Capítulo 3: Tres pequeños diamantes

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Camino sobre la calzada que rodea al castillo, me acerco a la envergada entrada abierta sin
dejarme intimidar por los dos grandes troles que la custodian.

Tras atravesarla me topo con el maldito sátiro del día anterior, Abpil, su cara aún me asquea.

- Hola, chiquitín.-Me saluda sin molestarse por mi nombre. - Me preocupaba que los muchachos no pudiesen encontrarte y así, al fin poder pagar mi deuda con Arión.

Con un gesto despreocupado de su mano empezamos a caminar por el empedrado dirigiéndonos al jardín principal.

Algunos humanos aldeanos jalaban carretas hacia una puerta al costado del castillo.

- Estuve todo este tiempo en la plaza, no es muy difícil encontrarme por mi nombre Bagrat.

Por el camino nos encontramos a una hermosa moza que llama la atención del bastardo de Abpil. Agradezco, al menos, que use unos pantalones.

Espero tener el tiempo para evitar que esta moza sufra el mismo destino de la otra chica.

- Es un buen nombre Bagrat. Espero que sepas cumplir tu palabra y hagas de estos jardines una maravilla.

Sí que la cumpliría y no precisamente hablo de los jardines.

- ¿Ahora será de mi completa responsabilidad? – Confirmo preguntando.

- Si, así es. Resultó más fácil de lo que pensé. El ultimo jardinero fue despedazado por lo troles de la entrada al no pagar su apuesta. ¿Entiendes el mensaje en eso?

- ¿No hacer apuesta con ellos? –Pregunto estúpidamente sin mucho interés.

¡Claro que no!- Suspira exasperado y continúa: - Nunca pierdas la apuesta, debes hacer lo que sea. - Con complicidad me dice: - Entre tú y yo, no son muy listo. Pero, serias más torpe tú si pierdes.

- Entendido. ¿Qué tipo de apuesta hacen?

- De todo tipo. Mi favorito es, e incluso yo participo, la pesca del megalodon.

- ¿Pesca del megalodon? ¿Qué es eso? No lo he escuchado antes.

- Es normal que entre ustedes no sea su juego favorito.

Comprendo inmediatamente con esa pequeña introducción que se refería algún tipo de cacería de humano.

No digo más ni pregunto nada. Pero, Abpil le excita el tema y continúa:

- Ya sabes, es como el juego de la bandera. Solo que en lugar de ser terrestre, se realiza en el mar abierto. Además, tenemos como invitado al megalodón que se desayuna al más cercano que encuentre. El último que quede vivo y llegue a la orilla le da la victoria a su apostador. Divertido ¿no crees?

Me siento petrificado, pero, con todo mi esfuerzo mi cara no lo muestra, en cambio le regalo una sonrisa de complicidad que lo satisface.

- Me imagino que por ser tu favorito has resultado victorioso muchas veces.    

- Espero que no lo estés dudando, no hay ser que me gane. ¡Oh, mira! ¡El viejo Aldre!

Exclama cuando una elfo milenario se acerca con aire orgulloso, como si tuviera algo porque.

- Tú debes ser el jardinero humano-Me mira con aire condescendiente e ignorando deliberadamente a Abpil.
- Estos jardines dictaran si aún seguirás con vida. Arruínalos y olvida que la tuviste alguna vez.

Gloria ensangrentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora