Capítulo 43

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Presionar la herida

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Pasó el tiempo. Los días se convirtieron en semanas, y las semanas se acumularon hasta que el calendario dio paso al mes de febrero. Ya no hacía tanto frío como en diciembre, pero el clima se mantenía estable. La pasada navidad había sido una de las más heladas, y también de las más extrañas. Donghae, incluso, se levantó sin saber por qué la gente a su alrededor lucía tan feliz hasta que revisó la fecha en su teléfono. Recibió pocas felicitaciones y luego se encerró en su despacho a enterrar las narices en el plano de un nuevo proyecto. De esa forma había logrado sobrevivir luego de esa última noche en el bar, cuando su corazón acabó de romperse. Trabajar como si no hubiera un mañana fue su bote salvavidas en un mar que tenía todo para hundirlo y acabar con él. Su vida se resumía en trabajar y, de vez en cuando, pasar las noches en casa de Taeyang. Éste último no era su novio ni nada parecido, solo una especie de amante con quien perder el tiempo y distraer su cerebro. No sentía nada por él, pero mejor eso a estar completamente solo y no ser deseado por nadie.

Hyukjae no estaba mejor, de hecho, estaba un poco más jodido que Donghae.

Cuando Linn se enteró de la estupidez que le hizo a su memoria, prácticamente corrió a donde Amber para que ésta le explicara mejor las cosas. Luego de entender por qué su hermano se sometió a ese tratamiento se sintió terriblemente culpable. Donghae y Hyukjae no se conocieron por ella, pero el que trabajara como secretaria del mayor ciertamente los llevó a pasar más tiempo juntos.

Por alguna extraña razón no culpaba a Donghae. Ella lo quería como a otro hermano, y desde su renuncia en la empresa del señor Chang no lo volvió a ver, así que estaba preocupada por él.

Una vez superado el shock inicial, Linn visitó a Hyukjae. Al rubio le hizo muy bien verla al principio, pero ella estaba tan inquieta que al paso de los días terminó hostigándolo. Hyukjae se sentía como cuando tenía diez años y un niño más grande lo golpeó en la escuela. En ese entonces Linn se pasó tres meses enteros pegada a él para que nadie más lo lastimara.

Hyukjae terminó poniendo excusas y volviéndose un maestro en el arte de evitarla. Se escondía en casa de Yesung, entre la gente en el bar de Amber, o simplemente apagaba las luces de su departamento y se quedaba acostado hasta que ella dejaba de golpear la puerta.

Mientras diciembre pasaba, Yesung tomó el valor de explicarle a Hyukjae su asunto con la universidad. Al rubio naturalmente le sobrevino otra crisis de ira al enterarse que ahora ya no era un estudiante de la facultad de artes, y cuando el enojo se evaporó le siguieron lágrimas y más lágrimas de confusión. Su vida después de junio había estado muy jodida: alejó a Yesung, dejó la universidad, y se borró la memoria. Se preguntaba cuántas cosas más se escondían entre las sombras de esos seis meses que no recordaba.

Por fortuna, el pelinegro le explicó que podría volver en enero, que Amber y los demás se encargaron de eso. Todo podía ser medianamente normal de nuevo, pero tendría que cursar desde el principio el semestre que dejó a la mitad.

La vida de Hyukjae a partir de enero transcurrió entre clases, pinturas, trabajo y soledad, pues al estar un semestre por debajo de sus amigos ya no podía verlos tan seguido, y menos teniendo en cuenta la carga de tarea que los profesores ponían sobre sus hombros. Todos estaban muy ocupados como para atenderlo, y eso, por supuesto, lo dejó peligrosamente solo y vulnerable.

Ni siquiera se dio cuenta cuándo o cómo comenzó, pero de repente se vio a sí mismo ebrio al punto del desmayo cada maldita noche. Primero era solo los fines de semana, luego los fines de semana y el lunes, después eran raras las noches en que no se dormía apestando a ginebra o whisky, y ahora, en febrero, no podía sentarse a pintar sin beber o fumarse un porro.

•Aquello que pudimos ser [Eunhae]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora