoso con las utilidades del divorcio.

- Yo no quiero esto.

- Muérdete la lengua, Yuuji -dijo cruzado de brazos-. Él cometió un error y lo esta resolviendo, entregándote lo que te corresponde por derecho. Acéptalo.

Lo sabia, pero no se sentía aliviado mucho menos alegre.

- ¿Mi teléfono?

- Junto a ti.

ENEMIGOS - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora