Capítulo I: Luna de Miel

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Escuchaba el sonido que provocaban las olas al chocar en el acantilado que no estaba tan lejos de ellos y no podía quejarse de las vistas que el mar le proporcionaba en aquel momento, así que si se pudiera quejar de una sola cosa era, sin lugar a duda, del calor que hacía en pleno mes de julio e incluso se atrevía a jurar que podría freír un huevo en el asfalto de la carretera situada detrás de ellos.

Cuando Hinata le propuso ir a Okinawa como viaje de luna de miel le había parecido una idea increíble y por supuesto muy romántica, imaginándose la cantidad de planes que podrían hacer como recién casados imitando a los protagonista de aquellas películas que había visto durante su adolescencia junto a Chifuyu. Sin embargo, todos sus planes se habían ido directamente a la basura al comprobar que su cuerpo no estaba hecho para soportar aquel tipo de clima con altas temperaturas.

El sudor resbalaba desde su frente hasta su espalda donde seguía deslizándose hasta llegar al borde de su bañador y se sentía ligeramente mareado, como si quisiera darle un golpe de calor, cerró sus ojos disfrutando de la brisa que se levantaba a ratos y que conseguía refrescarlo un poco aliviando su malestar.

–Takemichi –la voz suave de Hinata hizo que sus ojos se enfocaran en su figura–. ¿Te parece bien si vamos a nadar un rato? El agua debe estar más fresca y nos servirá para no pasar más calor.

El pelinegro no dijo nada, asintiendo con un movimiento discreto y dejando que la castaña lo ayudara a ponerse de pie para arrastrarlo al agua sin soltar su mano que, tal y como había dicho la fémina, fue de gran ayuda para bajar el calor corporal y entre algún que otro juego y risas perdieron la noción del tiempo.

–Vayamos al hotel a ducharnos y a cambiarnos de ropa –Takemichi empezó a recoger las cosas que habían llevado mientras continuaba hablando–. Así aprovechamos, vemos el atardecer y luego vamos a cenar al restaurante que hay aquí cerca.

–Me gusta la idea, suena bien.

Todo transcurrió con la tranquilidad que podía haber en un lugar como aquel a pesar de que se habían perdido el atardecer de aquel día por demorarse en la ducha tras decidir que se bañarían juntos. Solo habían dado un pequeño paseo aprovechando los pocos minutos de luz que el sol les brindó hacia el restaurante que había mencionado el oji-azul y dónde ahora esperaban pacientemente al camarero con sus pedidos.

–No sabes lo feliz que estoy ahora mismo –los ojos azules de Takemichi brillaban un poco al acumular unas pocas de lágrimas–. No sabes he soñado con que llegara este día y poder estar a tu lado siendo tu esposo –su mano se posicionó sobre la de su esposa y jugó un rato con sus dedos antes de entrelazarlos–. Te prometo que nunca me separaré de ti y estaremos juntos hasta que seamos unos ancianos gruñones.

–Apuesto lo que sea a que tú serás el único gruñón en nuestra relación –respondió la contraria entre risas–. Pero me alegro de poder escuchar esas palabras de tu boca.

La conversación se vio interrumpida cuando el camarero llegó con el primer plato que habían ordenado y en cuanto este se alejó continuaron hablando de cosas triviales con algún comentario que les hacía reír mutuamente y de todo lo que tendrían que hacer al volver a su hogar.

–Mikey-kun me dijo que quería hacer un viaje con todos los chicos de la ToMan en cuanto pudiéramos coordinar nuestros horarios –bebió un poco del vino que contenía su copa–. Será divertido recordar viejos todos juntos, no hacemos ningún viaje así desde que se disolvió la pandilla.

No podía negar que echaba de menos esos momentos cuando todos los miembros se juntaban algunos fines de semanas con sus motos para discutir a qué lugar irían y otros disfrutaban al ver las caras de desesperación de Baji y Draken cuando eran incapaces de ponerse de acuerdo y el resto podrían estar discutiendo durante horas y horas por un simple viaje que siempre terminaba en algún desastre.

Keep it to myself (Mitake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora