❱CAP 3❰

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Capítulo 3

Quería saltar de felicidad por haber conseguido al fin su tan ansiada libertad de "Vita eterna". Era algo tan increíble que aún le costaba creerlo. Sabía perfectamente que no habría infierno en la Tierra más terrible que ese espantoso lugar en donde su hermano lo mantuvo encerrado. Gulf estaba dejando atrás los terribles días en los que su Russo abusaba sexualmente de él debido a su sucia y enferma mentalidad, mientras trataba de convencerlo de que aquellos actos estaban bien y eran aprobados por Dios.

El menor de los Kanawut había dejado de creer en las palabras de Russo desde el primer momento en que inició sus abusos con tocamientos aparentemente inocentes diciéndole lo hermoso que era. Muchas podrían pensar que solo demostraba su amor a su pequeño hermano pero desde ahí todo se volvió peor. Con el tiempo los acercamientos solo habían aumentado el grado de perversidad que su hermano podía llegar a ejercer sobre él.

Hasta que cierto día, Russo llegó a su habitación diciéndole que Dios se había aparecido en sus sueños diciéndole que ese era el gran día. Gulf no había entendido exactamente a que se refería hasta que su hermano mayor se colocó un condón y a los pocos segundos ya estaba adentro de su cuerpo diciendo mil y un obscenidades que solo lo hacían sentir asqueado. No tuvo consideración de él y su primera vez fue angustiante, dolorosa y desoladora.

Le hubiera gustado poder borrar ese espantoso recuerdo de su mente, pero por alguna maldita y extraña razón podía recordar hasta el más mínimo detalle de tan atroz hecho. 

- ¿Edad? – escuchó de pronto la voz del señor Suppasit cuestionándolo.

- Veinte años señor – respondió sin apartar su vista del suelo. Siempre que viajaba con Russo debía ir con la mirada baja de lo contrario sería castigado cruelmente. 

- ¿Peso? – volvió a preguntar Mew.

- No estoy seguro, pero creo que peso setenta y dos kilos – Gulf estaba algo nervioso pero por extraña que fuera la situación, se sentía seguro.

- ¿Estatura? – Mew siguió preguntando.

- Un metro ochenta y tres – respondió Gulf.

- Geronimo, necesito que consigas ropa para... – Mew hizo una pausa y volteó a ver al muchacho que estaba sentado a su lado - Te llamas Gulf ¿Cierto? –

- Si señor – se apresuró en contestar.

- Consigue ropa y zapatos para Gulf – Mew le ordenó a su asistente. Afortunadamente éste había tomado nota sobre los datos del muchacho.

- ¿Puedo...? – Gulf carraspeó antes de continuar - ¿Puedo saber a dónde vamos y qué van a hacer conmigo? –

- Acabas de hacer una pregunta y eso está prohibido – advirtió Mew – las preguntas solo las hago yo –

- Entiendo – Gulf dejó salir el aire que tenía acumulado y cruzó los brazos. Bien al menos ya no estaba con Russo y eso era mejor que nada.

El silencio volvió a apoderarse del lugar y Gulf luchó contra la curiosidad de levantar la vista y ver el paisaje a través de la ventana. Siempre quiso hacerlo cuando viajaba con su hermano, quería perder su mirada en el panorama que se presentaba detrás del cristal, pero la única vez que lo hizo, Russo lo golpeó, le pidió al chófer que subiera la cortina que separaba la parte delantera del coche con la trasera y abusó de él de manera salvaje y violenta.

"Jamás debes levantar la mirada, ¿Entiendes Gulf?" le había dicho. Y con semejante castigo, era más que evidente que iba a entender. "No más levantar la mirada para mí", se repitió Gulf una y otra vez mientras su hermano mayor arremetía contra su cuerpo.

El señor del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora