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Caleb

     Necesito tomarme un día de descanso porque ha estado pasando mucha mierda.  No he podido dormir muy bien desde esa vez que vi a Joseline en el estacionamineto del restaurante. Mirarla de nuevo se sintió como acercar un dedo al fuego de manera voluntaria, algo dejó de funcionar en mi en ese momento, y hasta hora sigue roto, porque no lo entiendo, no comprendo como puede estar aquí, ahora, en este momento, pero debo averiguarlo.

     Jeremiah tampoco la está pasando muy bien. Desde el día que el flacuchento padre de Coral lo sacó de la casa, se ha estado comportando raro, desayuna tarde, no habla mucho, y está más ensimismado de lo normal. Lo vi agarrar su guitarra pero pocos segundos después la dejó en su lugar. Los dos parecemos dos títeres que se mueven sin mucha inspiración por la vida, y eso hace todo aún más insufrible, por eso le he pedido el día libre para "tomar aire libre", pero lo único que pienso lograr hoy es encontrar a Joseline. 

     Tomo un taxi y le pido que me lleve al parque más cercano. Mientras estoy sentado en la parte de atrás del vehículo, busco el número por el que Joseline me escribió la última vez que trató de ponerse en contacto conmigo, y le marco tantas veces que después del octavo intento ya pierdo la cuenta. Cuando me bajo del carro, sigo teniendo el teléfono apretado contra mi oreja, pero ella aún no contesta. La conozco, ella debe estar sentada, viendo en la pantalla de su celular como mueren todas mis llamadas, y admito que lo merezco, pero no pienso rendirme otra vez. Luego de estar caminando por este campo verde lleno de columpios y niños bronceados y llenos de energía, ubico una banca de madera cerca de una de las esquinas, y decido sentarme en ella. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que haber elegido ese sitio, me dió buena suerte, porque después de casi una hora, una de mis llamadas es correspondida. Esperaba que ella dijera "hola", pero solo obtuve silencio de su parte.

     — ¿Joseline? —pregunto inseguro.

     Sé que ella está ahí, por el suave resuello de su respiración. Pasan algunos segundos antes de que yo vuelva a sentir la suficiente fuerza como para volver a platicar.

     —Joseline, sé que quieres hablar, te debo demasiadas explicaciones, lo sé. No sé como es que llegaste a ubicarme, pero lamento no haberme animado a buscarte antes, soy un idiota.

     —Eres un gran idiota —contesta con severidad.

     Y por supuesto que enfatiza la palabra "gran", no con rabia, sino con decepción, porque conozco su voz, distingo la manera suave y rasposa en la que se torna cuando se siente de todo, menos orgullosa de alguien, y este momento, esa persona soy yo.

     —Lo siento. —Mis disculpas se suenan tan vacias que me siento ridículo—. Pero... podemos hablar. 

     —Yo no vine a hablar contigo. —Ahora suena tan firme, que olvido por completo lo tierna que solía ser cuando estábamos juntos—. Con la única persona con la que pienso hablar es con Jeremiah.

     — ¿Con Jeremaiah? ¿por qué?

     Me quedo unos segundos esperando su respuesta, pero jamás llega. Estoy apunto de volver a pedirle una explicación, pero entonces, por el sonido que emite mi teléfono, me doy cuenta de que acaba de colgarme. No entiendo nada, no sé cómo es que Joseline sabe la existencia de Jeremiah, mucho menos sé cómo es que ella ha logrado llegar aquí, pero todo esto hace que mi cabeza inicie a enloquecer. Maldita sea, no debí dejarla sola en el momento en el que más me necesitaba. Me pongo de pie, pero el remordimiento me ataca como dardos a una diana. No puedo dejar de pensar en lo mucho que me debe odiar, no logro evitar recordar la última vez que estuve en casa, el día que le prometí que volvería pero me perdí en el camino de manera intencional. Quizás mis padres tenían razón, quizás si soy la peor persona que en este mundo. Me llevo la mano al pecho al sentir una pequeña molestia, e intento de tranquilizarme haciendo lenta mi respiración, pero mis pensamientos son más fuertes que yo en este momento, y por más que intento calmarme no puedo, no lo consigo. Hay gente acercándose a mí, y luego no hay nada. De pronto mi cuerpo pierde toda su fuerza y termino con la cara en el pasto.

Hasta la última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora