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   Jeremiah  

     En la última entrevista que hice, un periodista de cabello desordenado me preguntó qué era lo que más me gustaba de estar dando una gira musical, y yo respondí casi de inmediato: "el sentimiento de que alguien, en alguna parte del mundo, me esté esperando", pero lo único que no revelé frente a la enorme cámara que en ese momento me estaba filmando, fue el por qué, aunque si alguien pudiera entrar a mi cabeza y revisar mis recuerdos, lo entendería.

     Enserio no puedo creer que anoche la gira haya llegado a su fin. Todo este inesperado viaje comenzó hace seis meses, cuando gracias a las plataformas de streaming mi equipo y yo descubrimos cuales eran las ciudades en donde más escuchaban mi música, así que comenzamos a dar presentaciones en vivo y todo salió mucho mejor de lo que esperábamos. Al principio, pensé que no venderíamos ninguna boleta, pero tan rápido como salieron a la luz, se agotaron, y ahora siento que con una velocidad similar a esa toda esta experiencia se está escurriendo de mi vida como gotas de agua por mi cabello. Ojalá pudiera detener el bus en el que estoy, y correr a buscar a todas las personas que me hicieron sentir más vivo que nunca anoche, mientras cantábamos las canciones que hace unos años escribí encerrado en un aburrido estudio, ojalá pudiera retroceder el tiempo y encerrarme en ese momento en el que siento que la música me llena el pecho, pero ya está, ya ha llegado el final de esta experiencia, y no me queda más que añorarla mientras veo como cae la madrugada a través de la ventana.

     Mi sueño es tan ligero, que no logro quedarme dormido en el autobús, y aunque tengo los ojos cerrados, soy consciente de todo, desde el crujido que las llantas del vehículo hacen al pasar sobre las piedras, hasta los ronquidos de Daniel, quien es el hombre de seguridad que se supone que la disquera con la que trabajo contrató para que me cuidara las veinticuatro horas del día. No sé por qué, ni tampoco sé qué hora es, pero de pronto siento como la velocidad del bus va mermando hasta que este simplemente se detiene, y luego, solo escucho silencio, así que supongo que el conductor se ha detenido a solucionar algún problema, pero pasan varios minutos, y no se escucha más que el extraño silbido del viento en la madrugada, por lo que me entra algo de miedo, me pongo de pie, y camino hacia la parte delantera del vehículo solo para enterarme de que, quien estaba manejando, ahora se encuentra durmiendo profundamente. El hecho de que dos de las tres personas que estamos en este bus se encuentren dormidas, me hace considerar hacer lo mismo, pero entonces me doy cuenta de que esta es mi oportunidad para escaparme por un rato, así que comienzo a tocar a ciegas varios de los botones que hay cerca del volante hasta que uno de ellos hace que la puerta automática se abra con un terrible chillido que provoca que mis dientes se tiemplen.

     ― ¿Joven Jeremiah? ―pregunta Daniel con voz ronca.

     Y eso termina siendo mí señal para apurarme, así que luego de cruzar esa puerta, me echo a correr. Esto es ridículo, pero quiero huir de las cuatro paredes en las que suelo estar obligado a estar encerrado hasta que termine alguna canción, y aunque ni siquiera sé hacia donde se supone que voy, cuando escucho que unos pasos más pesados que los míos vienen detrás de mí, acelero la marcha. Es muy tarde, casi no veo nada, y aunque me he tropezado varias veces el hecho de que Daniel sea tan lento me está dando mucha ventaja. A lo lejos, en medio de este espeso bosque, logro divisar un lugar que se encuentra iluminado. Con cada paso que doy logro verlo con más claridad, se trata de una tienda de comida rápida. No tengo otra opción, así que acelero aún más el paso hasta llegar allí. La campana que se encuentra encima de la puerta suena cuando la cruzo con afán. Escucho un sonido que parece venir de un televisor, y al intentar seguirlo este me lleva hasta la cocina del sitio, en donde un chico rubio me mira con confusión, pero no tengo tiempo de explicarle lo que está pasando, así que solo lo tomo por un brazo y lo obligo a agacharse conmigo.

     ―Por favor ayúdame a escapar ―le suplico un poco agitado―Te pagaré lo que sea.

Hasta la última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora