No me ames

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Rubí

Me encontraba en una habitación totalmente sola, pero no más sola que mi corazón, que mis nulas esperanzas de poder salir adelante. La Esme ya se había ido y le había pedido que no quería ver a nadie, no quería ver a la mommy porque sentía vergüenza,  rabia, miedo, asco y todos esos sentimientos podían verse con tan solo mirarme a los ojos, quizás por eso mismo había dejado de hacerlo, porque en el fondo sabía que mi mirada era una constante mentira. Mi vida se había vuelto un secreto sucio que nadie debía ver.
Podría estar horas, meses o quizás años echándome la culpa por haber callado tantas asquerosidades que había vivido con él, y por más que quisiera encontrar otra respuesta, mis miedos me devolvían al principio: Había sido mi culpa.

Siempre había recordado todo lo que me había pasado, pero nunca había podido entender bien lo que había sucedido, hasta que lo volví a ver y sentí que se abrían todos aquellos recuerdos que por tantos años había intentado olvidar. Mi cuerpo se había vuelto mi enemigo y mi mente se encargaba de destruirme como si de una bomba de tiempo se tratara. Era tanto el dolor que sentía que las pastillas eran la única forma que había encontrado de descansar. Esa carta había  Sido mi mensaje, mis súplicas por pedir perdón a algo que había Sido en todo momento mucho más fuerte que yo.

¿Por qué había callado tanto? ¿Por qué no había podido ser valiente? Me preguntaba eso uno y otra vez y lo único que podía pensar era que mi mommy y la Maca debían estar decepcionadas de mi. La Maca nunca más me iba a volver a mirar como lo había hecho. Quizás me odiaba por haberle mentido y haberle hecho tanto daño. No era merecedora de su amor, el amor que alguna vez nos habíamos profesado ya se encontraba manchado y la única posibilidad era disculparme y seguir mi vida. ¿Cómo iba a volver a mirar a mi mamá después de todo esto? ¿Qué iba a pensar Sergio? ¿Acaso le iban a contar a la Jose? ¿Mis seguidores ya se habrían enterado? Quizás las preguntas que me hacía servían para callar la duda más grande que gobernaba en mi roto corazón ¿Y ahora qué?

No sé cuánto tiempo pasó. Quizás más de media hora, quizás fue una hora y tal vez cinco minutos desde que mi sis se había ido, pero la puerta se abrió lentamente y pude verla. Era la Maca quien se negaba a quitar sus ojos de los míos. Después de susurrar su nombre, un silencio  embriagó nuestros corazones y podía sentir cómo quería decirme algo, pero en respuesta a esas palabras un par de lágrimas salian por sus ojos.

Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí algo que jamás en mi vida había sentido. Me sentí libre porque por primera vez en mi vida ya no había algo que ocultar, simplemente era yo totalmente expuesta.

No existía un manual de cómo sentirse o como esperar que el resto se sintiera por uno, porque en mi cabeza solo existía espacio para sentir asco y vergüenza, sin embargo, ¿Por qué la vergüenza tenía que ser solamente mía? ¿Por qué no podían sentir asco de él? O es que acaso así era pero yo era la única que no podía entender eso...? Quería saber qué hacer, no quería ser una carga para mi familia ni para nadie, quería salir sola de ese dolor pero a la vez no era capaz de levantarme de la cama.

Esos rulitos hermosos que siempre habían Sido mi perdición se encontraban a mi lado y su mano se acercaba a la mía. Posiblemente después era algo que no recordaría con claridad, simplemente recordaría lo fría que estaba su mano, algo temblorosa y húmeda porque la había pasado segundos antes por sus ojos.

- Perdóname...

Me dijo y continuó en silencio. No sabía que decirle, pero un pequeño espacio de mi corazón sentía algo de ansiedad, pues creo que había Sido totalmente clara con la Esme de que no quería ver a nadie, sin embargo, tampoco sabía lo que estaba pasando afuera de la habitación. Solo sabía que ya todos se habían enterado, pero ¿Acaso mi mamá ya se había puesto en contacto con él? Me daba miedo pensar en lo que podía hacer, me daba miedo la reacción de la Maca, incluso la de Sergio. ¿Me iban a creer? ¿Por qué la Maca me pedía perdón? Era un huracán de emociones, de preguntas, de cuestionamientos que me hacía y sabía que nadie podía tener la respuesta a todas las interrogantes de mi corazón.

Como besan las mariposas - RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora