CAPÍTULO 14

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-Camila Cabello, puede irse.
Miro al agente uniformado que abre la celda, me levanto del duro banco de piedra y salgo con la cabeza lo más alta posible. ¡Yo! ¡Detenida!
Sigo al joven policía por el corto pasillo de baldosas azules oscuras y paredes verde menta hasta un mostrador de madera donde me entregan mis pertenencias.
Desde allí puedo ver a Mylo junto a Michelle. ¡Genial!
Salgo hacia la recepción por la puerta que me abren y ni siquiera me detengo a hablar con ellos, voy directa a la salida.
En la acera me detengo a esperarlos.
-¿Estás bien?- me pregunta Mylo.
-Sí. ¿Dónde está tu coche?
Mylo me señala la dirección y voy hacia allí. Me niego a volver con Michelle.
El jefe de seguridad no abre la boca, pero puedo escuchar los engranajes de su cabeza. Paso de preguntar, porque sé que lo primero será un "¿en qué estabas pensando?".
Me froto las muñecas donde hace una hora llevé esposas. La primera vez que me esposan y tienen razón en las películas, hacen daño. En la oscuridad del Jeep no me veo, pero seguro que tendré alguna marca.
-¿Te hicieron daño al esposar?- pregunta Mylo.
-No.- miento sin dejar de mirar por la ventanilla. Por el retrovisor veo las luces del X6 que lleva Michelle.
-¿En qué estabas pensando?
Pongo los ojos en blanco y no contesto. Solo quiero llegar a casa, meterme en la cama y no salir durante dos días.
Mylo avisa cuando estamos llegando y papá aguarda en la entrada.
Bajo del Jeep y me dirijo hacia él.
-Camila, ¿qué demonios ha pasado?
-Que te lo cuente Michelle, para eso le pagas.
Entro en casa y subo las escaleras lo más rápido que puedo con estas botas. Costaron un pastón, pero creo que no me las voy a poner más.
****************
Percibo un leve movimiento en mi cama y me despierto.
-Buenos días.- murmura Michelle.- Te he subido el desayuno.
Me giro hacia ella sin poder abrir los ojos del todo.
-¿Qué cojones haces en mi...?
No puedo terminar. Una arcada me viene a la boca y salgo corriendo de la cama para ir al baño.
Llego a tiempo de levantar la tapa y vomitar. Me arrodillo, me sujeto el pelo y me deshago sobre el váter.
-Caray, como se levantan las princesas.- se mofa Michelle desde la entrada a mi baño.
-Eres gilipollas.- gruño con la cabeza en el retrete.- Te quieres ir de una vez.
-¿Y dejarte así? No.
Abro la boca con otra arcada, pero no expulso nada.
Cuando parece que mi estómago no me va a traicionar más, pulso el botón de la cisterna y me levanto al lavabo para enjuagarme la boca.
-¿También vas a ver cómo me lavo los dientes?- pregunto irritada mientras vierto la pasta de dientes sobre el cepillo.
-Y ducharte si es necesario.- contesta con una amplia sonrisa.
Resoplo y me dedico a lo mío.
Parece mentira que ella esté tan fresca como una lechuga cuando ha debido dormir incluso alguna hora menos que yo. Viste vaqueros, camiseta blanca y parece recién duchada.
Escupo la espuma en el lavabo, me enjuago y me seco la boca con la toalla.
-Ya puedes irte. Voy a ducharme.
-¿No quieres que me quede?
Me acerco, la echo fuera del baño y cierro la puerta corredera de cristal opaco.
-Ayer estabas más melosa.- dice acercándose a la puerta para que vea su silueta.
La ignoro y tras quitarme el pijama naranja de verano, paso al interior de la ducha.
Vestida con un pantalón corto blanco y una camiseta de tirantes estilo marinera, salgo a mi habitación y me dirijo a la cama donde se encuentra la bandeja del desayuno. Me han puesto de todo y no tengo hambre. Cojo el zumo de naranja y salgo al balcón.
Hace una espléndida mañana de sábado.
-Buenos días, princesa.
Me giro hacia mi padre, que sale al balcón.
-Buenos días.- respondo.
Se acerca y me da un cariñoso beso en la frente.
-¿Cómo estás?
-Bien.
-Quiero hablar contigo de lo que ha pasado estos días, pero tendrá que ser esta noche porque ahora tengo reuniones con unos socios.
Reuniones con socios quiere decir reuniones con narcos, ya sea para encargar o repartir mercancía. Mi padre tiene grandes contactos fuera del país que le hacen llegar la droga sin que la policía pueda rastrearla.
-Entonces pasaré el día fuera.- murmuro.
-Sí. Michelle irá contigo.
-Cómo no.- contesto resignada.
Papá me da otro beso en la cabeza.
-Te quiero, princesa.
-Y yo a ti.
Se marcha y yo me termino el zumo mientras observo la delantera de la casa que pronto estará ocupada por varios coches de alta gama.
A papá nunca le ha preocupado hacer las reuniones en la Villa y que la policía pueda hacer una redada, de hecho, alguna ya han hecho, cuando era más pequeña, pero no han encontrado nada porque la mercancía no entra en casa. Papá da unas directrices a sus "socios" y ellos mismos la recogen en el punto señalado.
Entro en el cuarto, dejo el vaso vacío en la bandeja y cojo el móvil del bolso para llamar a Dinah.
-Buenos días, teta.- contesta adormilada.
-Buenos días, ¿te hace un día de playa?
***********************************
-Joder, es que está tremenda.- murmura Dinah.
-La pobre se va a derretir.- añade Normani.
-¿No les da pena? ¿Le decimos que se acerque y se ponga bajo la sombrilla?- comenta Ally.
Gruño y me incorporo en la toalla.
-¡¿Quieren dejarla ya?! ¡Está haciendo su trabajo! Las cuatro me miran sorprendidas por mi arrebato. Me quito las gafas de sol, las tiro sobre mi toalla y me levanto.
-Me voy al agua.
Echo una mirada más a Michelle, que se encuentra sentada en la arena a varios metros de nosotras, y me voy.
Hay gente en la playa, pero está cómodo. Hay mucho espacio y puedes ir al agua sin necesidad de rodear o saltar toallas.
Me coloco bien la braguita del biquini negro y jadeo de placer cuando la templada agua del mediterráneo moja mis pies. ¡Qué buena está! Sigo entrando lentamente y cuando me cubre hasta mitad de muslo, salto de cabeza.
Tras algo más de media hora de relajante baño, salgo para regresar a la toalla y en la orilla, me sacudo el pelo y destapono los oídos saltando primero sobre un pie y después sobre el otro.
-Hola.
Miro al chico joven que se me acerca. Moreno, ultrabronceado, con un bonito físico trabajado sin ser excesivo y un escueto slip rojo.
-Hola.- respondo por cortesía.
Él sonríe y se pasa una mano por el pelo.
-No me reconocerás, pero soy Hugo, el Drag que ayudó a tu amiga y a ti en Deseo.
-¡Anda!- exclamo sorprendida.
Voy hacia él y le planto dos besos en las mejillas.
-No te habría reconocido.- admito entre risas.
-Ya imagino.- sonríe él.- ¿Qué tal están?
-Bien, bien. Gracias a ti solo fue un susto. Mi amiga está en la toalla, ¿por qué no vienes y charlamos un rato?
-Bueno.- se encoge de hombros divertido.
-Al menos que irías a algún lado.
-No, no. Yo también estoy con unos amigos aquí al lado y me acerqué porque te reconocí.
-Que bien, pues vamos que ella también estará contenta de verte.
Conforme nos vamos acercando a las toallas, me doy cuenta que Michelle se ha unido al grupo. Seguramente alguna de esas pedorras le ha insistido, y no solo eso, también le han prestado una toalla, se ha quitado la ropa y luce el bañador dorado que le compré y un top deportivo.
¡Madre mía, si es que está tremenda!
Las chicas al verme llegar sonríen, pero clavan la vista en el chico guapo que tengo al lado. A Michelle la ignoro directamente.
-Ariana, mira con quién me he encontrado.- le digo.
Ella se levanta las gafas de sol de marca y lo escanea de arriba abajo con la intención de reconocerlo.
-Ahora mismo no caigo.- dice ella confundida.
Hugo y yo reímos.
-Pues te liaste con él.- me burlo.
A Ariana le cambia la cara, Hugo me mira con los ojos abiertos como platos y yo sigo riendo.
-¡Que es broma, tonta!- exclamo divertida.- Es Hugo, el Drag que nos ayudó en Deseo.
-¡Oh, nuestro salvador!- alza la voz y se levanta de la toalla para saludarlo.
Hago rápidamente las presentaciones y le invito a que se quede un rato, acomodado en mi toalla.
-Voy a por bebidas.- comento mientras busco mi cartera en el bolso.- ¿Quieres una cerveza, Hugo? Invitación por la ayuda prestada.
-Vale, gracias.- contesta sonriente.
Me levanto de la toalla y rodeo a las chicas que cotorrean con el invitado, para dirigirme al chiringuito que hay a unos metros.
-Te acompaño.- murmura Michelle al tiempo que se levanta.
Caminamos en silencio hasta la barra de la terraza y llamo a la camarera. Ésta me ignora y come con los ojos a mi acompañante. ¡Zorrón a la vista!
Cuando se acerca le hago el pedido con un tono de "y date prisa, bonita".
-Espero que no te moleste que me haya acercado, tus amigas han insistido hasta hacerme pasar vergüenza.- comenta Michelle.
-Tranquila, no pasa nada.
Y es cierto. No sé si quiero que esté cerca o que esté lejos. Ya no sé lo que quiero, mi mente es un completo caos. Estoy enfadada con ella, pero en el fondo quiero dejar de estarlo. O no, no sé, ya no lo sé.
-Todavía me duelen los riñones del golpe de ayer.
Sonrío y bajo la cabeza avergonzada.
-De acuerdo.- acepto girándome hacia ella.- Anoche me pasé veinte pueblos y te pido disculpas.
Michelle arquea las cejas sorprendida. Parece que no se lo esperaba.
-Acepto tus disculpas y yo también te las pido si en algún momento te molesté.
-Lo hiciste, no me gusta que me traten como una cría, pero acepto tus disculpas y así estamos en paz.
-Y armonía.- añade.
Sonrío y extiendo mi mano. Ella me la estrecha y se inclina para besarme... pero me aparto.
-¿Dónde vas?- pregunto divertida.
-A sellar el trato.- contesta como si fuera obvio.
-Los tratos se sellan así.
Le doy un apretón a la mano y la subo y bajo un par de veces.
Michelle se ríe y la pedorra de la camarera carraspea.
-¿Algo más?- pregunta mirándo a Michelle.
-Sí, que me cobres.- respondo borde mientras le tiendo un billete de cincuenta euros.
La chica lo coge y marcha a la caja registradora.
Cuando regresa con los cambios, los guardo en la cartera y cojo la mitad de las cervezas. Michelle pilla el resto y partimos de regreso a las toallas.
Las chicas parecen divertidas con Hugo y él muy cómodo con ellas. Al llegar, estallan en carcajadas y Michelle y yo nos miramos sin saber que hacer. Repartimos las bebidas y nos unimos a la fiesta.
Normani parece muy tontita con Hugo y el hecho de que no mire a Michelle, indica una clara señal de interés por el muchacho. Él también parece que se centra en hablar con ella más que con el resto. ¿Surgirá algo?
Por lo visto, Hugo ha estudiado Artes Escénicas y se gana un dinerillo extra como Drag Queen en Deseo 54, y a pesar de lo que todo el mundo crea, no es gay.
¡Uff! No sé si ha sido el alcohol de las cervezas, el calor que hace o ambas cosas, pero estoy asfixiada.
-Voy al agua, me muero de calor.- farfullo.
No espero ni a que respondan si alguien se anima a venir. Me levanto y marcho hacia la orilla.
Doy un grito de sorpresa cuando Michelle me coge en brazos y me levanta del suelo.
-¿Qué haces?- pregunto cogiéndome a su cuello.
-Llevarte al agua.- responde sonriente.- No pensarías que iba a dejarte sola.
-Tengo mucha calor.- musito apoyando la cabeza en su hombro.
-Estás roja. No deberías estar tanto tiempo bajo el sol. Luego ponte debajo de la sombrilla.
-Vale.
Doy un respingo cuando mi culo entra en contacto con el agua y Michelle se ríe. Poco a poco va entrando en el mar hasta que a ambas nos cubre los hombros.
Me deshago de sus brazos e introduzco la cabeza bajo el agua. ¡Oh, qué frescor! Braceo un par de veces y me giro hacia Michelle, que se sumerge y bucea hasta aparecer a mi lado.
El pelo mojado y hacia atrás la hace más irresistible, y sus ojos verdes resplandecen con el brillo del agua.
Me coge de la cintura y me atrae hacia ella.
-¿Qué haces?- pregunto entre risas.
-Ya te has alejado bastante de mí estos días. No quiero que lo hagas más.- murmura seria.
Asiento y la rodeo con brazos y piernas, mientras ella me estrecha más fuerte entre sus brazos.
Nuestras narices son las primeras en contactar y tras ladear un poco la cabeza, rozamos nuestros labios para dar paso a unos intensos y apasionados besos. Nuestras lenguas se buscan ansiosas, añorando durante días el roce de la otra.
-Joder, como te he echado de menos.- jadea ella.
-Sí.- exhalo.- Mucho.
Nos separamos antes de estallar de lujuria, porque no es el momento ni el lugar, y seguimos disfrutando del agua. Y como el mar, no pienso poner trabas a lo nuestro y dejaré que me lleve la corriente, sea al puerto que sea.
Hugo ha decidido coger sus cosas de donde estaba con sus amigos y quedarse con nosotros. Algo que celebramos, especialmente Normani.
Marc y Raúl aparecen justo a la hora de la comida, que compramos en el chiringuito de al lado junto con más bebida, mucha más, y estallo en escandalosas carcajadas cuando Dinah, envidiosa, me chismorrea al oído un "Joder, aquí todas con pareja y yo más sola que la una".
Intento parar porque mi amiga me mira seria, pero no puedo. Será el alcohol, el calor, o que por fin todo mi ser está feliz por estar con Michelle, borrándose lo malo.
Me lanzo sobre ella y caemos sobre las toallas muertas de risa.
-A mí me tendrás siempre.- le digo al oído.
-¿Compartimos a Michelle?
-¡Ni en sueños!- respondo veloz.
Y volvemos a reír como dos locas borrachas. Aunque yo creo que estoy más borracha de amor que de otra cosa.
Disfrutamos de una tarde magnífica: de risas constantes gracias al cachondo de Raúl; de buenos baños, tanto de agua como de sol; de un delicioso masaje que me da Michelle y que más tarde se lo devuelvo; de una Dinah cabreada por la picadura de una medusa en la pierna y que después, llámalo casualidad o llámalo destino, conoce a un guapísimo chico en el puesto de socorro del que queda encandilada y él, por lo que veo cuando la acompaño, también.
Desearía que este día no acabase nunca, pero el sol anaranjado empieza a descender a las aguas del mediterráneo.
Los brazos de Michelle rodean mi cintura, su pecho se pega a mi espalda, sus piernas flanquean las mías y su mentón se apoya en mi hombro. Estamos sentadas en la toalla viendo el hermoso atardecer.
-¿Estás bien?- susurra.
-Sí.- sonrío y apoyo mis brazos sobre los suyos.- Me gustaría que este día no acabase.
-Habrá más.
Levanto el rostro hacia ella.
-¿Me lo prometes?
-Te lo prometo.
Y sella la promesa con un dulce beso en los labios que es la guinda del pastel para este magnífico día.
No sabes lo fácil que es dejarse llevar por la corriente, por los sentimientos. Esa misma noche Michelle vino a mi cuarto e hicimos apasionadamente el amor una, y otra, y otra vez. Recompensando a nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestros corazones por los días de tortura de ausencia.
A mi padre le cuesta asimilarlo. Ése es el tema del que me quería hablar, de mi relación con Michelle, con la chica que encontré apaleada, que después me salvó de un posible rapto y que ha terminado siendo mi escolta. Pero lo he hecho entrar en razón. ¿Qué mejor novia que la que es capaz de dar su vida por la de su querida hija?
Dicen que el tiempo vuela cuando se está enamorado. Yo diría que pasa fugaz, como un rayo en plena noche de tormenta. Y así ha pasado el verano.
La última semana de agosto la dedico a enviar o entregar curriculums en todas las empresas y laboratorios de la zona que encuentro. Me da pena empezar a trabajar ya que dejaré de pasar tantas horas con Michelle, pero ella me dice que me llevará y recogerá en la puerta, todos y cada uno de los días, y que aunque sean menos horas las que nos veamos, serán más intensas.
El último día de agosto, martes, recibo una llamada para empezar mis prácticas al día siguiente en un laboratorio farmacológico. Eso alegra a mi padre, pero a mí me entristece un poco, y mucho más cuando Michelle me dice que no se va a quedar esta noche en mi cuarto porque necesito estar descansada para el día siguiente.
Doy vueltas en la cama sin poder dormir. Estoy nerviosa por empezar mañana con una rutina que se alargará en el tiempo, es lo que tiene trabajar; y triste porque no podré ver tanto como quiero a mi chica.
Suspiro y me quedo mirando al techo. La luz de la luna se cuela a través de las cortinas y proyectan en él figuras abstractas a las que doy forma en mi mente: una ola, una mano, dos cabezas juntas...
Un destello azul cruza mis figuras. Es rápido, un visto y no visto, y me incorporo de la cama asombrada. Miro la ventana más cercana a mi cama y me levanto.
Hoy me he puesto un sexy camisón de seda blanco para chantajear a Michelle y que se quedara. Ella se ha reído con mis artimañas y tras un ardiente beso, se ha marchado.
Camino descalza hasta la cortina y cuando alzo la mano para retirarla y poder ver el exterior, una intensa y brillante luz me ilumina y ciega.
Mi corazón se acelera, mi piel se eriza y me tiro contra el tocador cuando empiezo a escuchar el tiroteo.

Bulletproof Romance (camren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora