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Jeremiah

     Ayer, Caleb cumplió su palabra. Luego de "ver" mi película favorita, salimos a comprar la guitarra que necesitaba. Mientras estábamos en el local, en busca del instrumento, él volvió a tomar su papel de guardaespaldas y entró a la tienda antes de que yo lo hiciera, además siguió cada uno de mis pasos como si tuviera miedo de que en algún momento huyera, lo cual se me hizo un poco raro, ya que a estas alturas nuestra relación no es tan profesional.

     Intenté improvisar algo para mandarle a mi tía, pero nada bueno salió de mis labios, ni siquiera pude crear alguna melodía interesante, así que terminé estresado y finalmente me acosté a dormir. En la mañana, con el estómago vacío, me senté sobre la cama, sosteniendo la guitarra entre mis brazos, en otro intento fallido de crear alguna idea para tocar una canción, pero no surgió nada innovador, así que aquí sigo, intentando inventar algo para mandarle a mi tía antes de que comience a recordarme lo mal agradecido que soy.

     Voy a admitir algo, y es que en todo este tiempo he pensado que estoy en este lugar, pero luego escucho dos golpecitos en la puerta. Siento una ligera presión en el pecho al pensar que seguramente desperté a Caleb.

     —Siga —digo.

     Así es, se trata de él. Está frotando uno de sus ojos con el reverso de la palma de su mano, y su mirada está tan carente de energía que me hace pensar en la probabilidad de que se quede dormido ahí mismo.

     —Lamento todo el ruido —Me adelanto agregar.

     —No, está bien.

     Zarandea su mano en el aire, como si estuviera intentando decirme que no es la gran cosa.

     —¿Vas a desayunar? pedí algo en la recepción, no debe tardar en llegar. —Me pregunta apuntando con su dedo pulgar hacia atrás.

     —Gracias, pero prefiero terminar esto. — Sacudo ligeramente la guitarra para que sepa a qué me refiero.

     Caleb apoya su espalda sobre el marco de la puerta mientras me ve.

     —¿Quieres la opinión de un triste chico sin experiencia en la música?

     —Mientras sea gratis. —Bromeo, y a lo lejos lo veo sonreír.

     —Descansa un poco. Desde ayer estás obligándote a hacer esa canción, ¿no crees que el proceso de escribir debería ser... más natural?

     —No cuando firmé unos papeles prometiendo que produciría música como si fuera una máquina rota —respondo.

     Caleb se cruza de brazos y me ve de manera acusatoria.

     —Pues tú no eres una maldita máquina rota. Escucha, yo no sé nada de música, pero me gusta pintar, y cada vez que no tengo ni idea de qué hacer sobre el lienzo, me tomo unas horas para alejarme de todo y buscar inspiración.

     — ¿Entonces eres pintor? —Le pregunto con interés.

     —Eso no es lo que dije, y eso no es el punto. Tu...—Me apunta y da unos pasos hacia mí—. Necesitas un poco de inspiración, así que vamos, luego de desayunar tienes que tomar un poco de aire y buscar una musa.

     — ¿A dónde se supone que iremos?

     — ¿Enserio no tienes ningún lugar en mente, por qué decidiste venir aquí?

     Por mis padres, que en paz descansan, esa es la respuesta. Lo único que me quedó después del incendio en dónde perdí todo, fue una foto medio quemada de mamá y papá sonriendo abrazados, en algún tipo de bar. En la parte de atrás de aquella foto, mamá (o eso supongo por la caligrafía) firmó:

     "Tierra linda, 23/03/2021, Cucharita"

     Según las previas investigaciones que estuve haciendo antes de venir hasta aquí, "Cucharita" es una especie de bar en Tierra linda. De acuerdo con las críticas en internet, no tiene nada innovador, pero tengo la esperanza de encontrar algo especial en ese sitio. Si ese fue el último lugar en el que estuvieron mis padres, entonces necesito conocerlo.

     —Tienes razón —Le digo—. Salgamos un rato.

🎶

     Es tarde, son casi las doce de la noche. Caleb camina detrás de mí, vestido de traje y corbata, y por un segundo olvido que no es para nada un guardaespaldas. Aquí, en tierra linda, el clima siempre es fresco, y en la noche no es la excepción. Mi teoría es que el hecho de que este lugar sea una provincia tan llena de diversidad vegetal hace que el ambiente declive hacia el frío.

     Por mero protocolo, Caleb entra primero que yo al bar, lo revisa, o eso espero, y luego me sostiene la puerta para poder meterme. Al caminar al interior del establecimiento, me siento en paz al ver que no tengo de qué preocuparme, pues la mayoría de las personas están tambaleando de un lado a otro, hablando exageradamente alegres, o tiradas sobre el piso, lo que me hace pensar que han bebido demasiado como para poder reconocerme (en caso de que supieran quién soy, claro está), pero aun así, estoy vistiendo una sudadera blanca una talla más grande de la que habitualmente uso, y un tapabocas del mismo color para ocultar mi rostro. En el fondo del lugar, hay una larga barra frente a la cual tomo asiento, y aunque no lo veo, siento que Caleb está parado justo detrás de mí, lo que me da un poco de seguridad, apaga por unos segundos el miedo de que puedan tomarme una foto en este lugar, y que la misma llegue a las manos de mi tía.

     —Caras nuevas —nos dice una joven chica detrás de la barra.

     Por su aspecto, no creo que tenga más de diecinueve. Su cabello está tinturado de un inusual tono rosa pastel, que combina bastante bien con su piel mestiza.

     — Así es. —Es lo primero que se me ocurre decir.

     — ¿Qué desean tomar? —nos pregunta.

     Ella mira hacia donde está Caleb, con algo en sus ojos que interpreto como curiosidad, pero luego vuelve a inclinar el mentón hacia bajo y me ve en busca de alguna respuesta. No sé qué decir, así que miro por encima de mi hombro.

     — ¿Tú quieres algo? —le pregunto a Caleb.

     Cómo respuesta él mueve la cabeza de un lado a otro para indicarme qué no.

     — Bien, entonces... —Mis ojos vuelven a enfocarse en la jovencita— Yo quiero un Vodka jelly.

     —Un vodka jelly será.

     Me sorprende la rapidez con la que la chica trae algunas fresas, una bolsa de gelatina, e inicia a preparar la bebida frente a nosotros. Tengo que admitir que no soy fan del alcohol, pero eso fue lo único que se me ocurrió.

     — ¿Son nuevos aquí, ¿no? —Me pregunta.

     Yo asiento mientras la miro.

     — ¿Tu no? —Indago, y después la veo negar con la cabeza.

     —He vivido en Tierra linda toda mi vida.

     — ¿Toda tu vida?

     Al mover la cabeza, ella me confirma la respuesta a esa pregunta.

     — ¿Y hace cuánto trabajas aquí?

     — Desde... —Mira hacia el techo mientras parece estar buscando la respuesta—. Hace como cinco años. Mis padres son los dueños de este lugar, y yo siempre había querido ayudarles a manejarlo, pero no fue hasta que cumplí dieciocho que me dejaron trabajar.

     Al escucharla decir que a sus padres les pertenece este sitio, me desconecto de la conversación. Si ellos siempre han sido los propietarios de este bar, es probable que conozcan a algunos de los clientes que frecuentan su negocio, y quizás, solo tal vez, ellos conocieron a mis padres. Una grata calidez invade mi pecho con solo imaginarlo, con solo pensar que alguien que no sea mi tía pueda hablarme de ellos. Pero... ¿cómo podría acercarme a los padres de ella, de qué manera podría conocerlos?


Hasta la última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora