Capítulo VI

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Capítulo seis

La madera de la puerta crujía haciendo un verdadero alboroto. Alguien la golpeaba sin cesar y, por ello, podía presentir que era por urgencia. La cosa ahora era ¿quién carajos zurraba de esa manera la puerta por la mañana? O, mejor pregunta, ¿por qué lo hacía?

Entreabrí uno de los ojos. En efecto, la luz entraba por la cortina translucida de la ventana. Para no tener mucha molestia, llevé mi mano para taparme un poco la luz solar. El ruido no disminuía y tampoco parecía tener intención de hacerlo, por lo que moví la cabeza para ver el reloj de la mesita.

11:52 am

¡Joder, era muy tarde!

Me había quedado dormida. Lo que me hacia cuestionar el porqué la alarma de mi celular no había sonado a las ocho y media, como todas las mañanas. Algo en mí cayó como un balde de hielo. Reaccioné enseguida. Mamá estaba aquí, seguramente para saber porqué no había bajado a desayunar o porqué no había ido a trabajar.

¡Joder y joder! ¡La mañana empezaba increíble!

— ¡Abril, por el amor de Dios, despierta! ¡Estás llegando tarde a trabajar!

Quise levantarme y avisar a Mary de que todo iba en perfectas condiciones, cuando sentí unas manos sujetándome la cadera, cosa que nunca antes había percibido... ¿pero qué carajos? Entonces, caí en cuenta de lo que pasaba.

Era Axel.

El muy cabrón se había pasado mis palabras por... bueno, ya saben por dónde.

Los recuerdos llegaban a mí como si recién hubiera sucedido todo: la aparición de Thompson, el momento de la ducha (con el que había terminado totalmente rendida), la mini charla de después y, ahora, la noche que pasé.

Moví incontrolables veces al compañero para que despertara de lo que parecía ser un profundo sueño. Qué irónico, el muerto sin dejar de dormir. Susurré su nombre y mil cosas más para despertarlo, y no fue que lo hizo hasta que casi le grité lo que le haría.

— Suéltame, imbécil. Te dije que durmieras en el suelo — susurré, un tanto desquiciada —. Y escóndete en el baño mientras le abro a mi madre.

— No me apetece levantarme — metió la cabeza debajo de la almohada.

Santa madre, Axel me estaba destrozando la cama y eso solo me llevaba a un camino: el interrogatorio por parte de mamá.

— No te voy a permitir que repliques en estos momentos; así que, no me hagas cogerte de los talones y llevarte arrastrando hasta el baño.

Axel gruñó por lo bajo. Menos mal que fue obediente y, a pesar de caminar a pasos lentos y extremadamente cortos, consiguió llegar al baño y encerrarse en él antes de que Mary echara la puerta abajo. Luego de arreglarme el cabello (también quitarme la marca de la baba que se me cayó por la noche), mirándome por el espejo, le abrí paso a mamá al dormitorio, intentando parecer lo más normal posible.

¿Cómo me podría mantener natural después de traer a la vida a un muerto y tirármelo en el baño de mi cuarto? Ni siquiera Google tenía la respuesta.

Mamá le echó un vistazo al dormitorio por encima, como si estuviera esperando ver algo erróneo.

— Mami, ¿en qué te puedo ayudar? — sonreí.

— Vine a despertarte. Llegas tarde al trabajo por una hora y pico, eso nunca te ha pasado antes. Creí que te habías enfermado.

— No, no, que va. Hoy entro más tarde, de hecho, me dijeron que no hacía falta que fuera. Mi compañera de puede entender con todo el trabajo, aunque iré más tarde — mentí.

Demonio: las leyes del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora