CAPÍTULO 8

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-¡No lo estás!- grito eufórica.
Dinah chilla y corre para abrazarse conmigo. Las dos lloramos de alegría y saltamos sin parar. Tras varios minutos, mi amiga coge los test y los mira.
-¿De verdad que no lo estoy?
-¡De verdad!- reafirmo.
Vuelve a gritar y nos abrazamos una vez más. Al apartarse, le retiro las lágrimas de alegría que corren por sus mejillas y la beso varias veces.
Alguien aporrea en la puerta de los baños.
-¡¿Va todo bien?!- grita una voz masculina.
-¡Sí!- grita mi amiga.- ¡Va de puta madre!
Estallo en risas y cuando nos relajamos y nos refrescamos, salimos del baño tras tirar los test a la basura. Varios clientes y el par de camareros nos miran alucinados, pero estamos tan felices que nos da todo igual.
En la calle, Dinah se agarra a mi brazo con fuerza.
-Gracias por ser tan buena amiga.
-No digas tonterías, tú harías lo mismo por mí. Ella asiente, y sonriendo después del gran peso que se ha quitado de encima, que nos hemos quitado de encima, empieza a saltar como una colegiala por la acera y me arrastra con ella. De esta forma llegamos hasta el coche.
-Esto hay que celebrarlo. Vamos a El Saler de compras y comemos allí.- propone Dinah.
Me gustaría regresar a casa con Michelle, pero la veo tan feliz que no puedo negarme.
-Claro.
Subimos al Maserati y partimos hacia allí. La vuelta es más animada y más loca. Dinah levanta los brazos, grita y disfruta de ir sin capota.
-Avisa a las chicas y que se vengan.- comento.
Ella asiente y saca veloz su móvil del bolso. Las respuestas no se hacen esperar, pero la única que se anima es Normani, ya que Ariana y Ally tienen planes, por separado, con sus chicos Marc y Raúl.
El resto de trayecto lo pasamos hablando sobre la píldora anticonceptiva y ambas estamos de acuerdo que no solo se puede confiar en los preservativos. Ella ha pasado por este susto gracias a un condón roto. Está decidida a pedir cita en la ginecóloga para contarle este retraso tan extraño y de paso que le informe sobre la píldora. Yo me uno a ella, tenemos la misma médica desde que su encantadora madre hablara con papá para preguntarle qué le parecía que fuera con ellas al ginecólogo. Papá se mostró algo reticente, yo era su princesa y él quería ocuparse en todos los aspectos de mí. Fui yo la que le convenció diciéndole que era más cómodo para mí ir con ellas, con mujeres. Él no se negó, solo pidió el nombre, número y dirección de la médica y estar tan informado como Cándida, madre de Dinah.
Con ese tipo de cosas me doy cuenta del padre tan maravilloso que tengo, no podría tener uno mejor, y lo adoro y adoraré siempre.
Cuando aparco y mientras se coloca la capota, mando dos mensajes de texto a mis dos personas favoritas, papá y Michelle.
"Voy a comer con las chicas, llegaré a casa esta tarde, besos. ;)"
La respuesta de papá llega al segundo después.
"Vale pero no vuelvas muy tarde. Besos, princesa."
La de Michelle tarda un poco más y me emociona como si fuese una cría y ella, mi primer amor.
"¡Oh! :( con las ganas que tengo de verte y... Pásalo bien, preciosa. Te veo luego. Bss, Michelle."
-¿Y esa sonrisa de tontita?- curiosea Dinah.
-¿Eh? No sonrío.- miento.
-¡Ay, que no!- exclama.- ¿Algo que tenga que saber?
-Nada, cotilla.
Le doy un leve empujón y ambas reímos.
Damos un primer rodeo por los exteriores de las tiendas hasta que llega Normani y cuando lo hace, pasamos a la acción y entramos en todas.
¡Qué fiebre esto de ir de shopping!
Yo compro pocas cosas para mí, porque se me ha ocurrido cogerle algo de ropa a Michelle mientras llegan sus cosas. Eso me hace recordar que no le he dado la dirección de la Villa para que se las envíen allí. Rápidamente y mientras mis amigas están en los probadores, se la mando por mensaje.
-¿Para quién es esa ropa?- cotillea Normani conforme vamos de una tienda a otra.
-Para mi.- miento.
-Pero tú talla es más pequeña- se extraña Dinah.
-Sí, pero me gusta usar ropa grande también.
-Mmmm ok - dice sonriendo.
Sonrío y niego con la cabeza.
Hemos recorrido la mitad de las tiendas, antes de parar a comer en un restaurante de comida rápida. Aprovechamos que no está Ariana y su lucha contra este tipo de locales. Ella y las calorías. ¡Nos vuelve locas!
Una vez hemos comido, seguimos de compras. ¡Parecemos adictas! Vamos cargadas de bolsas y aun así seguimos entrando en tiendas.
-¡Me encantan esos zapatos!- exclama Dinah en referencia a los que Normani se está probando.
Son morados con la parte del talón, el tacón y la punta redonda, llena de brillantes, como si fueran joyas.
-Pues me los quedo yo.- contesta la otra y le saca la lengua.
Yo estoy sentada en un cómodo sillón mientras ellas se prueban pares y más pares. Me encantan los zapatos, pero tengo mi vestidor lleno. Mientras tanto, observo el móvil para comprobar la hora o si tengo mensajes de Michelle. No es así.
Sonrío feliz al ver a Dinah tan relajada y divertida. Con el mal rato que nos hemos llevado antes. Da una ronda por un extremo y aparece por el otro extremo.
-¡Mila, mira que bota!- exclama.
En sus manos lleva una bota mosquetero de cuero negro, con taconazo de al menos veinte centímetros, punta redonda con plataforma y que llegará hasta casi el muslo.
-¡¿Para ti?!- alucino porque no es su estilo.
-¡No tonta, para ti!
-Por favor, son de zorrón.- murmuro.
-Por eso.- comenta jovial.
Las tres estallamos en risas provocando que las dependientas y el resto de clientas nos miren perplejas.
-Te las vas a probar.- finiquita Dinah y se gira hacia una de las dependientas.- Disculpe señorita, ¿nos sacas el siete de esta bota?
La mujer asiente y marcha al almacén.
-Dinah, no pienso comprarme eso.
-Solo digo que te las pruebes. Normani, ¿a que se las tiene que probar?
-Por supuesto.- contesta la otra.
-Dos contra una, mierda para cada una.
La dependienta se acerca sonriente con una enorme caja en las manos.
-¿Para quién son?- pregunta.
-Para ella.- responden mis amigas al unísono y me señalan.
Me tiende la caja y yo la cojo, tras poner los ojos en blanco.
-Venga chica, no pierdes nada.- murmura Normani.
Levanto las manos para hacerla callar y procedo.
Son picaronas, por no decir guarronas, y muy cómodas. Me levanto del asiento y camino hacia uno de los espejos.
-¡Por favor, si hasta con ese cursi vestido te quedan de muerte!- exclama Dinah.
-¡Oye!- me quejo.- Mi vestido no es cursi.
Ella se ríe y yo sigo mirándome en el espejo. La verdad que son unas botas preciosas que pasan un palmo de mis rodillas y me hacen pensar en lencería sexy y Michelle.
Sonrío y agito mi cabeza.
-Entonces qué, ¿te las llevas?- pregunta Normani.
Me giro hacia ellas y finjo agitar un látigo.
-Me las llevo.
Normani y Dinah ríen y saltan victoriosas. A la dependienta le brillan los ojos de la compra que le vamos a hacer.
Una hora después, salimos de la zapatería con las bolsas que ya llevábamos y las botas y zapatos que nos acabamos de comprar.
-¿Tomamos algo?- comenta Normani.
No me dejan ni pensarlo. Ambas marchan directamente hacia la zona de bares y restaurantes.
¡Y yo quiero volver a casa!
Pero eso no es todo, no, después de dejar las bolsas de las compras en los coches, Dinah en el Golf de Normani ya que luego se irá con ella, deciden que hace mucho que no vamos al cine y me arrastran con ellas a pesar de mis constantes negativas.
Llego a casa a la hora de la cena, cargada de bolsas, agotada, exhausta y solamente con ganas de irme a la cama, a la cama con Michelle y dormir abrazada a ella toda la noche.
¡Dios mío, qué día!
-¡Hombre, ya has vuelto!- exclama Mylo que baja del tercer piso.- Y veo que te ha cundido el día.
Sonríe conforme se acerca y le muestro la cantidad de bolsas que cuelgan de mis manos.
-Ya conoces el dicho: dale una visa a una mujer y no la verás en todo el día.- me invento burlona.
Él se carcajea escandalosamente. No se ríe mucho, pero cuando lo hace se le escucha por toda la Villa.
-¿De dónde venías?- curioseo.
-He estado visitando a... tu amiga, viendo cómo se encuentra.
-¡Am! Qué detalle, gracias. ¿Y está bien?
-Sí. Y no me des las gracias, sigo sin fiarme de ella.
Frunzo el ceño y resoplo.
-Creo que llevas demasiado tiempo ejerciendo la misma profesión y ves conspiraciones donde no las hay.- me mofo.
Le hago burla y marcho a mi habitación, que los dedos se me empiezan a gangrenar.
Sobre la cama dejo mi bolso y las compras, para después cambiarme las sandalias por mis cómodas zapatillas de casa en forma de cerdito. ¡Más cuquis!
Llaman en la puerta y surge Adela tras ella.
-¿Se puede, chiquilla?
-Claro, pasa.
Marcho al tocador para quitarme la coleta y peinarme un poco el cabello.
-Tu padre va a cenar fuera con el señor Pons, ¿te preparamos la mesa del comedor o cenarás en la cocina?
¿Va a cenar con el director del concesionario? Pues no me ha dicho nada.
-Si voy a cenar sola, mejor en la cocina.- contesto entre cepillada y cepillada.
-Muy bien.- contesta y se da la vuelta.
Una bombilla se enciende en mi cabeza y me giro en la banqueta.
-¡Espera, Adela!- la detengo.- ¿Michelle ha cenado ya?
-¿La muchacha? No, todavía no, iba a subírsela después.
-Entonces prepara el carro que le diré a los chicos que vayan a por él. Cenaré con Michelle.
-¿Cenarás con la muchacha?- pregunta sorprendida.
Asiento y me giro de nuevo hacia el espejo, para que no vea la cara de tonta que se me pone al pensar en ella.
-¡Hum...! Ten cuidado que ya sabes el refrán: Donde tengas la olla, no metas la...
-¡Adela!- exclamo escandalizada y la interrumpo antes de que termine.
Ella sale de mi cuarto riendo. ¡Qué mujer!
Dejo el cepillo sobre el tocador y tras coger el bolso y las compras para Michelle, subo a verla.
Al llegar a su puerta, pido, o mejor dicho ordeno a los chicos que la custodian, que bajen a la cocina a por el carro de la cena que está preparando Adela.
Después pongo la mano en el pomo y cuando tengo la intención de entrar, escucho que Michelle se carcajea y habla. ¿Está con alguien? Pego la oreja a la puerta y presto atención. Si me viera Adela diría: Quién escucha, su mal oye. Eso me hace sonreír.
-No, escucha.- dice Michelle muy seria.- Si lo cuentas lo vas a joder todo, así que cierra el pico o te daré semejante paliza cuando te vea que no vas a poder moverte de la cama en mucho tiempo.
Escuchar eso me eriza la piel y desboca el corazón. ¿A quién amenaza?
-Puedes reírte de mí, Pablo, pero... realmente me he enamorado de ella y cada minuto que pasa lo hago más. Me da igual que me tomes por loca.
La piel se me eriza mucho más y mi corazón fibrila. ¿Habla de mí?
-Lo sé, no hace falta que me lo recuerdes. Tú envíame la maleta a la dirección que te he dado.
-¿Qué estás haciendo?
Doy un respingo y me separo de la puerta. Mylo está a unos metros detrás mía y me ha pillado fisgoneando.
-¡Joder, qué susto me has dado!- suspiro llevándome la mano al pecho.
-¿Qué llevas en esas bolsas?
Miro mi mano y me encojo de hombros.
-Cosas.
-¿Qué cosas?
Da un paso hacia mí y mira los nombres de las tiendas que están impresos en las bolsas.
-¿Le has comprado ropa?
-¿Y qué si lo he hecho? Solo tiene la que llevaba puesta y no puede estar únicamente con eso. Tú también deberías comprarte algo de ropa y no ir siempre de negro.
-Mila, Mila, Mila.- resopla.- Espero que sepas lo que estás haciendo.
-Sé lo que hago, Mylo, no te preocupes.
-Si te hace daño, éste que está aquí la machacará.
-Si me hace daño, yo misma la machacaré.
Sonrío, me giro hacia la puerta y tras llamar un par de veces, abro.
La única luz en toda la habitación es la de una mesilla, Michelle está asomada a la ventana y solo lleva puesto su pantalón vaquero y un top.
Al darse la vuelta, sonríe ampliamente al verme y yo me quedo petrificada en el sitio. La estampa no podía ser más perfecta: la luz de la tenue bombilla alumbrando la mitad de su escultural cuerpo y el cielo estrellado que se ve por la ventana, de fondo. ¡Es mágico!
-Ya estás aquí.- murmura con voz melosa.
Exhalo al escucharla y no puedo decir nada. Es como si me hechizara.
Michelle guarda el móvil en el bolsillo y se acerca sonriente, a paso lento, permitiéndome ver bien sus perfectos músculos en movimiento, como una sexy y elegante felina.
-Tenía muchas ganas de verte.
Su voz es cálida como su piel, sensual como sus caricias, perfecto como su aspecto... Cada vez que habla siento que atraviesa mis tímpanos y me recorre entera.
Sin rozarme siquiera, me rodea y cierra la puerta. Después la siento detrás, no la veo, pero escucho su acelerada respiración, tan acelerada como la mía.
Una de sus manos se desliza por mi pelo y descubre mi cuello. Ladeo un poco la cabeza para dejarle espacio, para que tome de mí lo que quiera, para que pueda saborear mi piel que vibra y se eriza por ella, solo por ella.
-¡Ah!- jadeo al notar su boca.
Sus labios y lengua pasean por mi cuello y clavícula a su antojo. Sus manos tocan mis caderas y lentamente me rodean y atraen hacia ella. Dejo caer la cabeza contra su hombro y me rindo aunque nunca haya luchado. Michelle provoca tantas sensaciones en mí que me siento colmada, plena y viva. Más viva que nunca.
Sube la boca a mi oreja y exhala en mi oído.
-Ansiaba verte...- susurra.- Tocarte...- dice, deslizando las manos por mi cuerpo.- Olerte...- sigue e introduce la nariz en mi pelo para inspirar.
Veloz y sin soltarme, se coloca frente a mí.
-Deseo besarte.
Pega su boca a la mía y nos fundimos en un ardiente beso. Incluso dejo caer las compras y el bolso de mis manos para poder rodear su cuello.
Sus brazos me estrujan y puedo notar la dura protuberancia en sus pantalones.
-No puedo contenerme cuando estás entre mis brazos.
-No quiero que lo hagas.- musito pegada a su boca.
Pero entonces recuerdo que nos van a subir la cena y que estarán a punto de llegar.
-Michelle.
-¿Sí?- pregunta, pero sigue besándome, ávida de mí.
Jadeo al notar su boca por mi cuello. ¡Dios!
-Nos van... a traer... la cena...- balbuceo extasiada por sus besos.
Michelle se aparta un poco y me mira sonriente.
-¿Vamos a cenar juntas?
-Sí.- musito.- Si no te parece mal.
-Por supuesto que no.
Roza su nariz contra la mía y nos besamos otra vez.
Tras varios segundos y cuando ya estamos a punto de perder el control. Nos separamos jadeantes.
-¡Oh, Dios!- murmuro y doy un paso atrás, abanicándome con las manos.
-¡Joder!- musita ella, apoyándose en las rodillas como si hubiera corrido un maratón.
Nos miramos y reímos. ¡Esto es atracción y lo demás son tonterías!
-Me gustan tus zapatillas.- dice jovial.
Miro mis pies y los muevo divertida. Recojo mi bolso y ella, las bolsas de las compras.
-Toma.
-Son para ti.- digo algo cortada.
Espero que no se lo tome a mal.
-¿Para mí?- se sorprende y las mira.
-Creí...- carraspeo.- He pensado que necesitarás algo de ropa mientras llegan tus cosas.
-¡Vaya!- alucina al ver el contenido.- No tenías que haberte molestado.
-No es molestia.
Cierra las bolsas, se acerca decidida y cuando nuestros labios están a milésimas de tocarse, llaman en la puerta.
Nos separamos veloces, como si hubieran tirado de nosotras en direcciones opuestas. La puerta se abre y entran los chicos de seguridad empujando un carro con la cena, igual que el servicio de habitaciones de un prestigioso hotel.
-Ahí está bien.- les digo cuando han accedido unos metros.
Ellos asienten y desaparecen.
Lanzo el bolso sobre el chesterfield y me acerco al carro. Michelle deja las bolsas sobre la cómoda y también se acerca.
-Nos vamos a poner las botas.
La miro sonriente y asiento. Llevamos el carro hasta la cama y nos sentamos la una frente a la otra.
-Igual estaríamos más cómodas en el sofá.
Niego con la cabeza.
-Mira.
Introduzco la mano bajo la dura superficie de acero y tras soltar una clavija, extraigo la sección de madera que se oculta debajo hasta quedar desplegada como una mesa delante suya. Hago lo mismo en mi lado y ya estamos listas para empezar a cenar cómodamente.

Bulletproof Romance (camren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora