❱CAP 7❰

3.3K 512 316
                                    

Capítulo 7

Mientras duró el entrenamiento de armas con Gulf en el yate de lujo de Mew, éste había mandado a habilitar un área del sótano para que Mario pudiese entrenar al menor en defensa personal. El adiestramiento que el guardaespaldas de Mew planeaba dar a Gulf era el mismo que él había recibido por parte del ex agente de la KGB cuando Mew lo reclutó.

Había tomado la decisión de hacer que Gulf también supiera algo de defensa personal antes de que el líder de la Cosa Nostra se hubiera presentado a "negociar" el intercambio del joven, después de eso supo que su decisión había sido la acertada.

La razón principal de la visita de Salvatore, si fue pedir una alianza entre la N'drangheta y la Cosa Nostra en contra del estado italiano pero Carlo le pasó el recado de Mew y dicho tema quedó de lado, sin embargo, al ver la negativa para dicha coalición, también pidió, de manera no tan amable, el regreso de Gulf Kanawut a "vita eterna", y fue ahí donde el consigliere de Mew ya no supo que más decir.

Para Mew era muy extraña la insistencia de Russo de hacer volver a su hermano a aquel prostíbulo de elite, principalmente porque estaba seguro que el mismo Gulf era él que no quería volver a dicho lugar. Había pagado por el muchacho, y era una muy buena cifra como para que se olvidase de él para siempre, teniendo en cuenta el tipo de calaña que era el mayor de los hermanos. Pero que hubiese tenido las agallas de pedirle al mismísimo Salvatore Maranzano ayuda para recuperar a Gulf era mucho para él. Sin embargo, estaba dispuesto a averiguar de qué se trataba todo aquello.

Mew acomodó su ajustado chaleco de cuello "uve" en color gris y encima colocó su saco negro. La camisa blanca que llevaba de fondo hacia un elegante contraste de colores neutros que rezumaba distinción, gracia, gusto y estilo. El pantalón impolutamente liso en color negro y los zapatos mejor lustrados jamás vistos, garantizaban un look de gánster italiano clásico pero moderno. Términos opuestos que Mew solía llevar a la perfección en cada una de sus vestimentas.

Ajustó a su muñeca su grandmaster chime plateado, reloj de la marca Patek Philippe que le había costado cerca de veintiocho millones de euros. Colocó también una cadena de plata esterlina alrededor de su cuello donde colgaba un dije con la letra M bordeada de diamantes negros que habían formado parte de "Enigma", el diamante negro más caro del mundo y que había restado tres punto cinco millones de euros a la fortuna de Mew. Prácticamente una nada para él.

Eran exactamente las seis treinta de la mañana cuando salió de habitación para entrar en la que estaba ocupando Gulf. Tal parecía que nadie se había dado cuenta de que llevaba haciendo esa rutina desde que había traído al joven a vivir con él. Con una puntualidad matemática, Mew se adentraba a la alcoba del menor con el único propósito de verlo dormir hasta que dieran las siete.

Él sabía que Gulf se despertaba a las siete y veinte, así que le daba veinte minutos de ventaja para que no lo viese sentado ahí observándolo dormir como si se tratase de una obra de arte. ¡Que lo era! Gulf dormido parecía una escultura tallada por el mismísimo Miguel Ángel, pero no dejaría que nadie descubriera su nuevo extraño fetiche, mucho menos Gulf.

No tenía idea de cómo el joven podía ser tan ridículamente hermoso. Era evidente que su belleza era natural ya que en el tiempo que llevaba ahí, no había solicitado un solo producto de belleza, él se limitaba a usar los que estaban en el cuarto de baño sin rechistar. De hecho, lo único que había solicitado hasta ese momento era su reloj despertador.

La primera vez que había entrado en el cuarto donde dormía Gulf fue solo para verificar que todo estaba bien con el chico y que no había querido escapar o hacer alguna estupidez. Pero verlo en la cama, con sus largas pestañas rozando sus mejillas, su boca entreabierta soltando pequeños ronquidos y su cabello castaño cayendo graciosamente por su frente, lo había dejado maravillado que sí o sí tuvo que volver al día siguiente. Y así cada mañana.

El señor del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora