Capítulo VII: Hermanos

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La paz nunca era una opción en la residencia de los Sano y menos cuando los cuatro hermanos estaban juntos, como en aquel momento dónde Emma intentaba terminar de preparar la masa para un pequeño pastel y unas galletas bajo la atenta mirada de los tres chicos quiénes esperaban a tener una oportunidad para probar la mezcla y robar unas chispas de chocolate logrando que la rubia les golpeara.

–Estoy harta de vosotros –los tres hermanos se quedaron congelados en su lugar al oír el tono molesto de la menor–. Como no salgáis en este momento de la cocina, os juro que correrá sangre.

Ninguno de ellos tuvo el valor de decir algo o quejarse de la orden que habían recibido conociendo el carácter de su hermana y sabiendo por experiencia que no era bueno tentar su paciencia. Así que, sin hablar, obedecieron a la joven y todos salieron de la cocina para dejarla sola.

–No entiendo como puede ser tan pequeña y tener tan mal humor.

–Exclamó el gigante.

–¿Qué has querido decir con eso Izana? –preguntó cruzándose de brazos–. Repite tus palabras si no tienes miedo a morir.

–Quise decir que no eres nadie para hablar así de Emma –el moreno se encogió de hombros–. También eres enano y tienes un humor de perros... eres como un chihuahua.

–Te recuerdo que no eres mucho más alto que yo –se acercó más al contrario apuntándole con su dedo de manera amenazante–. Además, prefiero ser un enano y no un idiota como tú.

–¿A quién llamas idiota renacuajo? –aprovechó la poca distancia entre ellos y tomó al menor por el cuello de la camisa dispuesto a golpearlo–. Vas a lamentar haberme llamado así.

–Chicos estaros quietos por favor –Shinichiro se había mantenido al margen de la discusión con un cigarrillo entre sus labios–. La violencia no es una opción en esta casa.

–El vejestorio tiene razón –respondió el peliblanco logrando que el mayor de los tres sonriera con orgullo pensando que por fin iban a dejar de pelearse–. La violencia no es una opción –pero su sonrisa desapareció al escuchar las siguientes palabras–. La violencia es la única solución a todos los problemas.

No puedo evitar estallar en carcajadas al ver que sus hermanos más pequeños eran más parecidos de lo que ellos admitieran y alegre por ver que no se llevaban tan mal como había pensado en un principio, posando su mirada sobre ellos con malicia por lo que iba a hacer para que ambos se quedaran quietos.

–Esto es por llamarme vejestorio –los contrarios no sabían a que se refería y le observaron con curiosidad sin soltarse aún–. Emma –al escuchar el nombre de su hermana ambos se miraron con miedo–, Mikey e Izana se están peleando dentro de casa otra vez.

La oji-verde agarró con más fuerza el cucharón que tenía en la mano, mientras perseguía a aquel par que siempre terminaban con su paciencia en tiempo récord cuando estaban los dos juntos. Después de unos minutos el pelinegro y su hermano se encontraban arrodillados frente a ella pidiendo disculpas después del golpe que había recibido cada uno escuchando el mismo discurso por su actitud infantil y mirando con recelo de vez en cuando a Shinichiro que estaba detrás de la rubia con una sonrisa triunfante y soberbia.

Sin embargo, las palabras de ella quedaron en el aire cuando escucharon unas voces saludando a los presentes y viendo la escena frente a ellos con algo de curiosidad mientras Izana y Mikey solo agradecían que aquellas dos personas hubiesen llegado a salvarlos.

–¿Habéis cabreado a Emma otra vez? –Kakucho le extendió unas bolsas a la nombrada con una cosas que le había encargado comprar–. Eres demasiado blanda con ellos.

Keep it to myself (Mitake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora