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Cuando entró, Chris vio a Jeongin sentado tras la mesa, mirando a la nada

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Cuando entró, Chris vio a Jeongin sentado tras la mesa, mirando a la nada. Notó enseguida sus ojos rojos e hinchados, mientras sostenía una copa de vino en su mano.

Fingiendo una tranquilidad que no sentía, cerró la puerta tras él, y el sonido hizo que Jeongin le mirara.

Su esposo parpadeó unos segundos antes de sonreír levemente.

Chris llevaba sin verlo tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio. Por eso mismo, estaba esperando que cuando se vieran, Jeongin comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera.

La carta de divorcio en su bolso pesó un poco más. Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el trámite pronto, así que sí o sí tenía que hablar con Jeongin en ese instante.

—Te extrañé mucho —comentó Jeongin de forma repentina, poniéndose de pie y alcanzándolo en unos rápidos segundos.

Antes de poder decirle algo, sorprendido por sus palabras, Jeongin le dio un beso suave en los labios. Su estómago se contrajo, atónito.

De forma casi inmediata, se alejó y arrugó el ceño en confusión.

—Pensé que no vendrías a cenar —prosiguió Jeongin como si nada, sin dejar de sonreír—, estaba a punto de llamarte.

Abrió la boca, pero las palabras no salieron de su boca, aturdido.

¿Acaso...?

Miró hacia abajo, observando su bolso en dónde estaban los papeles de divorcio.

—Jeongin —dijo con la voz suave—, vine para que firmes los papeles.

Los sacó y mostró.

La hermosa sonrisa de corazón, que lo enamoró cuando era más joven, se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez los papeles fueran firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.

Jeongin sacudió la cabeza.

—¿Qué dices, Chris? —preguntó con la voz temblando—. ¿Papeles de qué?

Suspiró. 

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieron listos, pensó que Jeongin podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas. La triste, terrible negación.

Christopher habría preferido que Jeongin colapsara, le gritara, le rogara, le tratara mal y no quisiera verlo más, pero no que se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que Jeongin seguía teniendo esperanza alguna de que lo ocurrido fue sólo una broma o, peor, un invento.

—De divorcio —dijo, sin perder el tono suave.

Jeongin parpadeó.

—Oh —fue lo único que dijo.

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