Capítulo V

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Capítulo cinco

Axel me metía la polla en mi coño empapado en fluidos de ambos sin parar. Parecía que había venido bien descansado desde el otro mundo, pues sus estocadas no parecían bajar de ritmo; seguía siendo rápido y duro. Un par de estocadas más fueron las suficientes para corrernos los dos a la vez. Aquel orgasmo tan esperado en mi cuerpo había conseguido tan nivel que, si no hubiese estado agarrada a los hombros de él, posiblemente me hubiera caído al piso de la ducha.

Finalmente, Axel bombeó unas cuantas veces más para retirarse de mi interior, haciendo que una mueca de placer cruzara momentariamente por mi rostro. Dios, aquello había sido delicioso.

— Ha sido el mejor puto orgasmo que he tenido en mi vida — comenté, apartando el pelo mojado por la ducha de la cara.

— Digo lo mismo, aunque tu boca también es increíble. Pareces una auténtica experta.

Luego de esas palabras, el ambiente se volvió tenso sin una razón clara. Ninguno de los dos quiso hablar mientras nos recomponíamos. De hecho, hasta que no estuvimos fuera del baño después de ducharnos, en mi habitación, nada salió de nuestras bocas.

Axel se sentó en el borde de mi cama con tan solo el pantalón vaquero puesto, mientras que yo buscaba un pijama decente que ponerme. Cuando lo encontré, no me importó quedar otra vez desnuda ante los ojos del muerto para ponerme la ropa interior con el pijama.

Al terminar, me quedé apoyada en el armario bajo la expectante mirada de Axel. Me removí incómoda.

— ¿Y bien? — cuestioné, levantando una ceja.

— ¿Qué?

Necesitaba sacar algún tipo de conversación.

— ¿Qué tal estás? — pregunté lo estúpido.

— Muerto — respondió.

Sí, bueno, eso era obvio... pero, ¿se refería a que venía desde entre los muertos o que había quedado destrozado después del sexo? Fuera como fuera, preferí no indagar y tomármelo como si hubiera revivido.

Aún no lo tacharía como flojo.

El silencio volvió a florecer en el dormitorio. De nuevo era incómodo. Pareció que éramos unos desconocidos con derecho a roce (y si nos poníamos a pensarlo, eso justamente éramos), que lo único que teníamos en común era la infinita atracción física que sentíamos el uno por el otro y que me había quedado bastante claro en la ducha.

A ver, yo no tenía duda alguna sobre esto último, pero, no fue hasta que por fin tocamos piel con piel que pude averiguar cómo se sentía él.

Sus ojos trazando mi figura.

Su lengua comiéndome el cuello.

Sus manos estrujándome los pechos.

Su polla dura sin fin entre mis paredes vaginales.

Joder, me estaba excitando de nuevo y no debía de ocurrir eso.

Sacudí la cabeza antes de sentarme en la alfombra, donde Neo descansaba, ya que el señorito no le gusta mucho su cama. Acariciaba su vientre mientras miraba de reojo a Axel, que parecía haberse quedado en su otro lado del mundo. Yo intentaba hacer el momento más ameno, sin embargo, la falta de colaboración por su parte lo complicaba.

Él miraba a un punto específico y aleatorio del armario.

Piensa, Abril, ¿qué puedo hacer para sacar conversación?

— ¿Y... qué tal por ahí?

— Nada mal para ser exactos. Se está bastante a gusto en el centro de la Tierra, eso sí, quitando las leyes del Dios.

Demonio: las leyes del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora