Salimos corriendo del Devil May Cry detrás de Leo y Elena sin darme tiempo a digerir lo que acababa de pasar. Junto a Jon, tambaleantes como íbamos, conseguimos alcanzarlos justo en el momento en que entraban en una discoteca cercana al bar que acabábamos de dejar. Así comenzó un periplo por diversos bares y discotecas que acabó dejando mi bolsillo prácticamente vacío.
Quedaba poco menos de una hora para que cerrasen las discotecas cuando Leo, con Elena en brazos, nos dijo que se iban para casa. Miré a Jon, al que el efecto de la gran cantidad de alcohol que había consumido le había hecho mella y unas grandes sombras empezaban a aflorar bajo sus ojos cansados. Yo, en cambio, me sentía eufórico.
-¿No aguantas de pie para ver el amanecer, no? -Le pregunté con la esperanza de que me concediese el capricho de que se quedase conmigo.
-Tío, sabes que normalmente eres tú el que me suplica una cama a estas horas de la mañana, pero hoy no sé qué me ha pasado. -Dijo mirándome prácticamente con los ojos cerrados.- ¿Vas a quedarte por aquí solo?
-Si fuese ahora mismo a casa no podría pegar ojo.-Suspiré- Me quedaré y quizás vaya al puerto a ver el amanecer.
-Tan bohemio como siempre.- Dijo Leo de forma burlona.
Nos despedimos y ande por las callejuelas del barrio gótico de Barcelona, cruzándome con una marea tenue de trasnochadores cansados que se mezclaban con los primeros madrugadores, que nos dedicaban miradas celosas que delataban su deseo de volver a ser joven y no tener responsabilidades que les impidiesen salir de fiesta hasta las primeras luces. Seguí andando entre ese desfile de zombies cargados, algunos, de café o restos del alcohol que había consumido durante la noche hasta que, inconscientemente, llegué a la entrada del Devil May Cry. Desconcertado, me planté delante de la entrada, ahora desprovista de portero intimidante, donde moraba el letrero de neón, ahora desconectado, como una gárgola sobre los alfeizares de su catedral. Los primeros resquicios de luz empezaban a colarse entre las callejuelas cuando decidí a entrar. Aún dubitativo, vi como algunas chicas recogían mesas, sillas o limpiaban el suelo. Me acerqué con paso inseguro a la barra, donde, al otro lado, se encontraba un chico de pelo corto oscuro con grandes dilataciones y un piercing que le atravesaba el tabique nasal.
-Perdona, pero el bar está cerrado.- Dijo sin mirarme mientras, de forma casi autómata, secaba las cocteleras con la ayuda de un paño blanco.
-Estoy buscando a Lili.- Dudé un momento antes de decidirme a preguntar. ¿Por qué estaba haciendo eso?
El chico me miró a los ojos y luego me analizó de arriba abajo.
-Ahora mismo está en el almacén haciendo inventario. Saldrá en cosa de una hora. ¿Quieres que le diga algo de tu parte?
-No, da igual. Muchas gracias.- Me giré y salí del bar bajo la mirada del chico. Mientras salía me cuestioné la tontería que acababa de hacer. ¿Y hora que hago? ¿Me voy sin más? Sentía como los efectos del alcohol se desvanecían y la idea, antes excelente, de venir se volvía completamente estúpida. Pues claro que estaba trabajando. ¿Eres idiota Alan? ¿Esperabas encontrarla en medio del bar y que vuestros ojos se cruzaran, ella fuese corriendo hacia ti y te besara? Moví la cabeza enérgicamente alejando esa fantasía de mi pensamiento. Pero ella la que me había dicho que la buscara. Así que, ¿porque no hoy? No perdía nada. Cuando uno ha tocado fondo ya no hay tempestad que lo hunda más aún. Así que me senté a unos portales de la entrada del bar, encendí un cigarrillo (que acabaron siendo 5) y me puse los auriculares poniendo Artic Monkeys y dispuesto a esperar lo que hiciese falta.
Pasado una hora, justo cuando estaba en el estribillo de Mardy Bum, la puerta del bar se abrió y salieron un grupo de chicas, el chico de las dilataciones de la barra y por último ella. Lili. Todos se percataron de mi presencia cuando lancé la colilla del cigarrillo, me saqué los auriculares y me levanté. Tanto en chico como Lili se sorprendieron de verme. Ella se giró hacia el grupo y dijo algo, todos rieron y Lili se ruborizó. Se encaminó hacia mi mientras las chicas chillaban cosas como ''Pasároslo bien, tortolitos'' o ''No la lleves muy tarde a casa, guapetón''. Lili les dedicó una mirada a modo de reprimenda pero no puedo evitar sonreír, aún ruborizada.
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Abstracción de un amor autodestructivo
Roman d'amour¿Alguna vez te has enamorado tanto de una persona que ha dolido? Esta es la historia de como un amor llego a ser mi perdición.