XXVI. afrodisias

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Victor no creía que unas simples palabras se pudieran sentir tan bien, como lo que su padre acaba de provocar en su corazón. Era de lo mas hermoso que alguien jamas le había dicho. Timba continuó hablando, pero Victor olvidó las palabras de inmediato y simplemente disfrutaba escuchar la voz de su querido padre. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que lo tranquilizaba escucharlo. 

Por desgracia eso fue interrumpido por Rius, quien se sentó al lado de Timba, como ya lo había hecho durante los juegos. El rey de inmediato volteó hacia él con una sonrisa y se saludaron con un corto beso en los labios. Victor se sorprendió un poco, ya que no se había enterado de qué Rius al parecer ahora era del mismo rango que su padre para poder pesarlo así. Después de todo era algo poco común que un esclavo sea tratado de esa manera, aunque en ese momento Victor dudaba que aún era un esclavo. 

Pero se sorprendió aún más al ver cómo el rey, después de que se separaron, volvió a besar al albino un poco más fuerte que anteriormente. El aura de ese beso era differente. Victor lo sentía, pero no pudo explicar porque era differente. La manera cómo se miraron después de eso, era algo que el ojiverde nunca antes había visto entre dos personas. Ellos al notar su mirada clavada en sus acciones, tenían reacciones muy differentes. 

Rius se incomodó un poco, apartando la mirada y observando, si alguien mas vio lo que acaba de pasar. Timba por su parte rodeó al albino con un brazo mientras reía. -Tarde o temprano lo entenderás!- Dijo dirigido al príncipe al ver su cara confundida. -Y te prometo que es de lo mas hermoso que sentirás en toda tu vida.- Susurró con una sonrisa. Victor se acordó del beso con Mayo en el estanque del bosque. Se había sentido bien, pero no creía que llegaba a lo que su padre se refería. 

-De lo más hermoso...- Pensó Victor. -Entonces debe de sentirse muy bien. Mejor que la comida.- Aunque era algo absurdo comparar algo así de complicado con el sabor de la comida, era algo que había ganado mucho valor en los ojos del príncipe. Recordando las comidas de los últimos años o hasta de su infancia, parecían no tener sabor comparado con lo que había comido últimamente. De hecho hasta creía recordarlo en tonos grises. 

Cuando todos los invitados llegaron, la fiesta por fin comenzó. Había tantas personas en tan poco espacio, que Victor se arrepentía de no haber prestado atención a Mayo anteriormente. Ahora ya no lo encontraba y eso le daba algo de miedo. No sabía cómo los invitados lo iban a tratar o si alguien reaccionaría a eso. El pelinegro en sus ojos parecía demasiado fragil y valioso, como para perderse en la multitud o hasta romperse. 

Su corazón latía más fuerte con cada segundo que pasaba sin poder distinguir a su amigo de los demás. Después de un tiempo la fiesta ya estaba saliendo algo de control y Victor parecía perder la cabeza entre tantos colores y aromas. Así que Rius al notar al príncipe así de preocupado, optó por mostrarle una escena que lo tranquilizaría un poco. Algo más apartado del centro estaban unos hombres rodeando una pequeña mesa, jugando un juego muy común en las fiestas. 

Entre ellos también se encontraba Timba, explicándole unas cosas a Mayo. El juego era simple. Se arrojaba las ultimas gotas de vino de la copa a un tazón en cual flotaban pequeños cuencos que tenían que ser hundidos. Mientras tanto se pronunciaba el nombre de la persona amada y si se lograba hundir por lo menos uno de los cuencos, se consideraba un amor con éxito en el futuro que valía la pena perseguir. 

Victor conocía el juego, pero nunca había visto a su padre jugar. Veía que pronunciaba un nombre, pero no pudo oírlo. Para eso era demasiado ruidoso. Aún así al parecer Timba era bueno en aquel juego y se alegraba por la bendición que había recibido por su ser amado. Al terminar el rey volvió a llenar su copa, pero envés de jugar él, la dio a Mayo para que él intente su suerte. El ojiverde no sabía si eso era buena idea. Mayo se había sorprendido mucho por el sabor de la comida en el palacio. Darle alcohol no parecía la mejor idea. 

Espada y arcilla [Mayictor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora