Jeremaiah
Coral me ha invitado a pasar la tarde en su casa, y yo, por supuesto que he aceptado. Al parecer se sintió bastante culpable por haberme dejado plantado en el restaurante hace dos días, pero después de todo lo que pasó, podría decir que agradezco que haya sido así, y no porque no quisiera verla, sino porque pude descubrir lo agradable que puede ser Caleb cuando no está cuidándome la espalda, o pintando algo en silencio.
Viajamos durante unos veinte minutos en taxi antes de llegar a nuestro destino. Al estar frente a su casa por poco olvido como cerrar la boca. Se trata de una de esas construcciones de aspecto majestuoso desde afuera. Pintura blanca, techos altos, y una entrada tan larga que bien podría funcionar como una pequeña cancha de fútbol de no ser porque el jardín está tan bien cuidado que sería una lástima arruinarlo. Antes de que pueda tocar la puerta (que por cierto me dobla en altura) Coral aparece con una gran sonrisa y se lanza a abrasarme. No sabía que ya teníamos este tipo de confianza.
—Por un momento creí que no vendrías y cobrarías tu venganza dejándome plantada —me dice.
—Nunca te haría algo así —es mi respuesta.
—Más te vale. —Bromea de manera amenazadora apuntándome con uno de sus dedos.
Sus uñas color rosa combinan de manera perfecta con su cabello, y son tan largas, que me imagino que debe de ser un deleite rascarse la espalda con ellas.
Coral toca mi cintura para hacerme a un lado y poder saludar a Caleb, aunque dudo que no pudiera verlo sin moverme, pues él es un unos pocos centímetros más alto que yo.
— Caleb —le dice.
Cómo respuesta él inclina ligeramente la cabeza hacia adelante. En momentos así él parece una especie de Ferb, un chico de pocas palabras que solo disfruta escuchar de lo que está sucediendo, pero no estoy seguro de estar interpretando bien su actitud.
— Un gusto verla de nuevo señorita Domínguez.
—Que me puedes decir Coral —insiste ella.
Y sin dar muchas más vueltas, ella nos invita a entrar a su casa. No sé por qué me sorprende que este lugar sea igual de armonioso adentro. En toda la casa domina el color blanco, las decoraciones son bastante minimalistas, y los muebles muy modernos.Coral nos guía a la cocina, y nos obliga a ponernos delantal antes de empezar apreparar todo. Caleb no acepta la primera vez que ella le hace la propuesta de cocinar junto a nosotros, pero gracias a la insistencia de esta energética chica termina preparando hamburguesas en nuestra compañía. La siguiente parada es la sala, en dónde los tres nos sentamos, mientras comemos nuestra deliciosa receta improvisada y buscamos que ver en la televisión. Para nuestra suerte, pasamos tanto tiempo intentando encontrar una buena película que terminamos primero con la comida y al final no nos decidimos por nada. Este momento es simplemente perfecto. Hablamos de música, de películas, de arte. No son muchas las palabras que agrega Caleb, y aun así son las suficientes, pero la conversación muere de golpe cuando escuchamos que la puerta se abre.
—Debe ser mi papá —nos avisa Coral.
Caleb se pone de pie, mientras acomoda la corbata de su traje negro, como si la llegada de aquel hombre lo obligara a volver a su papel de guardaespaldas.
—Cori —llama una voz masculina.
—¡Estoy en la sala! —le grita ella.
Escuchamos unos pasos acercarse hasta que finalmente una figura se materializa frente a nosotros. Se trata de un hombre barbudo, y delgado. Lleva un cigarro entre sus dedos y viste ropa holgada. Cuando llega a la sala, ignora que Coral está abriendo sus brazos en espera de que él se acerque para estrecharlo, y solo me mira a mí. No sé cómo describir la manera en la que se concentra en mi rostro por unos segundos, pero me siento tan intimidado, que me pongo de pie con el plan de irme, aunque se supone que me acerqué a Coral con la idea de conocerlo.
— Mucho... —empiezo a decir.
Pero él me interrumpe, y me muestra la palma de su mano para ordenarme que me detenga.
— ¿Eres el hijo de Sol?
En ese momento, siento que todo en mí se detiene, como si algo le pudiera poner pausa a mi vida. Mi cuerpo se llena de un hormigueo extraño, como si alguien fuera acabado de darme un gran susto. Después de no sé cuánto tiempo de quedarme en silencio, asiento con lentitud. Él da un paso hacia atrás y deja caer sus brazos a los costados de su cuerpo. Ahora no me ve con curiosidad, me mira como si acabara de apuñalarlo en la espalda.
— Lárgate de aquí.
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Hasta la última nota
Teen FictionJeremiah Fisher es una estrella pop en ascenso. Su nombre inicia a ser de los más buscado en Google, y su fandom, de los más reconocido de internet. Al contrario de la mayoría de famosos de su edad, él rara vez es pillado haciendo algo socialmente c...