Capítulo IV: Almacén

52 0 4
                                    

La madre de Takemichi se había sorprendido al entrar al cuarto de su hijo para despertarle y ver que este ya estaba vestido sin la necesidad de haberle gritado para que levantara su trasero de la cama o amenazarle con tirarle un vaso de agua fría en la cara.

–¿Quién eres y qué has hecho con mi hijo?

–Buenos días ti también mamá –el menor rodó los ojos antes de terminarse de arreglar la camiseta que llevaba–. ¿Has dormido bien?

–Es raro verte despierto tan temprano y tan feliz –su madre se recargó sobre el marco de su puerta con los brazos cruzado y una pequeña sonrisa–. ¿Pasó algo bueno ayer que te fuiste sin desayunar y no apareciste hasta la hora de la cena?

–Nada importante –se encogió de hombros–. Solo me encontré con un amigo y estuvimos jugando todo el día por ahí.

–¿Quién es ese amigo? ¿Takuya?

–No lo conoces –bajó detrás de ella hasta la cocina–. Prometo invitarlo a jugar un día.

–Me parece bien, aunque estaría bien si pudieras avisarme con tiempo –hizo una pausa y continuó hablando–. Ahora deberíamos empezar a desayunar antes de que salgas corriendo otra vez.

–Creo que hoy también llegaré tarde mamá –avisó mientras ayudaba a la mujer a recoger la mesa.

–Por lo menos hoy me avisas.

Se despidió de su madre al mismo tiempo que se colocaba sus zapatillas deportivas en la entrada de su casa y salía con rapidez para encontrarse con Mikey, con quién había acordado saltarse las clase para hablar de lo que iban a hacer a partir de ahora, pues ninguno quería que las cosas empezaran a torcerse y todo saliera mal.

Sabían que lo más probable es que aquella fuera su última oportunidad de tomar las decisiones correctas para salvar a todos y conseguir un futuro en el que todos pudieran ser felices.

–¡Buenos días Mikey-kun! –saludó mostrando una sonrisa que fue correspondida al instante–. No pensé que fueras a llegar antes que yo.

–Shinichiro y Emma no me dejaban en paz –rodó los ojos al recordar a sus hermanos y volvió a meterse la piruleta en la boca como hacía de costumbre–. Incluso el abuelo se sorprendió cuando le contaron que me había despertado temprano sin necesidad de que alguien me llamara.

–Te entiendo –soltó una leve risa–. A mí me ha pasado algo parecido con mi madre.

Sin darse cuenta, ambos comenzaron a caminar con tranquilidad hacia un almacén que Mikey aseguraba que se encontraría vacío. Cuando llegaron Takemichi reconoció de inmediato aquel sitio al darse cuenta de que era el mismo almacén dónde solían reunirse los capitanes y sub-capitanes de las divisiones de la ToMan.

–Qué recuerdos me trae este lugar.

El brillo que se había instalado en los ojos de Mikey debido a las lágrimas que se acumulaban no pasaron desapercibidas para su amigo quien se acercó a abrazarle con la intención de reconfortarle.

–¿Y tú por qué lloras Takemitchy? –cuestionó correspondiendo su abrazo.

–Pues porque todavía me duele ver esa expresión tan triste y solitaria en ti.

–Eres un tonto –susurró apretando a su amigo un poco más–. Por cierto, quiero disculparme contigo Takemitchy.

–¿Por qué?

–¿Ya se te olvidó que fui yo quien te mató en el futuro? Sé que pedirte perdón no va a arreglar el daño que pude haber ocasionado sino hubiésemos vuelto, pero quería que supieras que me arrepiento tanto de haber hecho eso y...

Keep it to myself (Mitake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora