III. el encuentro

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En cuando los primeros rayos de luz entraron por la ventana y cayeron en la cara del chico el se despertó. Con una sonrisa en su rostro abrió los ojos y se levantó de la cama. Directamente se dirigió a la ventana de su cuarto y se apoyó en el marco observando una mariposa blanca que voló por la ventana entrando a su cuarto. 

-Lo siento, pero hoy no puedo ir a jugar.- Dijo el pequeño dios dirigido a la mariposa. Esa comenzó a volar al rededor de su cabeza intentando convencerlo de salir. -Perdón amigo, pero prometí a mi papá que le ayudo con el trabajo.- Intentó explicarle a la mariposa cuál ya se había asentado en la mesa de la habitación. -Tu nunca ayudas a tu mamá?- Preguntó Mayo a la mariposa intentando que comprende su situación. 

-Si lo hago, pero por la noche cuando todos duermen!- Contestó la mariposa, que antes de decir esas palabras se había transformado en su forma original. Esa mariposa en realidad era un chico más o menos de la edad de Mayo con piel muy clara, cabello blanco y ojos grises. -Porque tu mamá es Selene! La luna solo sale por la noche.-Contestó Mayo en un tono un poco frustrado. -Pero igualmente no puedo hoy. Mañana jugamos, sí?-  El chico lo miró algo molesto. -Lo prometo!- Finalmente su amigo sonrió y los dos se abrazaron.

Después de que se despidieron, Mayo bajó a la herrería donde su padre estaba hablando con alguien. Cuando el pequeño dios se acercó a ellos, reconoció que la persona, con cuál su padre estaba hablando, era la mujer que conoció el ultimo día en la biblioteca. Con una sonrisa se acercó a los dos y agarró su padre de la mano para que se fije en él. -Hola Mayito. Qué pasa?- Preguntó su padre. Atenea fingió sorprenderse al ver al niño con su hermano. Cuando Hefesto se dio cuenta cómo los dos se miraron, decidió presentarlos pero se dio con la sorpresa que ya se conocían. 

-Si, papi! Ella me encontró en la biblioteca y me contó sobre los humanos!- Intento explicarle su hijo. Pero como todavía era un niño pequeño no podía explicarse muy bien y al herrero le costó entender lo que quería decir. Después de unos intentos el pequeño se cansó. -Me puedo ir a mi cuarto a leer?- Preguntó a su padre. -Ah... Esta bien. Nosotros todavía tenemos que hablar unas cosas.- Inmediatamente el niño se fue corriendo. Solo tenia unos pocos pergaminos en su cuarto y los leía a cada rato. Pero Mayo amaba esas historias y deseaba vivir una aventura propia algún día. 

-Tu hijo es muy curioso, no crees?- Preguntó Atenea después que el pequeño se había ido. -Lo es...- Respondió Hefesto. -De echo no sé si tengo suficientes pergaminos para él. Los que tiene ya se los sabe de memoria!- Atenea rió un poco, pero se dio cuenta de algo... -Porque no lo dejas ir a la biblioteca? Seria mucho más cómodo para los dos.- De echo el herrero ya había pensado en eso. Pero se dio cuenta que cuando viene mucha gente a la herrería, en especial cuando son deidades masculinas, Mayo solía esconderse en algún lado. 

-También pensé eso, pero no le gusta estar con tantas personas como en un lugar público.- Respondió Hefesto en un tono algo triste. -Me dijo que siempre tiene la sensación que lo quieren lastimar. Estoy sorprendido que le caes tan bien aunque siempre vas armada.- Atenea pensó unos segundos. -Es entendible que tenga miedo... Todavía es muy joven y muchos dioses los ve por primera vez! Y justo cuando reciben un arma, listos para matar a alguien.- El herrero empezó a imaginarse cómo se tuvo que sentir su hijo al ver un dios como Apollo o Poseidón con un arma nueva. -Pero... Porque no tiene miedo de ti?- Preguntó entonces. -Tal vez porque, al diferencia de otros dioses, uso las armas para proteger La Paz y no para provocar una guerra... O porque soy mujer.-

Hefesto no sabia cómo ayudar a su hijo. Era muy curioso y siempre quería salir a jugar o a su cuarto para leer. Pero al mismo tiempo se sentía amenazado por los dioses más fuertes y poderosos. 

Atenea ya había dejado su pedido pero como sino no había nadie y tenia tiempo, se quedaron a conversar un poco. -Mayo me recuerda a Artemisa!- Dijo la diosa entre risas. -Los dos son tímidos, curiosos y se entienden bien con los animales.- Respondió Hefesto comparándolos. -Pero al mismo tiempo pueden ser valientes y rebeldes.- Continuo la guerrera. 

Espada y arcilla [Mayictor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora