Capítulo 33

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Tratos rotos

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Decir que la cena había sido incómoda era quedarse corto. Fue tanto así que Donghae encendió el televisor porque no soportó el pesado silencio. Hyukjae simplemente estaba ahí frente a él, comiendo los fideos que preparó para ambos, con la cara de pocos amigos que casi nunca mostraba y esos ojos de depredador. Donghae podía leerle el rostro con una mirada, y sabía que estaba triste, pero sobre todo enojado, humillado, que sentía su orgullo pisoteado.

De pronto Hyukjae retiró su plato y se levantó de la mesa. Donghae observó que aún le quedaban unos fideos por comer, aunque seguramente no tenía estómago para terminarlos. Se apresuró en tomar su mano antes de que se alejara. Vio a Hyukjae soltar un suspiro y girarse a mirarlo.

—¿Qué sucede? —le preguntó, y a pesar de que estaba infinitamente más relajado que hacía una hora, su tono todavía no era amable.

—Sé que me dijiste que no querías escuchar una palabra más al respecto, pero… no puedo vivir sabiendo que crees que te he engañado.

Hyukjae entornó los ojos y estuvo a punto de irse. Donghae, por su lado, apretó más el agarre y no se lo permitió.

—Estoy diciéndote la verdad… ¿por quién quieres que te lo jure? ¿Por Yara? ¿Por Dios?... Dime Hyuk, dime qué debo hacer para que me creas. Haré cualquier cosa que me pidas.

Hyukjae suspiró de nuevo y sonrió de lado, pero no porque estuviera feliz. Esa era una sonrisa irónica, como la que compuso una hora antes al descubrir que las afirmaciones del recepcionista eran ciertas y su novio estuvo llevando un hombre ajeno al departamento. Firme, se dio la media vuelta y encaró a Donghae. El mayor tenía ganas de agachar la cabeza, presa del sonrojo que le causaba la vergüenza, pero no lo hizo. Debía enfrentarlo, sin importar qué significara eso.

El rubio avanzó un par de pasos hasta posicionarse completamente frente a él, y como Donghae aún estaba sentado tuvo que inclinar el cuello para verlo a los ojos. Hyukjae lo tomó de la nuca y acarició sus cabellos castaños, pero ese toque se sentía vacío, incluso brusco.

—¿Cualquier cosa?

Donghae asintió.

—Cualquier cosa que tú quieras.

—Dame tu teléfono.

El mayor claramente no se esperaba eso. Aun así, atarantado sacó su móvil del bolsillo y se lo entregó. Hyukjae lo tomó y se alejó un par de pasos. No le fue difícil acceder, porque sabía cual era la contraseña de Donghae. Estuvo un rato moviendo el dedo a través de la pantalla, a veces se quedaba quieto y luego volvía a teclear cosas. Sus ojos duros y la mandíbula tensa casi le confirmaron a Donghae que se encontraba leyendo sus conversaciones con Taeyang. Su amigo no solía expresarse bien de Hyukjae, pero le tranquilizó recordar que nunca le siguió la corriente.

Luego de casi cinco pesados minutos, Hyukjae le devolvió el teléfono.

—¿Qué hiciste? —le preguntó.

—Le mandé un mensaje al idiota ese haciéndome pasar por ti y le dije que no molestara más. Además bloqueé el número y lo borré.

Donghae boqueó, sorprendido.

—¿Por qué hiciste eso? —Quizá era una estúpida pregunta, pero no podía concebir que su amigo pensara que estaba molesto con él. A final de cuentas Taeyang no hizo nada malo, fue él mismo quien le ofreció ducharse en el departamento y quien lo invitó a quedarse todas las tardes. Donghae pensaba que el más inocente en ese embrollo era Taeyang, y que lo estaban arrastrando en sus peleas.

•Aquello que pudimos ser [Eunhae]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora