Capítulo 4: El flamante Rey usurpador

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Llevando sujetada la espada en mi cadera y un saco de lona con el resto de armas, me adentro en los callejones oscuros en dirección al castillo ante de que alguien notase mi ausencia.

Realmente, no me molesta que me traten como sirviente dentro del castillo, pero, sí que vean a los humanos como seres remplazable y sin valía.

Aunque, no es el único lugar. No hay un solo metro de tierra donde los humanos no nos estemos vendiendo o sirviéndole solo para sobrevivir o no morir en su arranque de furia.

Si bien, cometo muchos errores, pero, este me cuesta la cabeza.

¿Mi error?

Estar absorto en mis pensamientos mientras camino en callejones después de haber sido perseguido.

Porque si hubiese estado atento, mis sentidos me hubieran indicado que alguien me seguía desde
el tejado y así, no verme sorprendido cuando cae a unos metros detrás de mí.

Me giro inmediatamente, el saco cae al suelo y desenvaino mi espada, justo a tiempo para
recibir el primer ataque. Su espada y la mía al chocar destellan. Metal contra metal.

Cuadro mis hombros y le devuelvo el ataque, haciéndolo retroceder. Es alto, pero, no fornido.

Además, su túnica negra con capucha me impide conocer su identidad.

¿Humano o no humano?

Me mantengo en posición defensiva para evitar herir si es un simple humano ladronzuelo.

Pero, en un movimiento sobrehumano me lleva contra la pared. Debería estar cagado de miedo, sin embargo, me satisface poder divertirme un poco.

Quiero ver que sangra.

Me pretende atizar un golpe alto que aprovecho para deslizarme y alejarme de la pared, ubicándome detrás de su espalda, justo ante que estrelle su espada contra los ladrillos rojos.

Entonces, lo inmovilizo con la punta de mi espada en la base de su cuello, que le corta por un lado su capucha y forma un pequeño rasguño. Es una decepción que la poca luz no me permite ver más de una mancha oscura.


El extraño se gira, embravecido, me asesta una estocada que apenas y esquivo. Le bloqueo otro
movimiento.

Y al darle un golpe bajo lo hace retroceder tropezando con escombros. Después de todo no se puede jugar limpio con ellos.

Apenas y evita caer, recupera el equilibrio, pero, su capucha cae por completo. Lo veo consternado. Olpert.

- Has palidecido, humano – Se burla.

- Su majestad Olpert. Una disculpa pensé que era algún ladronzuelo. –Pretendo estar avergonzado.

Nada peor que en mi segundo día en el palacio se me despedace mi plan. Y termine en la horca por no dejarme dar una paliza por Olpert.

Bien hecho, Bagrat.

- ¿No eres el jardinero? ¿Qué haces a esta hora fuera del palacio?

Guardo silencio un segundo para que los engranajes encajen. Se siente pasar una eternidad.

Empiezo hablando lentamente:
- Hoy me he responsabilizados de los jardines del palacio, Su majestad. Hasta esta mañana solo he sido el mensajero de la plaza y este encargo -Señalo el saco lleno de armas tirado a un lado del callejo-es el último que debo entregar. Me han llamado al palacio antes de poderlo entregar y hasta hora he tenido tiempo de hacerlo.

- Mensajero, jardinero y bastante hábil con la espada. - Enumera perezosamente y se percata - ¿Por qué sabes usar tan bien la espada siquiera?

- Años antes desee entrar en el ejército, Su majestad. Tuve que aprender a usarla para que mi condición de humano, no fuese una desventaja

En parte mentiras, en parte la verdad.

- Cosa que no hizo la diferencia. No se admiten a los humanos, así sean una prodigio, debido a su baja resistencia – Dice con sinceridad debido a su naturaleza fae que los obliga a nunca mentir, debilidad que los humanos no tenemos.

- Eso sucedió, Su majestad. Lo que me lleva al ahora. –Suspiro pareciendo derrotado.

Una imagen patética que espero que compre.

- Tu realidad es aburrida. – Retengo el suspiro de alivio. –Pero, eres interesante. – Sus ojos felinos se entorna y trago grueso. -Mañana a primera hora acompáñeme al salón Real.

- Lo que usted diga, Su majestad.

- Y una cosa más, no vuelvas a usar esa escalera para tus salidas nocturnas.-Me toma de sorpresa esa petición. -Si quieres divertirte se más ingenioso.– Se voltea para
marcharse, pero continúa: - Y después dicen que no simpatizo con los humanos. Ja. Deberías conocer a mi hermano mayor.

Sin saber que decir, permanezco estoico viendo cómo se aleja hasta perderse en la noche.

***
En la mañana siguiente...

Apenas he dormido, pensando para que requiere Olpert mi presencia en el salón real, que tipo de juego me tiene destinado. Muchas posibilidades. Y para seres inmortales que tienden a aburrirse fácilmente, debería temer por mi vida.

Me echo agua fría en la cara mientras me veo en el espejo. Las bolsas debajo de mis ojos oscuros me dan un aspecto deplorable que, aunque, me afeite mi descuidada barba, no mejora.

Me hago una media cola con mi cabello negro e inspecciono que mis raíces no sean blancas. Todavía no son muy llamativas. Pero, deberé aplicar tinte oscuro dentro de unos días. Termino por pasar la toalla húmeda por mi cuerpo escuálido.

Después de estar listo para salir hacia el salón, le doy un último vistazo al cuartucho que cada vez me parece más pequeño y claramente, no tiene nada que ver con que mi estatura sea arriba del promedio.

Caminando por los pasillos de los cuartos de los obreros me encuentro con las caras curiosas del comedor. Nadie saluda, tampoco saludo.

Los dejos atrás para adentrarme en los pasillos solitarios y ostentosos que dan hacia el Salón Real. Y nadie me detiene, ni me guían hacia él.

Aldre no me enseño ayer a llegar hacia el salón, quizás debería empezar a inventar una mentira lo suficientemente creíble.

No soy tan imbécil de meterme en el nido del lobo y no conocer a detalle cada recoveco del castillo. Ni ignorante del linaje del Rey usurpador.

Porque los fae no fueron los primeros en esta tierra. Los humanos reinaron desde el inicio de los tiempos a la gran y magna Cletur. Mi familia. Los Daoimeanan lo hicieron por milenios hasta que hace 30 años fueron masacrados por un cambiaforma.

Ese mismo cambiaforma le entregó el poder y el futuro de todos los humanos al líder del clan de los elfos oscuros que fueron exiliados de sus tierras. Ahora, el Rey.

Ellos son el declive de los humanos.
Y yo como el último Daoimeanan, los expulsaré donde nunca debieron estar.

Porque esta es la tierra de lo humanos libres, la de mi raza.

Empujo abriendo las puertas del salón y veo al rey con su linaje.

Al rey en mi trono.

Gloria ensangrentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora