Los seis caminos de la reencarnación

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Habían pasado unos meses desde mi última visita a la consulta de la doctora Gambero, a mediados de verano. Los calurosos días llenos de fiestas, alcohol y locuras varias habías pasado en un abrir y cerrar de ojos y el inicio del tercer curso de Bellas Artes se había precipitado contra nosotros como un balde de agua fría que te hiela y no te deja respirar por unos instantes. Los primeros días de clases transcurrieron monótona e inexorablemente. Se hicieron las primeras tutorías, se asignaron las clases y optativas y el sentimiento de depresión que se respiraba inicialmente en la facultad fue cesando a causa de la vuelta a la rutina. Cual fue mi sorpresa al descubrir que estaría en casi todas las asignaturas con Jon, mi mejor amigo. En que estarían pensando para ponernos juntos...

Jon y yo éramos inseparables. Nos conocíamos desde el inicio de la ESO y habíamos acabado yendo a la misma universidad. Durante el primer curso ya nos habían tocado un par de asignaturas juntos y los profesores de dichas asignaturas ya nos habían echado el ojo. Por ejemplo, el profesor Martínez, de Antropología y sociología del arte, más conocido como el Bardo, era un hombre de unos 50 años vestido siempre con camisetas de Star Wars y que destacaba por su melena leonina y su larga barba gris. Él, que se había convertido en nuestro profesor favorito, era una aficionado a la saga literaria Juego de Tronos y nos había llamado desde el primer día "la alianza letal". Nos dijo que eramos la viva imagen de las casas Lannister y Martell. dos casas enemistadas que nunca harían cosas buenas trabajando unidas. Básicamente, éramos el sinónimo del desastre. Y ciertamente era así.


Jon tenía el pelo castaño muy oscuro casi tirando a negro azabache y lacio, que llevaba corto pero en punta, los ojos de un marrón amarillento que a la luz se volvía ámbar, era alto, aunque no más que yo, delgado y fibrado. Tenía la nariz respingona y delgada, los pómulos marcados y comparado conmigo, tenía la piel bronceada los 365 días del año.

Yo en cambio, era blanco nuclear. Si podríamos describir a Jon como el ejemplo de típica persona del sur de Europa, yo era la representación del frío nórdico. Mi ojos tenían una tonalidad que basaba del verde pero que se mezclaba con el amarillo en el interior y con un tono grisáceo por el exterior, era alto, muy alto y delgado sin llegar a ser anoréxico. A diferencia de Jon, yo nunca iba al gimnasio pues prefería pasar el tiempo durmiendo o creando, aún así, estaba bien. Mi pelo de un rubio oscuro con trazas rojizas, aunque corto por los lados y la coronilla, caía sobre mis ojos ondulándose y creando un flequillo que dificultaba más aún el hecho de ser medio ciego. Pero si en apariencia éramos el distintos, en personalidad éramos el ying y el yang.

Jon era el típico que nunca perdía la vitalidad . Siempre vestía ropa de colores y no paraba nunca de sonreír. Hacía que tu día pasase de ser una completa mierda a ser perfecto solo con vislumbrar un destello de sus perfectos dientes blancos. Siempre estaba feliz y se preocupaba más por el bienestar de los demás que por el suyo propio haciendo que a veces dejase de ser buena persona para pasar a ser un tonto. Era un torpe sin cuidado y un despistado. Era abiertamente bisexual y se enorgullecía de proclamarlo a los cuatro vientos, bromear con ello o intentar inducirte al camino del pecado solo porque sabía que pasaría un buen rato incomodando a las personas de su alrededor. De los dos, él siempre era el que destacaba de primeras. Obviamente la gente siempre se fijaría primero en el precioso moreno de embriagadora personalidad antes que en el callado rubio con ojeras. Yo no era como él. Yo era trabajador y centrado. Claro está que también era simpático y amigable si requería serlo, pero con mis amigos solía ser el sarcástico e irónico que siempre acababa siendo borde y no solía hablar sin parar con cualquier persona que me encontrase, la conociese o no. Para decir gilipolleces prefería estar callado.

Justamente creo que el hecho de ser tan diferentes fue lo que nos hizo unirnos tanto. Éramos complementarios. Las carencias de uno las suplía las habilidades del otro.


Que fuéramos a casi todas las clases juntos sumado a que nos habíamos cogido un piso de alquiler solo los dos hizo que los primeros meses pasasen rapidísimos y el otoño diera paso al invierno y a la primera oleada de exámenes y trabajos que pasamos de milagro. Y así llegamos a la primera semana de vacaciones. Una de esas noches en que el viento ya te hiela la cara pelándote los labios, decidimos salir junto a Leo y su novia, Elena, y perdernos por las calles de alrededor de las Ramblas para encontrar algún sitio tranquilo donde tomar algo.

La calles, iluminadas por las luces navideñas, estaban llenas, pues la gente se afanaba en comprar cosas para los días venideros. Andamos por entre la marea de personas bajando por las Ramblas cuando, por el rabillo del ojo vi un destello rojo. Me giré rápidamente, parándome en medio de la calle, sintiendo como la gente me empujaba. Vi como ese destello rojo se alejaba y, momentáneamente se giraba para que una mirada verde se juntase con la mía. Mi corazón empezó a latir fuertemente y empezaba a moverme en la esa dirección cuando Jon me agarro del brazo.


- Ey, Alan. ¿Qué pasa? -.Me pregunto Jon, poniéndose delante mio e impidiéndome el paso.

- Jon, la he visto -.Comenté tartamudeando mientras movía la cabeza por encima de su hombro para intentar distinguirla entre la gente. ¿De verdad había sido ella? ¿Había sido otra alucinación? Él me agarró ambos hombros y me hizo mirarle a la cara.

-Ya hemos hablado muchas veces de esto. Ella se fue y no volverá, Alan -.Tomo aliento y prosiguió- Sabes cuanto odio tener que decirte esto pero no es la primera vez que me dices que la has visto. Creía que ya lo habías superado. ¿Qué quieres, volver al sufrimiento por el que pasaste y volver a mortificarte o pasar página y vivir de nuevo, eh?

Antes de que pudiese contestar Leo y Elena se nos acercaron.

- ¿Pasa algo chicos?

- No nada, Alan ha creído ver a su hermana, pero se ha equivocado -.Comento rápidamente Jon, mientras tiraba de mi y empezábamos a andar de nuevo.


¿Qué quieres hacer, volver a recorrer los 6 posibles caminos hacía la reencarnación o liberarte para siempre del peso de tu alma y llegar al Nirvana? Pensé mientras nos alejábamos de las Ramblas adentrándonos en el laberíntico entramado que formaban los callejones de Barcelona.


Abstracción de un amor autodestructivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora