Me dejo caer en la cama y tras quitarme los pantalones cortos de sport y arrojarlos al suelo, abro los brazos sobre el colchón como Cristo en la cruz. No hay nada más satisfactorio que un día de trabajo bien hecho.
Tras mi visita a Mylo y toda la información sobre los lugares "favoritos" de Sorel, he puesto en marcha un operativo para darle un buen palo. No acabaré con él, pero sí que pretendo dejarlo cojo. De momento.
Me cubro con la colcha marrón y levanto la pelvis para deshacerme del bóxer. Cuando lo tengo en las manos, sonrío al recordar el día que Camila me los regaló.
Desde entonces los uso.
Me giro para dejarlo sobre la mesilla y veo su foto. Estiro el brazo y deslizo el índice por su sonriente rostro.
-Ni loca voy a dejar que te cases.- murmuro.
Cojo la instantánea, le doy un beso y tras dejarla en su sitio, apago la luz.
---------
Voy conduciendo el Maserati de Camila y es una maldita gozada. Ella viaja a mi lado con los pies descalzos sobre el salpicadero, algo que como policía me mata, y nos dirigimos rumbo al parque natural de El Tello. Un día especial y exclusivamente para ella y para mí.
Sin capota y bajo un ardiente sol de verano, circulamos a cien kilómetros por hora, y aunque me tienta darle gas, me controlo.
-¡Me encanta esta canción!- exclama ella.
Estallo en risas, al ver lo veloz que sube el volumen de la radio... ¡con el dedo gordo del pie! Y en mi interior se remueve algo cuando empieza a cantar, a cantarme.
-I got a pocket, got a pocket full of sunshine (Tengo un bolsillo, un bolsillo lleno de luz solar) I've got a love and I know that it's all mine oh, uh oh oh (Tengo
un amor y sé que es todo mío)... Do what you want but you never gonna break me (Haz lo que quieras, pero nunca me derrotarás) Stiks and stones are never
gonna shake me oh, uh oh oh (Palos y piedras nunca me harán flaquear)... Take me away, a secret place (Llévame lejos, a un lugar secreto) A sweet escape,
take me away (Una dulce huida, llévame lejos) Take me away, to better days (Llévame lejos, hacia días mejores) Take me away a hiding place (Llévame lejos, a
un lugar más alto)...
Sonrío y tras mis gafas de sol, le lanzo miradas fugaces mientras canta, eleva los brazos al cielo y mueve los pies sobre el salpicadero del coche.
-¿Qué canción es?- pregunto.
Camila me mira y se levanta las gafas de sol para clavar sus preciosos ojos marrones en mí.
-Pocketful of sunshine, de Natasha Bedingfield. ¿No la conoces?
Niego con la cabeza.
-Es muy buena.- califica.
Asiento y ella sigue cantando tras la pequeña interrupción. No puedo evitar colocar la mano en su muslo izquierdo, muslo que deja al descubierto un escueto short vaquero.
-Las manos al volante, señora.- murmura jovial.
Vuelvo a reír y le estrujo la pierna, para después colocar la mano de nuevo al volante.
-Me gusta como cantas.- le digo.
-¿En serio?
La miro, afirmo con la cabeza y me centro otra vez en la carretera. Ella se acerca y me acaricia el pelo de la nuca. Me enloquece que haga eso, su tacto para mí es como el toque de una diosa, mi diosa.
-¿Qué sientes al saber que soy tuya en cuerpo, alma y corazón?
Mi piel se eriza al escucharla y la miro, arqueando las cejas por encima de las gafas.
-Felicidad.- respondo, centrándome de nuevo en la carretera.- Completa y absoluta felicidad.
La miro de soslayo y veo que sonríe ampliamente.
-¿Y tú?- pregunto esta vez yo.- ¿Qué sientes al saber que soy tuya en cuerpo, alma y corazón?
Camila sigue jugando y erizando el vello de mi nuca.
-Me siento plena.- contesta.- Completa. Tú me completas. Me siento afortunada porque eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
Freno, acciono las luces de emergencia y empiezo a reducir marchas conforme deslizo el coche hacia el arcén.
-¿Por qué paramos?- se sorprende.
-Una urgencia.
-¿Qué urgencia?
Sonrío y no contesto. Detengo el Maserati Gran Cabrio rojo metalizado en el arcén, me suelto el cinturón de seguridad, me levanto las gafas y tras cerciorarme de que no vienen vehículos, bajo y rodeo el coche. Camila me observa perpleja desde el interior y mucho más cuando llego a su puerta y la abro.
-Baja, por favor.- digo tendiéndole una mano.
Ella se quita el cinturón, se calza las sandalias planas de cáñamo y coge mi mano. Cuando la tengo de pie frente a mí, cierro la puerta y la acorralo contra ella. Le quito las gafas de sol, deslizo un dedo por su mejilla y pego mi boca a la suya para darle un deseado, necesitado y apasionado beso.
Mis brazos rodean su cintura, los suyos mi cuello y alargamos el profundo beso.
-Me urgía besarte.- susurro junto a sus labios.
Ella sonríe y asiente.
-A mí también.
Las dos reímos y tras otro ardiente beso, volvemos a montar para continuar el viaje.
Varios minutos y otros tantos kilómetros después, llegamos a nuestro destino, pero en vez de ir a la zona más visitada y frecuentada del paraje natural, seguimos por un camino de tierra hasta un lugar más privado.
Aparcamos el coche bajo la sombra de una arboleda y bajamos. Del pequeño maletero cogemos el picnic que nos ha preparado Adela con todo su cariño, y agarradas de la mano, entramos en la arboleda en busca de una zona libre de follaje en la que poder colocarnos.
Damos con una pequeña explanada bajo los pinos y extendemos la manta de cuadros verdes y amarillos.
Camila se quita las gafas, se descalza, y gira sobre la manta observando la naturaleza de nuestro alrededor.
-Es una maravilla, gracias por traerme.
Dejo la cesta de picnic a buen recaudo en la sombra y me acerco para rodearla entre mis brazos.
-A ti por venir.- susurro y la beso.
-¡Mira una ardilla!- exclama y señala Camila.
Sonrío y miro a la derecha, hacia donde indica. Estoy tumbada en la manta, con medio cuerpo al sol y la cabeza apoyada en una almohada de monte, es decir, una piedra cubierta con mi camiseta. Camila se haya tumbada horizontalmente, con la cabeza apoyada en mi pecho.
-Quiere disfrutar de nuestro picnic.- le digo, al ver que el gracioso animal se acerca olfateando a la cesta.- Dale un poco de fruta.
-¿La comerá?
-No sé.- me encojo de hombros.- Prueba a ver.
-¿Y si me muerde?
Río y aprieto la mano que tengo sobre su cintura. Camila se incorpora, coge un trozo de manzana del taper de plástico y se la tiende, sujetándola entre los dedos pulgar e índice.
Quedo maravillada con la escena: mi preciosa Camila sonriendo cual niña pequeña, tendiendo un trozo de fruta a la ardilla que se acerca temerosa y riendo cuando dicho cándido animal atrapa la manzana entre sus pequeñas zarpas y se la come.
-Que cosa tan bonita.- murmura Camz, ensimismada con la ardilla.- Voy a darle otro trocito.
Mete la mano en el taper, le da otro pedazo y ríe cuando el roedor acepta la comida y la engulle con esos graciosos movimientos de hocico.
Cuando Camila quiere tocarla, el animal huye.
-Oh, se ha ido.- se lamenta.
-Bien.- murmuro.- Empezaba a tener celos del bichejo.
Camila se carcajea y se gira hacia mí.
-¿Tú también quieres fruta?
Asiento y sonrío al ver que coge un trozo de piña, para después acercarse a mí.
-Ten cuidado que yo sí muerdo.- musito divertida.
Ella sonríe, desliza la piña por mis labios y cuando intento morderla, la retira.
-No seas mala.- me quejo entre risas.
Camila se ríe y vuelve a acercar la piña. Esta vez deja que me la coma e incluso le chupe los dedos.
-Ummm... deliciosa.- murmuro.
Mi sexy chica se inclina hacia mí lentamente, pega su boca a la mía y me besa. Un beso dulce y húmedo que en segundos se transforma en otro mucho más profundo e intenso.
Mis manos acarician su abdomen y espalda, deslizándose por la suave seda de su camiseta morada de tirantes, y ella se coloca encima.
-¡Oh!- jadeo, bajando las manos a sus posaderas.
-Michelle.- susurra en mis labios.
Lauren, me llamo Lauren. Que rabia no poder decírtelo. Que rabia no poder escucharlo de tus labios. Que rabia no poder escucharlo en tus gemidos.
Me incorporo con ella encima, sin despegar nuestras bocas, y levanto pausadamente su camiseta hasta sacársela por la cabeza.
Camila me cautiva y enloquece, deslizando sus suaves manos por mi abdomen, por mi pelo negro, por la cintura de mis bermudas vaqueras.
Deslizo las yemas por su bronceada piel y las detengo sobre el cierre de su sexy sujetador violeta.
-Podrían detenernos por exhibicionismo.- murmuro.
¿Por qué narices pienso ahora en el código penal?
-Mientras nos pongan en la misma celda.- contesta jovial.
Río y la tumbo sobre la manta del picnic.
Arrodillada frente a ella, excitada y con la respiración acelerada, la observo mientras apoyo las manos en sus rodillas para acariciarla. Sin duda es la chica más bonita que he visto y veré en mi vida.
Pablo se rió cuando le dije que me había enamorado de ella y sinceramente, no sé si llamarlo amor o egoísmo en estado puro, pero la quiero solo para mí, toda para mí, que esté conmigo el resto de su vida.
-¿En qué estás pensando?- pregunta sonriente, con los brazos flexionados junto a su cabeza.
-En lo preciosa que es mi novia.
Pero, ¿cómo la mantendré a mi lado cuando se entere de mi verdadera identidad?
Camila sonríe de oreja a oreja, me agarra las manos y tira de mí para tumbarme sobre ella.
-Quiero que me hagas tuya.- jadea en mi oído.- Aquí, en este paraíso natural.
Asiento conforme y vuelvo a besarla. La beso, la chupo, la muerdo... y ella me indica con sus jadeos y uñas lo mucho que le gusta. Le desabotono los shorts vaqueros e introduzco la mano dentro de sus braguitas para acariciar su sexo. Está tan húmedo y caliente, que aparto la mano para apretar mi dura erección contra ella.
Desesperadas y ansiosas por poseernos mutuamente, nos desnudamos, y tras lubricar mi miembro erecto con sus fluidos, la penetro todo lo que puedo. Hasta la raíz y tope de mi falo. Sin querer hacerle daño, pero deseosa de hacerla gritar de puro gozo.
-¡Sí!- gime.
Me vuelve loca escucharla gemir. Disfrutar de lo que le hago.
Apoyada en el antebrazo para no aplastarla, contoneo mis caderas dentro y fuera de ella, una y otra vez, a un ritmo constante e incesante, disfrutando del roce de nuestras pieles sin un látex de por medio. Qué placer me da sentir que su sexo acoge mi pene y lo abraza como si lo quisiera retener en su interior.
Con mi mano libre acaricio sus turgentes senos, que se bambolean con mis embestidas, y pellizco sus erectos pezones.
-Te quiero.- exhalo en su oído.
-¡Michelle!- goza.
La beso apasionadamente una vez más y me elevo sobre los brazos para poder acelerar las penetraciones.
-¡Dios, qué bueno!- jadeo.
-¡Sí! ¡No pares!- pide, agarrando mi culo.
-¡Mírame pequeña, mírame!
Camila centra sus dilatados ojos marrones en mí y yo lo hago en ella.
Mi pene entra en su vagina como si estuvieran hechas la una para la otra, como si fuese la llave exacta de la cerradura indicada. Y la puerta se abre, dejando salir oleadas de placer que estallan en un orgasmo impresionante.
Tumbada de lado y con la cabeza apoyada en la mano, dibujo formas abstractas en la espalda desnuda de Camila.
-¿Estás bien?- pregunto.
Ella abre los ojos y me mira.
-Fantásticamente bien.- sonríe.- ¿Por qué?
Suspiro y me recuesto para pegar la nariz junto a la suya.
-Ha estado genial.- musito.- Pero, ¿no te importa que lo hayamos hecho sin condón?
Camila se carcajea y me empuja para subirse encima.
-Vaya forma de estropear el momento romántico.- dice entre risas.- Claro que no me importa, me fío de ti. Además tomo la píldora desde hace un mes.
La rodeo entre mis brazos y alzo la cabeza para besarla.
-Jamás te haría daño voluntariamente.
-Lo sé.- contesta convencida.
Esta vez es ella la que baja el rostro para besarme.
-Y yo también te quiero.- añade.
Sonrío como una niña y la estrujo más fuerte contra mí.
-Eso quería escuchar.- le digo jocosa.
Ambas reímos y pasamos los siguientes minutos entre besos y mimos cariñosos. Hasta que mi móvil comienza a sonar y estropea el momento.
Camila se hace a un lado y me incorporo para cogerlo del bolsillo de mis bermudas. Pongo los ojos en blanco al ver el nombre de Mylo en la pantalla. Se lo enseño a mi chica.
-Buff, que pesado.- resopla.- No se lo cojas.
Me carcajeo y corto la llamada. Después me caerá una buena, pero por mi chica merece la pena hasta la peor de las torturas.
-Será mejor que nos vistamos.- digo mientras le paso la ropa.- Si tu padre se entera de esto, me mata.
-A mi abuela le daría un infarto.- dice divertida.
El móvil vuelve a sonar, pero esta vez no me hace falta mirar para saber quién es. Tendré que contestar.
---------
Despierto de golpe y me incorporo en la cama, sudorosa, jadeante y con una erección de caballo por el sueño vivido.
-Sus abuelos.- musito.- ¿Cómo no se me había ocurrido?
Contraigo el rostro y miro la mesilla donde suena el móvil, ejecutor de mi feliz y placentero recuerdo. Me estiro hacia él y lo cojo.
-Dime Pablo.- contesto adormilada.
-Buenos días, colega. Espero no haberte despertado.
Gruño como respuesta.
-Se me ha jodido el coche, no me arranca y no sé que cojones le pasa. ¿Puedes recogerme de camino a la comisaría?
Me froto la cara para espabilarme un poco y asiento.
-Sí, claro. En media hora estoy ahí.
-Guay, tiempo suficiente para que llegue la grúa y se lleve el maldito coche al taller.
-Venga, ahora te veo.
Cuelgo y salto de la cama para correr a la ducha. Me urge una... y de agua bien fría.
**********************
Muevo el cursor por la pantalla de mi ordenador y cliqueo sin ton ni son, sin ni siquiera percatarme de lo que estoy haciendo.
-¡Hey, baile de san vito!- dicen golpeándome en el hombro sano.
Detengo todos mis movimientos y me giro hacia Pablo, que me observa sentado sobre mi mesa.
-Dime.
-¿Qué te pasa que estás como ida?- curiosea.
-¿Ida? ¡Que va!
Vuelvo la vista a la pantalla del ordenador y empiezo a cerrar y anular todas las ventanas que he ido abriendo sin ser consciente.
-¿Cómo está tu brazo?
Miro mi hombro izquierdo y observo la pequeña porción de esparadrapo que asoma bajo la manga de mi camiseta gris.
-Bien.- asiento.- Con ganas de quitarme los puntos.
-¿Tienes el informe preparado?
-Eh... sí.- contesto buscándolo.
Cuando doy con él, lo reviso por última vez e imprimo. Me deslizo con la silla hasta la impresora que hay a mis espaldas, cojo el papel y rubrico para después tendérselo a mi amigo y compañero.
-¿Se lo das al comisario? Tengo que hacer un recado.
-¿Un recado?- pregunta sonriente.
Arqueo una ceja dándole a entender que, aunque sé que sabe que es una excusa, no pienso darle más detalles.
-Claro.- asiente cogiendo el informe.- Pero, vuelves pronto, ¿no? Te recuerdo que tenemos acción.
-Estaré de vuelta en una hora.
Apago el ordenador y me levanto de la silla cogiendo la cazadora marrón de piel. Tengo más, pero ésta es mi favorita.
Atravieso la comisaría y cuando llego a los ascensores, busco en mis bolsillos el papelito.
-Lauren.
Me doy la vuelta y veo a Lucia que se acerca a paso ligero.
-Vives.- digo seria.- ¿Qué quieres? No tengo tiempo.
Ella resopla y cuando está frente a mí, se cruza de brazos.
-Joder, Lauren, deja ya esa frialdad conmigo. Lo siento, ¿vale? Metí la pata y no volverá a ocurrir. Solo quiero pedirte perdón por mi comportamiento.
Inspiro y asiento conforme suelto el aire lentamente.
-De acuerdo, disculpas aceptadas. Ahora tengo que irme.
Entro en el ascensor y cuando las puertas se están cerrando, Lucia me sonríe y se despide con la mano.
-Hasta luego.
Asiento una vez como respuesta, y mientras desciendo al parking de la comisaría, saco el papelito del bolsillo, lo desdoblo y leo la dirección que apunté antes.
Recorro lentamente la calle del Pintor Murillo en Alcobendas y aparco mi Giulietta blanco junto a un pequeño parque, frente al numeroso grupo de adosados donde residen Felipe y esposa, abuelos de Camila.
Observo las lujosas viviendas sin bajar del coche, a través del retrovisor, y mi corazón se desboca al cruzar por mi mente la idea de que Camila pueda encontrarse ahí. Pasados varios minutos contemplando la casa, decido salir y acercarme.
El adosado está francamente bien cuidado y parece recién construido. Cuenta con dos pisos más la buhardilla y es de ladrillo caravista con los tejados en pizarra.
Llego a la barrera metálica roja y cuando estoy a punto de llamar al timbre, la puerta de la casa se abre y sale un hombre, que si se trata del abuelo de Camila, es más joven de lo que esperaba.
Espigado y con el pelo grisáceo, pero no aparenta más de sesenta años. Viste un pantalón de tela oscuro, jersey de lana y abrigo largo, y su postura, recta y erguida,
da a entender que es un hombre de carácter. Me recuerda mucho a Alejandro.
Baja con garbo las escaleras y cuando me ve, se detiene.
-¿Puedo ayudarla en algo?- pregunta.
Hasta su tono de voz me recuerda a Cabello.
-Buenos días, ¿es usted el señor Felipe?
El hombre frunce el ceño y se acerca un par de pasos.
-¿Y usted quién es?- curiosea.
-Me llamo Lauren, señor, y soy una buena amiga de su nieta Camila.
Se acerca más a la barrera y entonces aprecio el marrón de sus ojos, parecidos a los de su nieta.
-¿Amiga de qué?- se interesa.
¡Joder! Si no fuera porque soy policía, juraría que me está haciendo un interrogatorio.
-Del verano pasado en Valencia.
Me mira de arriba abajo y contrae el gesto.
-No me gusta la compañía que tiene mi nieta y no me gusta que vengan a mi casa. Haz el favor y márchate.
Me da la espalda y se dirige a su garaje.
-Señor, yo no soy como el resto de los que rodean a su nieta.
-¡Eso dicen todos!- gruñe sin detenerse.
-¡Soy policía!- elevo la voz.
Felipe se detiene de golpe y se gira de nuevo hacia mí.
-¡Ahora sí que debes marcharte, largo de aquí!- exclama levantando el brazo.
Gruño, tenso la mandíbula y pulso el timbre varias veces.
-¡Camila!- grito.- ¡Camila!
Felipe se acerca rabioso, con la intención de sacarme a patadas si hace falta, aun sabiendo que soy policía.
-¡¿Es que no me has oído?!- bufa cabreado.
-¿Qué pasa ahí?
Los dos miramos hacia la entrada de la casa y veo la silueta de una mujer. Por un momento se me para el corazón, hasta que la mujer sale de la oscuridad de la residencia y veo que no es ella.
-Felipe, ¿qué ocurre?- pregunta.
-Nada, vuelve a casa.
La mujer lo ignora y desciende las escaleras de baldosa de barro, para acercarse.
Al igual que el marido, tendrá alrededor de los sesenta años, pero bien conservados. Media melena y morena como la nieta, delgada y bajita, y viste una falda marrón hasta las rodillas con una camisa blanca de manga hasta el codo. Su rostro, poco arrugado con los años, delata un carácter afable y cándido, y su mirada marrón transmite dulzura.
Saco la mano del bolsillo trasero de mis vaqueros y la cuelo entre los barrotes de la puerta, extendiéndola hacia ella.
-Buenos días, señora. Me llamo Lauren y soy amiga de Camila.
La buena mujer, haciendo caso omiso al malestar de su marido, me la estrecha cordial sin dejar de mirarme a los ojos.
-Buenos días, joven. Soy Aurora, abuela de Camila.
-Mucho gusto.- le digo.- Quiero hablar con su nieta.
-Aurora, es policía.- gruñe Felipe.- No le vayas a contar nada.
-¡Calla, ogro, más que ogro!- reprende la mujer.- ¿Es que no ves la cara de enamorada que tiene?
Sonrío a Aurora y juraría que hasta me llego a ruborizar un poco. ¿Tanto se me nota?
-Lo que me faltaba, una policía en la familia.- murmura el hombre.
-Anda, vete, que vas a llegar tarde.- echa al marido.
El hombre se marcha al garaje gruñendo mientras su esposa me abre la puerta.
-Pasa, pasa.- me invita y yo accedo.- Y disculpa a mi marido, pero es que se preocupa mucho por Camila.
-Lo entiendo, yo también me preocupo por ella.
Subimos las escaleras al tiempo que Felipe sale con el coche del garaje y me lanza una última mirada airada.
Cuando entramos a la elegante y pulcra casa, lo primero que hago es mirar al largo pasillo que tenemos delante y la sala que hay a mano izquierda.
-No la busques, no está.- dice Aurora.
La decepción me inunda completamente. Sí aquí tampoco está, ya no sé dónde buscarla.
-Se ha marchado a primera hora de la mañana a Valencia.- añade.
Miro sorprendida a la mujer y la sigo veloz hasta la cocina.
-¿Y cuándo vuelve?- curioseo ansiosa.
-No lo sé. Últimamente lleva una vida que nos preocupa mucho a su abuelo y a mí. ¿Te apetece un café o algo?
-No, gracias. ¿Con quién se ha ido?
La mujer se sirve una taza y se sienta en la mesa. Yo lo hago rauda, en la silla de enfrente.
-Creo que ha ido sola, pero no estoy segura. Desde que falleció su padre...- hace un silencio para llevarse la taza a la boca y después niega con la cabeza de una forma reprobatoria.- Desapareció, no nos llamó ni siquiera para decirnos que estaba bien, que estaba viva, y de pronto aparece y nos cuenta que ha estado todo este tiempo en Italia y que se va a casar con un hombre al que no conocemos.
Cierro los ojos y aguanto la puñalada que siento cada vez que escucho eso. Más vale que no se haga ilusiones, porque no pienso permitir ese enlace.
-Entiendo que perder a un padre es muy duro, como perder a una hija.- vuelve a silenciar y suspira.- Pero quiero que vuelva mi nieta de siempre, la que me contaba todo de su vida.
Asiento y me apena ver lo triste que está. Por Camila sé que ella es la única familia que les queda y entiendo lo preocupados que estén por ella y la protección que quieren darle.
Estiro el brazo por encima de la mesa y agarro una de sus manos.
-Yo haré que vuelva a ser la de siempre.- musito.
Aurora me mira y sonríe.
Cuarenta minutos y un café después, me despido de ella para volver al trabajo. Ha sido una conversación interesante y he descubierto algunas cosas como: que fueron ellos los que organizaron el funeral de Alejandro a pesar de no haberse llevado nunca bien con él, que en dicho funeral no estuvo ninguno de sus socios o amigos como Sorel, y que Camila recibe al día numerosas llamadas de este individuo al que Aurora nombra como... (aguanto una arcada) su prometido.
Desbloqueo el coche y cuando voy a montar, suena mi móvil. Lo saco del bolsillo interno de mi cazadora y pongo los ojos en blanco al ver que es mi madre.
-Lo siento, mamá, pero ahora mismo estoy ocupada—.murmuro al teléfono según corto la llamada.
Me lo guardo y subo al coche. Arranco y vuelve a sonar el dichoso Iphone. Resoplo por lo pesada que puede ser a veces, vuelvo a cogerlo y arrugo el entrecejo cuando veo que no es ella sino un número desconocido.
-¿Dígame?- contesto.
-Hola, ¿Lauren?- habla una mujer.
-Sí, ¿quién eres?
-Normani, ¿qué tal?
Agito la cabeza, perpleja.
-¿Qué Normani?
-Oh, me ofendería, pero estoy demasiado feliz.- murmura.- Normani Kordei, amiga de Camila. ¿De verdad no te acuerdas de mí?
Arqueo las cejas, más perpleja todavía.
-Sí, claro, me acuerdo de ti. ¿A qué se debe tú llamada? ¿Cómo has conseguido mi teléfono?
-Deja el interrogatorio, señora policía, solo llamo para invitarte a mi 25 cumpleaños.
Dejo caer la cabeza contra el asiento y parpadeo sin dar crédito. Creo que he rebasado todos los niveles de alucinación.
-¡Vaya!- suspiro.- ¿Esto es algún tipo de broma telefónica?
-¡No!- se ofende.- Es una llamada seria y formal.
-Entiende que me cueste creerlo después de meses sin hablar o contestarme con un brusco "no" cada vez que te llamaba.
-Sí, lo sé.- suspira.- Pero ya no te odio.
Estallo en carcajadas.
-Bien, eso me... tranquiliza.- contesto entre risas.
-Escucha, hoy cumplo 25 años y esta noche voy a dar una gran fiesta a la que está invitada... mucha gente.- enfatiza esto último.- Y quiero que vengas.
Me yergo en el asiento y agarro el volante.
-¿Estará Camila?
-No sería una buena amiga si te dijera eso, pero deberías venir. Te enviaré la dirección por mensaje y no hace falta que traigas regalo.
Cuelga sin darme opción a seguir preguntando, pero ha dejado claro que Camila estará allí. ¿Por qué ha ido a Valencia sino?
Dejo el Iphone en el asiento de copiloto y regreso a la comisaría. Esta noche tenemos acción, pero me las arreglaré para no llegar demasiado tarde a la fiesta.
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Bulletproof Romance (camren gip)
Hayran KurguHay romances a primera vista, de verano, dañinos, prohibidos, platónicos, eternos... Hay romances que son y romances que no pueden ser. Y los hay que cuentan con una parte de todos los anteriores, los que empiezan por causas radicales y florecen com...