Rius y Mayo caminaron por las calles de la Polis. Había mucha gente por lo cual decidieron no hablar las cosas ahí, sino ir a la herrería donde estaban solos. Mayo notaba que las personas parecían respetar al albino y unos asta le parecían tener miedo. Rius solo los ignoró y siguió su camino. No parecía ser la primera vez que lo miraban así.Cuando los dos amigos llegaron a la herrería, Mayo cerró la puerta detrás de ellos y la cubrió con un hechizo simple, para que ningún mortal la pueda abrir. Los dos se sentaron en la mesa y Rius puso la cesta de vegetales en ella. -Ahora me puedes contar tu historia?- Preguntó el pelinegro algo impaciente. -Enserio quieres saberlo?- Contestó Rius. No parecía que le gustaba recordar lo sucedido, pero Mayo era demasiado curioso como para dejarlo así. El albino pudo interpretar el silencio de su amigo y sonrió. -Esta es una larga historia...-
Era una de las noches, en cuales el pequeño albino acompañaba a su madre por el cielo. Por el dia le gustaba explorar los diferentes reinos que había en las islas. Selene sabía, que no podía detener a su pequeño. Así que le puso una condición. Cada día cuando anochezca debería estar en el punto mas alto de la isla para que la luna lo podía recoger en su camino. Rius ya había estado en Rodas, Atenas, Itaca y muchas islas y polis más. Todo eso había funcionado muy bien asta ahora. Pero ahora el pequeño albino quería ir a un lugar más peligroso que todos en los que ya había estado. Rius quería ir a Esparta.
Eso preocupó a Selene. Los espartanos eran personas rudas y fuertes. No les gustaba la gente desconocida y trataban a los esclavos peor que lo hacían las personas de otros reinos. Pero Selene sabía que Rius de todos modos iba a ir. Ese día le pidió a su hijo de ser aun más cuidadoso que asta ahora y también le avisó a su hermano Helio, el sol, que de ves en cuando veía como estaba el pequeño albino.
Rius sin preocupaciones pasó unas horas en los campos de Esparta explorando los bosques y pequeños pueblos. Los campesinos ya le habían ahuyentado unas veces de los animales pensando que era un ladrón. Pero eso no lo detuvo de hacer lo que le da la gana. Después de todo todavía era un titán.
Una de sus aventuras lo guió hacia un bosque muy profundo. Tan profundo, que los rayos del Sol no llegaban a tocar el piso y a cualquier ser le hubiese costado ver algo. Pero eso no asustó al pequeño albino. Curioso se adentro más al bosque siguiendo las huellas de un conejo. Pero mientras más se adentraba, mas oscuro se hizo y menos animales se escuchaba. Con el tiempo la alegría del pequeño titán se iba transformando en miedo. Se sentía observado y también la huellas del conejo iban desapareciendo. El silencio del bosque lo hacia inseguro.
Lentamente hizo unos pasos atrás, observando su alrededor. Algo estaba ahí y era la razón del silencio. Pero cuando Rius se dio la vuelta para salir corriendo, no podía hacer ni un paso. Justo detrás de él estaba un hombre. Era alto y musculoso y traía un conejo muerto en la mano. Asustado el pequeño albino hacia unos pasos hacia tras. Quería correr, pero sabia que no iba a ser los suficiente rápido. Quería gritar, pero sabia que nadie lo iba a escuchar.
En ese momento el hombre bajó para esta a la misma altura que Rius. -Estas bien niño?- Preguntó el hombre algo preocupado por la expresión del pequeño albino. Ese no sabía que pensar. La expresión del hombre había cambiando en cuestión de segundos y su voz no era tan fuerte como lo había esperado. Un momento pensaba en usar sus poderes para transformarse y así poder librarse de él. Pero todavía no era lo suficiente fuerte, para derrotar a ese hombre y usar sus poderes le costaba mucha energía.
El pequeño albino no dijo nada y no se atrevía a moverse ni un centímetro. -Estas perdido?- Preguntó el hombre nuevamente. Rius solo asintió, pero todavía no pudo decir ni una sola palabra. -Es muy peligroso aquí... Te llevaré a un lugar seguro.- Dijo el hombre mientras se alzó. Extendió su mano, esperando que el niño la tomara. Rius no estaba seguro, si esa fuera una buena idea, pero no sabía qué mas podría hacer en la situación que estaba. Lentamente y con mucho cuidado tomó la mano del hombre, pero se aseguró de que el hombre no la apretara demasiado fuerte.
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Espada y arcilla [Mayictor]
Fiksi PenggemarHace miles de años la diosa de la belleza le fue infiel a su marido. Cuando ese se dio cuenta, su esposa y su amante tuvieron que abandonar el Olimpo. Los dos rechazados les hicieron una profecía a los dioses que decía que uno de sus hijos iba a des...