Capítulo III

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Capítulo tres

No podía creer que tan solo faltaban cuatro horas para que mi reloj diera las doce de la noche. Mi cuerpo había entrado en una especie de parálisis, en la cual, los únicos movimientos que podía hacer eran con el pie, al golpear el suelo, y con la boca, al morder las uñas de mi mano. Para ser más exacta, ni siquiera había sido capaz de probar la cena que había preparado mamá.

El tiempo de espera pasó realmente lento. Por más que estuviera encerrada en mi dormitorio, jugando con Neo, no había nada que calmara los retortijones en mi estómago a causa de los nervios que sufría. Joder, la iba a liar, pero bien.

La primera hora la dediqué entera para estar con Neo. La segunda hora fue para rezar en todos los idiomas que había en internet e intentar que saliera bien el espiritismo. La tercera hora decidí bajar a la cocina y picar algo de comida, no más porque, si seguía sin nutrientes en el cuerpo, acabaría desmayada en medio de la sesión. Por último, la cuarta hora fue la más importante de todas.

La última hora fue la decisiva para poder salir de mi casa sin ser vista por mis padres. Tuve que idear un pequeño plan que funcionara. Cuando lo puse en práctica, me di cuenta de que lo había logrado con éxito. En resumen, lo que hice fue: bajé al salón para ver qué estaban haciendo, que era ver uno de sus programas en la televisión. Luego volví a mi cuarto, donde le puse el cierre a la puerta y bajé con cuidado por la ventana.

Sinceramente, ya tenía práctica de bajar por la ventana desde antes; me gustaba ir a fiestas de los demás compañeros de la universidad.

Una vez que logré estar abajo sana y salva, me fui del recinto por los matorrales que alguien había plantado especialmente para la familia Denson. Por allí no tuve oportunidad de fracasar. Como no tenía nada con lo que ir a la morgue, use una vieja y desgastada bicicleta, perteneciente a mi abuela paterna de cuando era joven. Hacía muchos años que no montaba en una bici y, por ello, al principio me costó manejarla hasta que le pille de nuevo el tranquillo.

Tardé unos quince minutos en llegar al descampado de detrás de la morgue, donde había quedado el día anterior con Mar. Al ser de noche, el poco tráfico había pasado a ser nada y por ello, solo había tardado ese tiempo. Aparqué en la puerta de la morgue y entré para sacar el cuerpo del contenedor.

Saqué del refrigerador el cuerpo y lo metí en una bolsa de plástico negra especial. Después, con ayuda de una carretilla pude ir hasta las luces que adornaban la oscuridad trasera. Al lle- gar, unas velas en forma de estrella satánica iluminaban el espacio que íbamos a utilizar. Mar estaba en medio de la estrella con una especie de túnica azul marino con capucha.

— Oh, ya estás aquí.

— He llegado lo antes posible; aún así, he llegado diez minutos más tarde de lo esperado.

— Me ha venido bien ese tiempo extra para organizar el templo improvisado. Ahora, todo está listo para comenzar y cuanto antes lo hagamos, mejor.

— Sí, cuanto antes terminemos, mejor — afirmé.

El ambiente se sentía pesado a pesar de haber dejado nuestras diferencias a un lado por el momento. Supuse que era por el desacuerdo de hace varios años atrás y que, aunque lo habíamos hablado antes, no todo podía desaparecer de la nada.

Al menos, cada una empezó a hacer su trabajo del momento y el ambiente se relajó débilmente. Mientras que ella sacaba su libro y buscaba la página, yo estaba arreglando el cuerpo para que se le viera dentro de la bolsa; órdenes de Mar. Una vez que todo estuvo preparado, comenzamos con el ritual.

— Antes de hacer que el cuerpo reviva, tenemos que contactar con su alma para asegurarnos de que no traemos a la persona equivocada, porque eso sí podría alterar la línea del tiempo y la vida.

Demonio: las leyes del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora