Recovering

86 2 0
                                    

- ¿Ya está Alan? -Me pregunta la psicóloga desde su silla.

Me incorporo para sentarme. No soporto estar estirado en este maldito sitio. No aguanto la distribución de los muebles. El color vino de la pared. El estilo minimalista que le han dado a este sitio para que parezca más un bar de ambiente que una consulta. Todo para que los pacientes nos sintamos "bien". Somos pacientes, estamos enfermos. Esta mierda de habitación no va a ayudar a que mejoremos.

- Si, doctora Gambero - Contesto cansadamente - No veo porque me hace repetir la historia una y otra vez. Y más aún hoy. Se la sabe de memoria...

La doctora Gambero Gorski, una señora de unos 46 años, alta, delgada, con el pelo castaño rojizo recogido en un alto moño y leve acento ruso, me mira detenida e inquisitivamente por encima de sus gafas color lila. Odio esa mirada. Esa forma que tiene de decirte, estoy cansada de que estés aquí así que vamos a solucionar esto rápido para que pueda perderte de vista.

Ella, con sus movimientos lentos y relajados, deja el cuaderno, donde desde hace unos meses ha ido anotando todo lo que salía de mi boca, encima de la mesa, se alisa la camisa de seda a rayas que lleva hoy y, pausadamente, se dirige a mí.

[Nota del autor: a ser posible leer a partir de este punto mientras se escucha Behind Blue Eyes de Limp Bizkit]

- Justamente por ser hoy es importante que la repitas. Es tu última visita, he de asegurarme que todos los campos están capacitados para seguir adelante - Sigue sentada en la silla de cuero violeta oscuro, desde donde me sigue mirando de forma penetrante. - ¡Bien! - Dice levantándose, dando una palma y cortando el contacto visual que tanto me molesta. Vuelve a coger el cuaderno, da una ojeada y lo vuelve a lanzar encima de la mesa. Va desde la mesa a una butaca más cerca de mi sofá y se sienta. Hace pasar una pierna por encima de la otra, haciendo que el simple acto de cruzarse de piernas pase a ser un momento casi erótico gracias a la falda de tubo.

- Ahora que ya lo has superado, y gracias a estas sesiones has adquirido un punto de vista más objetivo de toda tu experiencia, ¿en qué momento crees que todo empezó a ir mal? - Dice mientras se sube las gafas con un dedo y acto seguido se alisa la falda.

Aunque habíamos tocado esa pregunta en muchas conversaciones nunca me la había lanzado de una forma tan directa. Me quedo en silencio y por mi mente pasa un aluvión de recuerdos, buenos y malos. Recuerdo la primera vez que la vi, de pie, sola en un mar de gente, observando un cuadro de Jean Mauvreu. Recuerdo el primer beso, las sensaciones, el ambiente de la discoteca que empezó a desaparecer. Recuerdo sus caricias, su particular olor a vainilla, sus ojos verdes que lo observaban todo, como los de un recién nacido que empieza a explorar un mundo que no conoce todavía. Recuerdo como su pelo pelirrojo se convertía en un torrente de llamas cuando entraba en contacto con la luz. Recuerdo sus labios, de un rojo pálido que siempre cubría con un pintalabios granate oscuro. Las discusiones. Las reconciliaciones. Las fiestas. Las tardes de peli y palomitas en mi piso mientras nos envolvíamos en una manta. Recuerdo como una pequeña chispa dentro de mí se convirtió en un una gran fogata de San Juan, y más tarde en un oscuro agujero sin nada. Recuerdo los celos, los cabreos y el odio que sentía por cada chico que intentaba algo con ella. El momento en que se alejó, dejándome tirado en un callejón, con la nariz y el corazón roto. Recuero el "no te quiero hacer daño" y el "a mi modo siempre te quise..."

Todos esos momentos me habían marcado. Pero yo sabía cuál había sido EL momento.

- ¿Alan, estás bien? - Me pregunta la doctora Gambero.

Vuelvo en mí y agito un poco la cabeza para intentar pensar con claridad.

- Sí, doctora. Estoy bien - Hago una pausa y me aclaro la garganta - Creo que desde el primer instante que la vi ya supe que sería un problema en mi vida. Bueno, mi subconsciente lo supo. Aun así, mi parte racional tuvo la necesidad de acercarse a ese peligro, de sentirlo. ¿Sabe esa sensación de que algo es peligroso, y algo dentro de ti te dice que debes alejarte, pero a la vez ese peligro te atrae? Así me sentía yo.

La doctora Gambero me observa desde la butaca, pero esta vez no utiliza la mirada que tanto odio, no. Es una mirada cómplice, casi triste. Esa mujer sabe perfectamente lo que es esa sensación. En la consulta no hay imágenes de ella ni con niños ni con un hombre... Quizás ella sepa todo por lo que he pasado mejor de lo que creo. Carraspea, parpadea más veces seguidas de lo que es habitual y cambia la posición en la butaca roja.

- ¿Y qué opinas de ella ahora? ¿Qué opinas de Cat?

Pienso durante unos instantes y las palabras me salen casi solas.

- Doctora, soy artista. Mi mundo es pintar, escribir, hacer escultura, fotografiar... Siendo lo que soy, solo puedo llegar a compararla con algo. Cat fue algo parecido como la inspiración. Era perfecta en toda su imperfección y eso la hacía especial. Apareció cuando menos la necesitaba, se quedó el tiempo necesario para hacerme dependiente de ella y se fue cuando más la necesitaba a mi lado. Simplemente vino, estuvo un tiempo y se fue. Sin decir si volvería ni nada. Desde que Cat se fue me ha costado mucho volver a pintar cosas decentes y aun así son meras sombras de las grandes obras que llegué a hacer cuando estaba con ella. Ella fue una maldición que nunca pedí - Dejo de mirar la nada y dirijo mi mirada hacía la doctora- Pero ahora, por suerte, todo forma parte del pasado.

La doctora me mira fijamente durante unos instantes con esa mirada que dice "sé lo que sientes", entonces se levanta, se alisa la falda y se posiciona justo delante de mí. Yo la imito y me levanto, quedándonos los dos uno en frente del otro.

- Alan, ha sido un placer trabajar contigo y espero que te haya servido de ayuda - Me dice con un tono que realmente parece sincero y tendiéndome la mano.

- Muchas gracias, doctora. Realmente me ha sido de muchísima ayuda - Miento. Es verdad que me había ayudado, pero a la vez había hecho que dos veces por semana durante un año recordase a Cat.

La doctora me acompaña hasta la puerta, me da la chaqueta del perchero, que me pongo rápidamente, y abre la puerta.

- Espero no volver a verte por aquí - Dice seguido de una sonrisa que me hace sentir mejor-

- Eso espero yo también, aunque será una lástima no volver a verla - Me tomo la licencia de guiñarle un ojo-

-Oh, anda tira - Dice riendo mientras me da un golpecito en el hombro-

Salgo de la consulta y oigo como se cierra la puerta a mis espaldas.

Abstracción de un amor autodestructivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora