VII - Fantasmas del pasado, 2ª Parte

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Narra Daniela

El contacto de sus manos en mi boca me resulta repugnante. Asqueroso.

Mis ojos llorosos atraviesan los suyos, en un intento desesperado de buscar algo de compasión en su mirada. Algo, lo que sea. Pero la expresión de su rostro está muy lejos de reflejar un ápice de empatía.

No hay culpabilidad en su mirada, ni mucho menos remordimientos por lo que está a punto de hacer.

Al contrario, las comisuras de sus labios se elevan formando una sonrisa torcida, y maliciosa. Llena de satisfacción. Demostrando lo mucho que disfruta de la situación.

Es como si la persona que está frente a mis ojos fuera un completo desconocido. No queda nada de aquel hombre que un día quise, de aquel que me enamoró.

No lo reconozco.

- No me mires así, amor. Esto es culpa tuya. - Asegura. - Yo solo quiero que todo vuelva a ser como antes, pero tú te empeñas en hacer las cosas difíciles.

Las palabras salen de su boca en un tono suave, intentando hacerme entender sus motivos, como si realmente no tuviese otra opción.

Y eso solo hace que la furia e impotencia circule más rápido por mis venas.

Sacudo mi cabeza repetidas veces para conseguir quitar su mano de mi boca, con el objetivo de hablar.

- ¿Te crees que violándome voy a volver contigo? Gonzalo, ¿te estás escuchando? - Pregunto con incredulidad entre sollozos - Déjame irme, por favor.

Suplico una vez más, pero él no parece tener planeado soltarme.

Por el contrario, su mano libre se desliza hacia abajo, hasta el final de mi vestido, y comienza a acariciar el interior de mis muslos lentamente.

- Tú te lo has buscado, Dani. No me has dejado más opciones. - Sentencia comenzando a subir su mano hacia mi entrepierna, buscando rozar mi intimidad. - Voy a hacer que recuerdes lo bien que se sentía tenerme dentro de ti.

El pánico se apodera de mi cuerpo.

Todos mis músculos se tensan ante su contacto, y mi mente se vuelve un caos.

- ¡Qué no me toques! - Grito sacudiendo mi cuerpo con violencia. - ¡Suéltame joder! ¡Ayuda por favor!

Trato de escapar de su agarre con todas las fuerzas que me quedan, pero es inútil. Su fuerza supera con creces la mía. Pero aún así, mi cuerpo lucha sin descanso, y en un último intento defenderme, le lanzo un buen escupitajo en toda la cara.

Para mi sorpresa, consigo el efecto esperado durante unos segundos, y su mano abandona mis muslos para limpiar su rostro.

Sin embargo, sus ojos se clavan en los míos perdiendo toda la diversión anterior, para pasar a reflejar una intensa furia en su mirada.

Y ni siquiera soy capaz de procesar su siguiente movimiento cuando siento un fuerte golpe en mi mejilla que me hace caer al suelo de inmediato.

Un punzante dolor palpita en el lado derecho de mi rostro, y un pitido constante nubla todos los sonidos de la noche, dejando lugar únicamente a murmullos apenas inteligibles.

A duras penas, me incorporo en el suelo mientras mis ojos se alzan con miedo hacia Gonzalo, e inmediatamente me encojo sobre mí misma al ver como éste se prepara para darme una patada desde su posición.

Cierro los ojos con fuerza esperando el golpe, pero éste nunca llega, sin embargo sí que lo escucho.

Escucho el impacto de los golpes sobre la piel, pero no siento dolor. No siento nada.

La Niñera - Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora